Aniversario de Saltillo
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La ciudad cumplió otro año más, aunque no se sabe con exactitud cuántos. Según Pablo Cuéllar, en su libro “Historia de la ciudad de Saltillo”, dice que en 1669 se incendió el archivo del ayuntamiento y con ello, probablemente el acta de fundación de Saltillo. Según Cuéllar, se sabe con certeza que la ciudad fue fundada por el capitán Alberto del Canto, subordinado de Francisco de Urdiñola, entre los años de 1575 y 1578.
La ONU le dio el título de Ciudad Refugio para migrantes. No es novedad, según la historia así nació nuestra ciudad, dando refugio a migrantes que iban de paso a poblar otros territorios. La historia cuenta que los jueces daban fallos a favor de la población indígena, dando muestras de justicia, y no discriminación.
“Los nuevos colonos tlaxcaltecas vinieron disfrutando de prerrogativas de las que carecían los indios del sur del país: tenían derecho a montar a caballo, poseer armas y anteponer “Don” a su nombre, privilegios reservados a los
conquistadores.
Además, estaban exentos de pagar impuestos, privilegio que no tenían los españoles de Saltillo. Por esa razón algunos residentes de Santiago del Saltillo se cambiaron a la Nueva Tlaxcala.”
La ciudad ha sobrevivido epidemias de viruela, ataques de indios guachichiles, y, en épocas recientes, desfalcos a las arcas por parte de políticos.
En la ciudad ocurrió a principios de los setentas un trenazo de proporciones épicas, en el que se dice murieron más personas que en el Titanic.
La ciudad ha crecido en tamaño y complejidad, requiere de más servicios y vialidades, el periférico quedó ya dentro de la ciudad. El libramiento no está completo para circundar Saltillo y el tráfico es insoportable.
El cielo azul diáfano corre peligro de volverse gris por la creciente contaminación. Si ello ocurriera se perderían los atardeceres naranjas y purpura, la luz amarilla que se vierte sobre las calles, las casas y las personas. En Saltillo conviven entretejidas la modernidad y lo antiguo.
El que camina por sus calles adoquinadas, ve que sus sueños de niño yacen tirados en el adoquín, en el mosaico chino, sus esperanzas aprisionadas en la herrería de las ventanas.
El peatón saltillense viaja al pasado, a su infancia, al tiempo en el que jugaba por esas calles. La ciudad es el mismo libro, es el transeúnte quien le da otra lectura.
Las calles siguen casi igual, salvo algunos arreglos a las fachadas, cirugías plásticas que pretenden rejuvenecer a la ciudad de 441 años. Ya se me antojó un pan de pulque, me pasa cada que escribo de Saltillo.
Extraño el Saltillo conservador, si conservador quiere decir preservar los valores. Extraño el Saltillo conservador en que podías dejar la puerta abierta sin que te robaran. Extraño el Saltillo conservador en el que no había tanto suicidio, embarazo adolescente, ni acoso sexual a menores. Extraño el Saltillo conservador, en el que no se había perdido la brújula moral y se distinguía entre lo que es bueno y malo, sin tantos asegunes ni justificaciones relativas.