Coahuila, entre los ladridos del amor y los gritos del maltrato
Avances legales, adopciones y cultura del cuidado contrastan con historias de crueldad que siguen saliendo a la luz
Por las calles de Saltillo, Torreón, Piedras Negras y demás municipios de Coahuila, se multiplican los paseos con correa, casi siempre con un perro atado en el extremo opuesto al de la mano humana; así como los locales “pet friendly”, los veterinarios y las tiendas especializadas en el cuidado animal.
Al ver a los perros pasear y juguetear, por ejemplo en la Ruta Recreativa que todos los domingos de Saltillo convoca a familias, uno estaría tentado a decir que nunca antes fueron los animales tan queridos como hoy, ni tan integrados a la vida cotidiana, ni tan defendidos por la ciudadanía; pero estaríamos equivocados.
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Con unos cuantos datos duros podríamos deshacer nuestra ensoñación animalista. El más cercano está en la Francia del Siglo XIX, cuando tener perros de pedigrí con acceso a peluquerías, accesorios de lujo y lugares reservados en la vida social, era símbolo de estatus.
Esa sensibilidad hacia los animales impulsó la creación de clubes caninos, leyes de protección y hasta el primer cementerio de mascotas en Europa, el Cimetière des Chiens, en Asnières-sur-Seine.
Pero podemos ir más atrás. A cuando en las antiguas civilizaciones, a ciertos animales se les veía como mensajeros de los dioses. En el Imperio bizantino, por ejemplo, perros y gatos compartían los hogares como compañeros queridos; los primeros por leales y los segundos por útiles.
La aristocracia disfrutaba además de aves cantoras y exóticas, como loros y pavos reales, mientras que algunos nobles criaban animales poco comunes, como monos o ciervos, por puro deleite.
Aunque la Iglesia veía con recelo el apego excesivo hacia las mascotas, los textos y las imágenes de la época revelan una profunda conexión emocional entre humanos y animales, reflejo de una sensibilidad que, pese al paso de los siglos, sigue vigente.
Y ENTRE TANTO AMOR, LA CRUELDAD
Paradójicamente, aún siendo hoy tan extendido el cuidado animal, nunca habían sido tan visibles los casos de crueldad, negligencia y abandono. En Coahuila, el impulso animalista crece, pero también lo hace la evidencia de que aún hay quienes no entienden que un perro o un gato no son cosas.
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De la larga lista de casos de abuso animal en Coahuila destacan, para nuestra vergüenza, el de la perrita Mily en Torreón (2024). Mily sufrió violencia extrema, incluyendo el tener la piel desprendida, lo que provocó una marcha y concentración de ciudadanos en Torreón exigiendo justicia. Mily murió.
También en el 2024 y también en Torreón, se denunció el caso de un perro maltratado. El animal llevaba casi dos años amarrado a un árbol y en total abandono. Lo trágico y desesperanzador es que a muchos les parece normal atar a un perro.
Otro caso muestra la degradación moral de Gerardo Humberto Herrera Escobedo, quien en marzo del 2019, en la colonia SUTERM de Piedras Negras, llamó con voz melosa a dos perritos a la cochera en la que estaba y luego de acariciar a uno en la cabeza, lo apuñaló.
Enseguida fue a sentarse a su mesa para decirle a la cámara “no se murió” y darle un trago a su bebida. Como todo fue grabado, algo habría qué decir de la calidad moral del que sostenía la cámara.
En mayo de 2025 en Saltillo, una perra y sus cachorros murieron en el incendio provocado intencionalmente en un tejabán en la colonia La Palma por varios sujetos. Un menor fue detenido y sentenciado a dos años y dos meses de internamiento en un centro para menores infractores.
Común es en Torreón el traslado de basura con tracción animal y común es el maltrato. Precisamente este año, las autoridades de Coahuila iniciaron una investigación sobre el caso del caballo maltratado por un carromatero y que se hizo viral. El propietario de un comercio de compraventa de chatarra fue quien aportó los videos y aseguró que contabilizó tres caballos distintos, todos violentados.
A estos casos emblemáticos y tristes se suman cientos y cientos más, que van de apedreos, atropellamientos, envenenamientos y torturas, hasta incluso el caso del caballo que alcoholizaron en el bar Oklahoma, aquí en Saltillo el pasado septiembre, por lo que el dueño fue multado con un millón de pesos.
En algunos municipios, las investigaciones de la Procuraduría de Protección al Ambiente (Propaec) han revelado negligencia en los propios centros de bienestar animal, donde la falta de protocolos o la omisión deliberada ha provocado muertes bajo custodia municipal.
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En estos casos, las penas podrían alcanzar hasta ocho años de prisión, según las reformas más recientes.
Anima el hecho de que el maltrato animal en Coahuila es un delito que se puede denunciar ante la Policía Ambiental o el Ministerio Público, y que hay una ley de protección animal; desanima el que como en todos los delitos tipificados, lo que impera es la impunidad.
UNA SOCIEDAD EMPÁTICA, PERO AÚN DIVIDIDA
En México, 73.4 por ciento de los adultos convive con al menos una mascota, una cifra que revela cuánto han cambiado las costumbres. Las mascotas ya no son guardianes o adornos del hogar: son miembros de la familia. Su cuidado incluye alimentación balanceada, atención veterinaria, espacios seguros y, cada vez más, educación y afecto.
Sin embargo, el crecimiento de esta cultura no ha logrado erradicar la crueldad. En los mismos barrios donde abundan las clínicas y los parques para perros, aún se escuchan historias de abandono, peleas clandestinas o atropellos ignorados. Las redes sociales, donde a diario circulan videos de rescates y denuncias, han amplificado la conciencia y la indignación.
“Tenemos leyes avanzadas, pero la aplicación es irregular”, reconocen activistas. “El problema no es sólo legal, sino cultural: hay quien sigue pensando que pegarle a un perro es corregirlo, o que soltar un gato en la calle es liberarlo”.
LA OTRA CARA DEL AMOR POR LOS ANIMALES
El auge del amor animal también ha dado pie a un mercado millonario. En México, las familias gastan cada vez más en alimento, juguetes, ropa, estética y servicios veterinarios. Pero mientras crece el consumo, la ética del cuidado avanza más lentamente. En los refugios de Coahuila, cientos de animales esperan adopción tras haber sido abandonados, maltratados o simplemente olvidados.
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Los activistas aseguran que el verdadero cambio no vendrá de los tribunales, sino de la educación. Los programas escolares y las campañas ciudadanas que enseñan a los niños el respeto por todas las formas de vida son el paso más firme hacia una sociedad sin crueldad.
Coahuila, que ya se ha puesto a la vanguardia en materia legal, enfrenta ahora un reto más profundo: convertir la empatía en hábito, y la ley en cultura. Porque mientras haya un solo animal golpeado, envenenado o abandonado, la justicia seguirá siendo insuficiente.
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