Vuelve la NFL, una liga entre sombras

Fútbol Americano
/ 18 septiembre 2015

Sobre la cancha estará mañana el quarterback Tom Brady después de que un juez decidiera levantarle la sanción de cuatro partidos que le impuso la NFL.

Miami, EU.- Todo lo que rodea a la NFL resulta sospechoso. Mañana comienza una nueva temporada de la liga de fútbol americano y quizás lo deportivo disipe las sombras que se ciernen sobre su organización, su comisionado, su campeón y su estrella.

La liga de fútbol americano es la más popular en Estados Unidos, la que más ingresos genera -11,000 millones de dólares al año- y también la más polémica.

Tras un año marcado por los escándalos de violencia doméstica de algunos profesionales y por la laxa reacción inicial de la NFL, ahora todo gira en torno a si la dinastía de los New England Patriots, actuales campeones y el equipo más exitoso del siglo XXI con cuatro títulos en 14 años, se forjó con la ayuda de trampas.

Sólo en Foxborough y en toda la región de Boston, donde mañana los Patriots abren la temporada ante los Pittsburgh Steelers, se cree en el equipo, rodeado de sospecha.

"Cuando uno ha sido tan exitoso como nosotros durante tantos años, la gente trata de tumbarte de alguna manera", dijo al diario "USA Today" Rob Ninkovich, jugador de los Patriots.

Sobre la cancha estará mañana el quarterback Tom Brady después de que un juez decidiera la pasada semana levantarle la sanción de cuatro partidos que le impuso la NFL por su participación en la trama para desinflar las pelotas por debajo del nivel permitido para favorecer su agarre en un partido de la campaña pasada.

El juez criticó el proceder de la liga en un proceso disciplinario en el que, como es habitual, el comisionado, Roger Goodell, fue fiscal, jurado y ejecutor de sentencias, pero no entró a valorar si Brady es o no inocente.

"Aunque estoy encantado de poder jugar de nuevo, siento que nuestra liga tenga que soportar esto. No creo que haya sido bueno para nuestros deporte. En cierta manera todos hemos perdido", dijo el ya mítico Brady, cuyo legado siempre estará marcado por un asterisco.

Ni los Patriots es un equipo cualquiera ni Brady un jugador más: el marido de la modelo brasileña Giselle Bündchen jugó seis Super Bowls, ganó cuatro títulos, tres premios MVP en las finales y ostenta los récords de yardas ganadas y de pases para touchdown en los playoffs. El Lionel Messi, el Roger Federer o el LeBron James del fútbol americano, bajo sospecha.

Sea o no culpable Brady, siempre se recordará que destruyó su teléfono celular, en el que estaban los mensajes intercambiados con los dos empleados que desinflaron las pelotas.

El escándalo, denominado "Deflategate" por los medios estadounidenses, hizo que hubiera llamados para que los Patriots no jugaran el último Super Bowl. La polémica se arrastró toda la pretemporada por los tribunales y aún se alargará más, porque la liga ha recurrido la decisión judicial.

El martes, además, ESPN publicó una investigación que explica el celo de Goodell contra los Patriots en el "Deflategate" como compensación tras una supuesta ayuda de la liga para mitigar la gravedad del "Spygate": en 2007 el técnico de los Patriots, Bill Belichick, fue sancionado por grabar las señales defensivas de los New York Jets.

Según ESPN, fueron hasta 40 los partidos grabados y entre las "tácticas" se contaba el robo de las páginas donde los rivales anotaban sus jugadas.

Acusaciones anónimas sin evidencias que rechazan los Patriots pero que dejan una sombra cada vez más oscura sobre el mejor equipo de la liga.

"Espero que la atención de los fans de la NFL pueda volver adonde merece", dijo Brady, que lo niega todo y quiere pasar página para que vuelva a mandar lo deportivo.

Con el óvalo ya de mano en mano se volverá a hablar de si los Patriots revalidan el título -y si lo hacen legalmente-, de si Peyton Manning puede dar aún un trofeo a los Denver Broncos en el final de su carrera o de si ambos quarterbacks dejan definitivamente paso a los jóvenes Russell Wilson (Seattle Seahawks) y Andrew Luck (Indianapolis Colts).

El poder del fútbol americano en Estados Unidos es tal que resiste cualquier escándalo. La salud financiera es fantástica y se espera que en los próximos diez años se pase de los 11.000 millones de ingresos actuales a los 25.000. Parece cuestión de tiempo que se amplíen de 12 a 14 los equipos que disputan los playoffs, así como la recuperación de un equipo para el gran mercado de Los Angeles.

El dinero, los engaños, las disputas judiciales y las dudas sobre la integridad dejan paso, por fin, al deporte. La meta, el Super Bowl del 7 de febrero de 2016 en San Francisco.

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