Un legado de cercanía y misericordia: así recuerdan al Papa Francisco en Saltillo

Coahuila
/ 21 abril 2025

Más allá de su partida, el legado del Papa Francisco deja una Iglesia en movimiento, un mensaje de cercanía y un horizonte de misericordia, afirman voces saltillenses

Aunque su voz se fue apagando con los años, su eco permanece. No por insistente, sino por verdadero. El Papa Francisco, el primero de América Latina, el jesuita, el pastor que eligió habitar la sencillez, no solo condujo a la Iglesia durante más de una década: dejó sembrada una manera de mirar al mundo, al otro y a Dios.

Tres sacerdotes con ministerios distintos —el padre Juan Antonio Ruíz, el padre Néstor Martínez Sánchez y el padre Rogelio Peralta Gómez, sacerdote maronita radicado en Saltillo— comparten en entrevista con Vanguardia una mirada íntima y profunda sobre lo que significó Francisco para ellos, para la Iglesia y para los fieles que hoy se preguntan qué nos queda después de su paso. Más allá de su fallecimiento, la conversación se centra en lo que ya transformó, en lo que nos toca custodiar y en todo aquello que deja como legado.

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FRANCISCO, EL PAPA DEL CORAZÓN

Para el padre Juan Antonio Ruiz, Francisco completa un tríptico espiritual con sus predecesores. “Juan Pablo II devolvió el alma a un mundo oprimido por ideologías esclavizantes; Benedicto XVI iluminó la razón con ideas claras frente al relativismo; y Francisco vino a darle importancia al corazón, a la bondad, a la misericordia”, resume. No fue un Papa solo de palabras, sino de gestos. “Y muchos de ellos, sobre todo al inicio de su pontificado, me impresionaron profundamente”, confiesa.

Esa misma percepción la comparte el padre Néstor Martínez, vicario general de la Diócesis de Saltillo, quien lo define con gratitud: “Ha dejado una huella imborrable. Su ministerio fue una bendición para nuestra Iglesia, siempre con humildad, valentía y ternura”. Francisco, insiste, fue un pastor con mirada de Evangelio, oído atento a los pobres y pasos decididos hacia la periferia.

El padre Rogelio Peralta, desde su espiritualidad maronita y su experiencia pastoral en Saltillo, evoca tres palabras que, para él, resumen su figura: “Sonrisa, misericordia y cercanía”. Y menciona algunos de sus gestos más representativos: su trato amable hacia los más vulnerables, la forma en que se acercaba a niños y ancianos, y la ternura con la que hablaba de quienes sufrían.

UNA IGLESIA QUE CAMINA JUNTA

Más allá de lo personal, los tres coinciden en que una de las transformaciones más profundas del pontificado de Francisco fue la sinodalidad: no como sinónimo de democracia, sino como un modo de caminar en comunión. “Gobernar con todos”, lo llama el padre Juan Antonio. Una manera de incluir, escuchar y discernir en comunidad.

Esta visión no se quedó solo en el discurso. En Saltillo, tuvo eco real. “En nuestra diócesis —explica el padre Néstor— trabajamos con un plan pastoral que camina en esa misma línea: reflexionar sobre la dignidad humana, construir fraternidad y mirar hacia un mundo mejor. Sin duda, estamos en sintonía con las propuestas del Papa”.

Por su parte, el padre Rogelio destaca también la valentía con la que Francisco abordó temas estructurales dentro del Vaticano: “La reorganización financiera fue un acto profético. Exigía transparencia en todo”.

$!El lema “Peregrinos de esperanza” guía el Jubileo 2025 convocado por Francisco. Aun después de su partida, los sacerdotes consideran que su voz sigue iluminando el camino de la Iglesia.

UN MENSAJE QUE TRASPASÓ MUROS

El impacto de Francisco no se limitó al ámbito interno de la Iglesia. Desde Roma, su mensaje atravesó fronteras y resonó incluso donde el catolicismo parecía silenciado, comentan los entrevistados. “Fue el Papa de las puertas abiertas”, dice el padre Juan Antonio. “Salió de las sacristías, habló con bondad en un mundo polarizado y nos enseñó a presentar la verdad con caridad”. Para él, en Coahuila como en cualquier otro lugar, su voz fue como agua en el desierto.

Esa apertura también transformó la vivencia cotidiana de muchas comunidades. “Su mensaje de misericordia tocó profundamente a los fieles que acompañamos aquí”, añade el padre Rogelio. “Especialmente a los jóvenes, a quienes invitaba a soñar en grande y no tener miedo de recibir a Jesús como amigo”.

LA HUMILDAD EN LOS PEQUEÑOS GESTOS

Aunque no todos tuvieron trato directo con él, los tres conservan recuerdos o anécdotas entrañables que retratan su estilo sencillo y humano. El padre Néstor relata una escena que le fue contada de primera mano: cuando un óptico de barrio en Roma se negó a cobrar por reparar los lentes del Papa, Francisco insistió en ir personalmente a pagarle, generando sorpresa entre quienes por ahí se encontraban. “Ese tipo de cosas no se ven todos los días —dice—. Era su manera de enseñar sin palabras”.

El padre Juan Antonio rememora una frase que un compañero suyo recibió como consejo personal del Papa: “Sonríe más”. “Fue una respuesta sencilla —afirma— pero también un programa de vida”.

El padre Rogelio aporta momentos con calidez y humor. Uno de ellos ocurrió en León, Guanajuato, cuando el Papa visitó el Santuario del Cristo Rey. El obispo anfitrión le presentó a monseñor Villalobos, de Saltillo, como el más longevo de México. Francisco, con su habitual espontaneidad, comentó: “Mucho chile, mucho chile”. A lo que el obispo respondió: “Nada de chile... mucho tequila”. La escena provocó una carcajada colectiva. Y es que, a veces, la cercanía también se predica con risa.

Otro gesto profundamente simbólico ocurrió al inicio de su pontificado. “No quiso usar las tradicionales zapatillas rojas —recuerda el padre Rogelio—. Mandó a reparar sus propios zapatos y pidió que les pusieran media suela. No era un simple detalle: era su manera de mostrarnos que el servicio está por encima de los símbolos”.

$!El Papa Francisco saluda a una multitud desde el Vaticano, con una sonrisa que se volvió emblema de su cercanía pastoral. Su estilo sencillo y directo marcó una nueva forma de relacionarse con los fieles.

EL RUMBO QUE QUEDA POR DELANTE

Con la partida de Francisco, la Iglesia entra en una etapa de espera. Para algunos, también de incertidumbre. ¿Quién recogerá su impulso? ¿Qué rumbo tomará el rebaño sin este pastor?

“El Papa no solo dejó decisiones, dejó un espíritu”, reflexiona el padre Juan Antonio. “La sinodalidad, el rostro misericordioso, la firmeza ante los abusos... eso ya está sembrado”. “Francisco fue misericordioso, sí, pero también tuvo la claridad y el coraje de enfrentar los momentos más dolorosos de la Iglesia. No toleró los abusos, ni el silencio cómplice, ni el desorden en el manejo del dinero. Su estilo fue firme cuando la verdad lo exigía”, apunta el padre Juan Antonio.

El padre Rogelio aporta una mirada esperanzadora: “Más que un vacío, nos deja un testimonio de entrega, amor y servicio. Ahora nos toca agradecer y orar para que Dios nos conceda un nuevo Papa según su corazón”.

En esa misma línea, el padre Néstor señala: “Aunque su voz ya era frágil, su palabra sigue resonando. Sus encíclicas, sus gestos, su cercanía... son una herencia que debemos custodiar. Su mayor legado es una Iglesia que se sabe fraterna, compasiva y en salida”.

$!El padre Rogelio Peralta Gómez, sacerdote maronita radicado en Saltillo, resume el legado de Francisco con tres palabras: sonrisa, misericordia y cercanía. Sus gestos, dice, conmovieron especialmente a los jóvenes y a los más vulnerables.

PEREGRINOS DE ESPERANZA

Antes de morir, el Papa Francisco convocó al Jubileo 2025 con un lema que hoy adquiere un nuevo peso: “Peregrinos de esperanza”. Y esa frase, más que un eslogan litúrgico, se vuelve una brújula para el momento que vivimos, señalan los sacerdotes.

Ser cristianos de oración e hijos misericordiosos”, recuerda el padre Rogelio. “Caminar al lado de los hermanos, en sinodalidad. Confiar en que Dios no defrauda”.

El Papa ya no está. Pero su ternura, su mirada, su fe y esa forma suya de hacernos sentir que todos cabemos en la Iglesia... siguen de camino con nosotros. Como quien deja una lámpara encendida antes de salir, para que sepamos regresar sin tropezar, de Francisco, de Jorge Bergoglio, nos queda su ternura, su claridad, su rebeldía amorosa. Pero, sobre todo, nos queda la tarea de no callar donde él habló, de no retroceder donde él dejó puertas abiertas.

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