Entre la vendimia y la fe; así demuestra Saltillo su devoción a San Judas Tadeo
Con más de cinco décadas de tradición, la celebración en torno a San Judas Tadeo --con todo y novenario--, continúa congregando a cientos de feligreses en Saltillo cada año
El sol de la tarde caía sobre los toldos frente al templo de San Judas Tadeo. Entre puestos de carnitas, churros, elotes, pan y figuras religiosas, los fieles esperaban su turno para entrar con flores, veladoras o imágenes del santo de las causas difíciles. Algunos durante la misa permanecieron de rodillas, otros con lágrimas en el rostro, y otros más con la certeza silenciosa de estar cumpliendo una promesa.
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Jessica Patricia fue una de ellas. Llegó con una figura del santo entre los brazos y una sonrisa que hablaba de gratitud. Desde los 27 años vive con ataques convulsivos, y aunque el diagnóstico llegó en su etapa adulta, aprendió a aceptarlo como parte de su vida. “Yo pido mucho a él que no me dé tan seguido para poder seguir adelante y estar al lado de mi familia”, compartió. “A veces se nos complica un poco, pero no debemos renegar, sino dar gracias por lo mucho o lo poquito que tenemos”.
Mientras hablaba, sostenía con fuerza la imagen de San Judas. Decía que, para ella, lo importante no es solo pedir, sino agradecer. “Hay que darle gracias a Dios y a él por la salud, por tener vida. No nada más por uno, también por los demás. Aquí venimos todos a orar y a pedir por la familia, por los vecinos, por quien lo necesite.”
Jessica contó que desde hace años asiste a misa todos los días, aunque no siempre al templo dedicado a San Judas Tadeo. “Voy cerca de mi casa para rezar por todos, pero cada 28 de octubre vengo aquí. A veces con dolor, a veces cansada, pero vengo. No hay que perder la fe ni la paciencia. Todo se puede salir adelante si uno confía”, dijo con voz serena.
En la calle se mezclaban el humo de los antojitos, el olor del incienso y la música de los altavoces. Adultos mayores, jóvenes y familias enteras llenaban la calle José María La Fragua, donde se ubica la iglesia, en la Zona Centro de Saltillo. Este año, el novenario se realizó del 19 al 27 de octubre y la celebración principal tuvo lugar el lunes 28, con misas, pirotecnia y una vendimia que se extendió por varias cuadras.
Entre la multitud estaba también Perla, quien cumplía una manda. Por años pidió poder tener una familia. Vivió cinco pérdidas antes de que su fe se tradujera en dos hijos. “Yo no podía tener hijos y tuve amenazas de aborto, pero gracias a él se me lograron. Le prometí que si me los concedía, los iba a traer vestidos como él tres años”, dijo.
Su hija menor, de un año, vestía de blanco y verde, con una pequeña vara en la mano, símbolo del martirio del apóstol. El mayor, de cinco años, observaba con curiosidad el ir y venir de los feligreses. “Este es el primer año que la traigo a ella vestida así. Gracias a él y a Dios tengo a mis hijos y estoy bien feliz. Él es muy milagroso, por eso cada año voy a venir a darle las gracias.”
A unos metros, las filas no cesaban. Algunos buscaban la bendición de su imagen, otros encendían veladoras antes de ingresar a presenciar la liturgia. La fe, más que la fiesta, marcaba el paso. Entre el ruido de la música y el murmullo de los rezos, se percibía algo más que devoción: la certeza de creer que, incluso en los días difíciles, hay algo —o alguien— que sigue escuchando.