Manuel Negrete, una leyenda de México 86
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El volante recuerda paso a paso cómo hizo estallar de júbilo al Azteca en los octavos de final del Mundial 1986.
México, D.F. .- Imagina que tus sueños se hacen realidad. Imagina que lo que hiciste en una tarde, una tarde del 15 de junio de hace 25 años, repercutirá para toda tu vida.
El tiempo se detuvo al minuto 34 del juego por los octavos de final de la Copa del Mundo entre México y Bulgaria.
En ese momento, Manuel Negrete pasó de ser un simple seleccionado a leyenda, a la leyenda del gol más hermoso del Mundial de México 1986.
"¿Qué cuál es más bonito, el de (Diego Armando) Maradona (a Inglaterra) o el mío? Hasta la pregunta es necia... el mío. Además, a Diego, esa tarde, no le hicieron el doping; bromea Manolo Negrete, a quien parece que el tiempo lo ha respetado, apenas unas canas se asoman por su cabellera, fuera de eso, es el mismo tipo que hoy hace 25 años, paralizó a un país".
"Sigo viviendo de ese gol", confiesa Manolo, quien porta la camiseta con el número 22, ese 22 que hizo tan famoso. "Y vivo de él porque hoy los niños, los jóvenes que no me vieron jugar saben de mí por ese instante. La tecnología hace maravillas". La obra de arte se culminó al minuto 34, pero Manuel, el zurdo volante surgido de los Pumas, recuerda lo sucedido, "digamos, dos minutos antes".
La historia la ha contado cientos de veces, y lo hace con la misma pasión. "Y todo comenzó cuando Félix Cruz rechazó la pelota, en plena área de México. Le llega a Rafael Amador quien se le da a Tomás Boy y de primera me la toca, al cerebro claro (es broma) al centro del campo. De inmediato abro a la izquierda a Raúl Servín, quien salió rapidísimo y se va hasta el tiro de esquina, quiso centrar pero un jugador búlgaro rechazó la pelota. El balón iba a la media cancha, pero Carlos Muñoz, que estaba re grandote se levanta y corta con la cabeza. La pelota va al área y le cae a Hugo Sánchez, estaba de espaldas Hugo y quiere dar la vuelta, pero un defensa se le barre... y aquí viene lo bueno".
Manolo se emociona a cada palabra que pronuncia. Toma aire y continúa: "¿En qué íbamos?, Ah, sí... La pelota sigue siendo de México, le cae a Amador, pero Rafa y yo nos conocíamos con los ojos cerrados, y sabe dónde me iba a parar, hasta ahí me llega la pelota, la tengo de espaldas, veo a un búlgaro enorme que me quiere detener, jalo la pelota y en el mismo momento la toco por arriba a Javier Aguirre, El Vasco me la devuelve, una jugada de entrenamiento y ahí...".
Ahí la historia puso un punto y aparte, ahí, Negrete vio cómo su vida pasaba enfrente de sus ojos. "La prendo de media tijera, de volea y va allá [señala] a la derecha del portero. Al momento en que sentí el balón, pensé: va a entrar".
Golazo, golazo de historia. Golazo que hoy cumple 25 años. "Veo que entra y... No te imaginas lo increíble que es ver como al caer el gol, la gente reacciona. El Azteca se puso de pie. Todos, los cientos y tantos que llenaron el estadio se levantaron al mismo tiempo. Fue como si yo mismo accionara un botón".
Pero no todo acabó ahí, vino el festejo, "el famoso jalón de greñas de Aguirre -recuerda Manolo-. No sé por qué lo hizo, días después me dijo que estaba tan emocionado que fue lo que le salió del alma, era la consecuencia de todo lo que habíamos practicado".
El Azteca vibraba, los decibeles salían del control lógico, todo era algarabía, pero "yo no oía nada. El Azteca se cayó, y a mí, bueno... no sé si se me cayó algo. Pero no oía nada, me oía a mí mismo, quizá estaba en contacto con toda la gente, pero en silencio".
"¿Sabes? Ese gol me cambió la vida. Como te dije, vivo de él. ¿Es algo bueno; algo malo? Quién sabe. Y es que hice más cosas en mi carrera de 20 años que sólo ese gol. No lo recuerdan, pero soy el máximo goleador mexicano de los Pumas. Nadie se me acerca en ese rubro. Fui campeón con Pumas, con Atlante, jugué en Europa, en Portugal [Sporting de Lisboa] y España [Sporting de Gijón], pero bueno, lo entiendo, lo que haces en un Mundial, queda en la memoria de todos".
Hay quienes sueñan con volar y lo logran y Manuel Negrete nunca se imaginó que hace 25 años, al minuto 34 de juego, su gol, ese gol que salió de practicar futbol-tenis, lo metería a la historia.
Y no es el mejor, asegura manolo
Hoy se conmemoran los 25 años del emblemático tanto ante Bulgaria en los octavos del Mundial disputado en México en 1986, pero para Manuel Negrete, el mejor gol de su carrera no fue ese: "El gol que me gusta más fue en las semifinales de la 84-85 contra Puebla. Fue de cuatro toques y todos los hice yo. Estaba de espaldas a la portería de Celestino Morales, la controlé, le hice un `sombrerito' al defensa y con la cabeza la acomodé para anotar de chilena. Ese fue el mejor gol de mi carrera".
Aún duele eliminación en penaltis
Después de la algarabía, llegó la calma y después de la calma, la tormenta. ¿Qué es lo que pasó en México 86 que la Selección Nacional simplemente no pudo llegar a más?
A casi 25 años de distancia de la eliminación en penaltis ante Alemania, el sabor amargo todavía queda en Manuel Negrete, quien asegura que ese equipo dirigido por Bora Milutinovic, "podía ser campeón del mundo".
La pregunta también es recurrente para aquel famoso número 22. "Por qué no lo logramos si había tanta calidad, si estábamos en casa, con todo a nuestro favor. La respuesta... pues es fuerte pero es la realidad: No supimos ganar". El segundo esfuerzo, ese que tienen los grandes, "nunca llegó".
Todo se decidió en Monterrey, muy lejos del Azteca, ante el equipo del Káiser Franz Beckenbauer. "Los famosos penaltis, qué te digo. La explicación es que... tiraron jugadores que no debían hacerlo. ¿Dónde estaban nuestros delanteros? dónde estaba Tomás Boy, Hugo Sánchez, Luis Flores, ¿dónde?".
Manolo se pierde en sus pensamientos, esa tarde en el Universitario (21 de junio) aún duele. "No tuvimos paciencia, serenidad, sabiduría. Como lo de Javier Aguirre. Si en el primer tiempo expulsan a [Thomas] Berthold, pues no te hagas expulsar y ahí se nos va un gran hombre, una gente que hubiera tirado un penalti".
En la serie, "el segundo esfuerzo es lo que marca la diferencia. Tomás dijo: `no aguanto más' y pidió su cambio; Hugo, el máximo ídolo, Hugo... simplemente no estaba y Luis Flores, con gran olfato goleador, no jugó por su tema con Bora. En fin. Ni Fernando Quirarte y menos Raúl Servín, tenían la costumbre de tirar penaltis, si a mí, que los cobraba siempre me costó un... mucho, imagínate a ellos".
Si hubiéramos pasado, "pero el hubiera no existe. Mira, hubiéramos ido contra Francia y en el Azteca [aunque en realidad se habría jugado en el Jalisco] teníamos mucha ventaja. Luego la final contra Argentina. Tú dirás, era imposible, pero no, en ese ciclo los enfrentamos cuatro veces y nunca nos ganaron, en fin".
Si contra Bulgaria, vivió un sueño, contra Alemania "fue una pesadilla".
Manolo fue el único en anotar. "Cumplí, y no me desmarco de mi grupo, todos fallamos, pero al menos, me queda el consuelo que anoté mi gol".
Quizá lo peor de todo es que cuatro años después, toda esa generación se perdió cuando México fue descalificado por el famoso caso de los cachirules. "Para el Mundial del 90 [en Italia], además de los veteranos venía una gran camada como Jorge Campos, Alberto García Aspe, Luis García. Hubiéramos formado una gran Selección, pero los errores de algunos echaron a perder un gran trabajo".
Hoy espera que esos errores no se repitan. "Lo que pasó con los cinco muchachos contaminados con carne es algo lamentable, ojalá que esto no trunque una gran carrera. Confío en la honestidad del futbol mexicano, pero ojalá que estos errores se alejen, porque el futbol es muy lindo, para mancharlo".
- ¿El futbol es un gran amante?
- Claro, el futbol nada te reclama, no se enoja. Claro, a veces te da algunas derrotas, hay sinsabores, pero agradezco este romance. La familia del futbol es enorme, y en esta la mayoría queremos que se hagan las cosas para bien.
La playera, en el Estadio Azteca
Ha existido una cierta polémica por la famosa camiseta utilizada en el juego contra Bulgaria. La realidad es que está en el museo del Estadio Azteca. "La cambié en el túnel con el 16 de Bulgaria, quien ni había jugado. 20 años después viene una reportera de allá y me contacta con aquel jugador quien me envía la playera y yo de inmediato la doné al museo del Estadio Azteca. Ahí me di cuenta que el color del número es diferente al que jugamos aquel día. Era verde y jugamos de rojo. Quizá se decoloró, pero es esa. No la vendí ni nada. Esa playera está en el Azteca".