Nelson Piquet, el aguerrido piloto brasileño cumple 65 años

Automovilismo
/ 16 agosto 2017

En la pista, Piquet no sólo protagonizó disputas célebres con Mansell, sino incluso una pelea en el Gran Premio de Hockenheim de 1982 con el chileno Eliseo Salazar, al que el brasileño atacó a puñetazos después de una colisión.

La sensación de ganar es inimaginable""...

Piloto aguerrido y ganador en los años dorados de Brasil en la Fórmula 1, a Nelson Piquet le precedía en el circuito además la fama ser a menudo inclemente debido a su ambición desmedida en la búsqueda del éxito.

A finales de los 80 lo vivió en carne propia el británico Nigel Mansell, campeón del mundo como Piquet y protagonista de grandes duelos con el brasileño, cuando ambos corrían para Williams. Según cuenta la leyenda, el piloto natural de Río de Janeiro le llegó a esconder el papel higiénico a Mansell en el baño de la escudería.

"No quiero ser amigo de nadie", explicaba entonces el brasileño, que mañana (17 de agosto) cumple 65 años. "Yo quiero ganar”.

Esa ambición lo ayudó a lograr tres títulos mundiales (1981, 1983 y 1987), tantos como su mítico compatriota Ayrton Senna, y 23 Grandes Premios. Al podio se subió 60 veces, incontables son las ocasiones en las que se peleó con sus colegas.

"La sensación de ganar es inimaginable", contaba Piquet sobre su motivación. "A veces me oriné en los pantalones en la ronda de salida”.

En la pista, Piquet no sólo protagonizó disputas célebres con Mansell, sino incluso una pelea en el Gran Premio de Hockenheim de 1982 con el chileno Eliseo Salazar, al que el brasileño atacó a puñetazos después de una colisión, o una legendaria maniobra con la que superó al mismísimo Senna en Hungría en 1986, considerada por algunos como el mejor adelantamiento de la historia.

Hasta hoy, Senna es adorado casi sin matices en el Brasil del automovilismo, mientras que las opiniones sobre Piquet suelen estar más divididas, por su carácter explosivo y polémico.

Nacido como Nelson Souto Maior e hijo del entonces ministro de Salud Estácio Gonçalves Souto Maior, el piloto carioca adoptó para competir el apellido de soltera de su madre.

Nelson Piquet mostraba desde pequeño también talento en el tenis, pero al final se impuso su fascinación por los motores, alimentada entonces por la estrella de su compatriota Emerson Fittipaldi en la Fórmula 1.

Piquet debutó en la categoría reina del automovilismo en 1978 y ya tenía planes de retirarse cinco años después, en 1983, después de ganar su segundo campeonato. Cansado de los viajes, según decía.

Su amigo Niki Lauda, el mítico piloto austriaco de Ferrari y McLaren, lo convenció entonces de comprarse un jet privado para poder viajar con mayor comodidad por el mundo.

Después de sufrir un grave accidente en 1987 en el circuito de Imola -el mismo en el que se mataría Senna en 1994-, Piquet corrió todavía hasta 1991, sobre todo por dinero, según aseguraba.

Imola y otro accidente sufrido en 1992 cuando entrenaba para las 500 millas de Indianápolis le dejaron marca. "Después de ese accidente, mi visión nunca volvió a ser la misma, perdí en parte la noción de profundidad (visual)", explicó más adelante sobre las secuelas de lo ocurrido en 1987.

Económicamente, el piloto que se crió en Brasilia aseguró su futuro ya durante su carrera deportiva. Además de administrar autódromos y otros negocios relacionados con el automovilismo, Piquet gana dinero sobre todo con una empresa de sistemas electrónicos de localización.

En su país la Fórmula 1 parece haber dejado atrás sus años de gloria. En el Mundial compite en este momento sólo un brasileño, y sólo gracias a que Felipe Massa fue reactivado este año en último minuto, cuando ya había anunciado el fin de su carrera.

Y debido a que el piloto de Sao Paulo no pudo correr por problemas de salud, el reciente Gran Premio de Hungría fue el primero desde San Marino en 1982 en el que en la parrilla de salida de la Fórmula 1 no hubo un brasileño. Aquel fin de semana, Piquet estuvo ausente por una suspensión.

Ya sin grandes estrellas y con el país sumido en una aguda crisis económica, el automovilismo pierde cada vez más televidentes en Brasil, parada fija de la Fórmula 1 desde 1973.

En los últimos tiempos se llegó incluso a especular con la posible venta del mítico circuito de Interlagos en Sao Paulo, criticado a menudo por los organizadores por la falta de modernización.

De la gran era brasileña en la Fórmula 1 quedan por ahora sobre todo los recuerdos, entre ellos la mordacidad del indómito Piquet. Preguntado una vez sobre quién creía que era el mejor piloto, el paulista Senna o él, el carioca se limitó a responder: "yo sigo vivo".

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