Saltillo: El amor al trabajo, la mejor herencia que don Rafael recibió de su padre
Recuerda, a sus ochenta años, las enseñanzas y el amor que su padre le regaló a lo largo de su vida, y está listo para hoy festejar con su numerosa familia en su día
Me lo encontré raspa que raspa, con una cuchara de esas que usan los albañiles, sobre la lápida de su padre.
En medio de la inmensa soledad que a esas horas, diez y algo de la mañana, solo se escuchaba el raspa que raspa de la cuchara de don Rafael, sobre la tumba de su papá.
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Que había venido, dijo Rafael Salazar Velázquez, “El Jibarito”, con su esposa Guadalupe y su hija Consuelo, a la tumba de su padre, don Antonio Salazar Tristán, que murió en el 67, para darle una limpiadita, una pasadita, así dijo, una pasadita a la tumba.
El sol comenzaba a subir cuando don Rafael, que estaba bajo la sombra de unos árboles plantados en la cabecera de la tumba, interrumpió el trabajo para acordarse de su padre.
Don Rafael tiene 80 años y a pesar de su edad no se olvida de su papá ni de venir al panteón Santiago cada que se acerca el Día del Padre, y otras fechas especiales, para darle su limpiadita a la tumba.
“No, no se olvida amigo, por él andamos aquí”, dijo.
El papá de don Rafael era trailero, y de los traileros viejos de aquí de Saltillo, y ese oficio le alcanzó para darle la vida y los estudios a sus ocho hijos, cuatro mujeres, cuatro varones, entre ellos don Rafael.
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“En ese entonces estaba duro, pero nunca faltó la sopa”, contó don Rafael y se rio con una risa nostálgica.
El gusto de don Rafael y sus hermanos era acompañar a su padre en los viajes de Monterrey a Durango, una ruta corta, pero que don Rafael y sus hermanos disfrutaban como si recorrieran todo el mundo por carretera en ese tráiler.
Era hombre cariñoso, buena persona, dice don Rafael de su padre y cada que volvía de sus viajes, cuando se iba a sus viajes solo, era una alegría para don Rafael y sus hermanos que se lanzaban desbocados a abrazarlo, a colgarse de su cuello.
“Éramos su adoración, lo esperábamos, cuando estábamos chiquillos que llegara él”, dijo
Un día, el padre de don Rafael, que siempre gozó de buena salud, siempre había sido muy sano, enfermó de diabetes, así nomás, de repente, pero la enfermedad le avanzó rápido.
Don Rafael no da más detalles de esa época de la enfermedad de su padre, parece que es como una de esas viejas heridas que duelen,
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Recuerda solamente haberlo acompañado en sus últimos momentos, el día que muy enfermo lo llevaron al Seguro y falleció, don Rafael no supo de qué.
Los hermanos de don Rafael andaban de viaje en los trailers y fue a él al que le tocó despedir a su papá.
“Lo llevamos de emergencia al Seguro, pero ya no aguantó”, dice don Rafael, pero no llora.
Que los enseñó a jalar, platica, cuando habla de la herencia que les dejó su padre a él y a sus hermanos, todos traileros como su padre, salieron traileros igual que él.
“Siempre nos dijo, ‘van a jalar, pero jalen derecho, nunca vayan a andar drogándose ni nada’, y hasta la fecha. Tomábamos en la noche nescafé y la coca-cola para aguantar cuando andábamos jalando, pero de droga no”, dijo.
Por eso es que a don Rafael a sus 80 años, no se le olvida su padre y seguido, pero más cuando se acerca el día de los papás; viene al cementerio para darle una limpiadita, su pasadita, a la tumba.
El sueño de don Rafael era hasta hace muy poco morirse en la carretera, quizá como una forma de honrar la memoria de su padre que fue trailero, pero unos asalta tráileres le robaron su sueño y sus hijos le rogaron que ya mejor dejara las carreteras.
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Y su sueño se esfumó...
Don Rafael tiene cinco hijos, tres hombres, dos mujeres, sólo el mayor es camionero y dice que como don Rafael, sueña con que un día la muerte lo agarre en la carretera.
Quién sabe.
“Dice él ‘ojalá y me toque en la carretera’, es su pensamiento, así pensaba yo. A veces me invita mijo a los viajes, sabe que estoy en la casa y me dice ‘oiga, ¿no quiere desaburrirse un rato?’, le digo ‘sí, vamos hijo’”, comentó.
Por lo pronto don Rafael ya está esperando que se llegue su día, el Día del Padre, para celebrarlo con su esposa, sus hijos, hijas, yernos, nueras, sus veintantos nietos y, “parece que 10”, bisnietos, en su natal Barrio del Ojo de Agua, sobre la mesa un generoso plato de asado de puerco con arroz.
“Que no falte”, dijo.
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