Havelange cumple 100 años con su imperio maculado
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El ex presidente de FIFA está hoy salpicado por denuncias de corrupción al igual que buena parte de los dirigentes de la entidad, cuya presidencia honoraria Havelange abandonó.
El brasileño Joao Havelange llega a los 100 años de vida con el imperio en el que transformó a la FIFA envuelto en el peor escándalo de su historia, y uno de sus mayores sueños a punto de realizarse, pero sin la gloria con que fue imaginado.
El 5 de agosto comenzarán en su Río de Janeiro natal los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica, un deseo que Havelange pidió en 2009 al Comité Olímpico Internacional (COI) en su calidad de miembro más antiguo.
El carioca nacido el 8 de mayo de 1916 tomó la palabra en el Congreso de la entidad de aquel año para pedir a sus colegas que le hicieran un regalo en su centenario: ver el mayor evento deportivo del planeta ser realizado en el estadio que lleva su nombre.
Hoy, la arena popularmente conocida como "Engenhao" se prepara para ser una de las sedes de Río 2006, pero el nombre de Havelange fue virtualmente quitado y durante los Juegos sólo será llamado Estadio Olímpico.
Además, Havelange ya no integra el COI. Dejó su puesto como decano en 2011 alegando motivos de salud. Su salida interrumpió una investigación que llevaba adelante el comité de ética del organismo sobre denuncias de corrupción realizadas por el periodista británico Andrew Jennings.
Comenzaba ese año el ocaso del dirigente que durante casi un cuarto de siglo comandó con mano dura y métodos polémicos la poderosa FIFA, hoy más cerca de ser una organización delictiva que una entidad volcada a regir el deporte más popular del mundo.
Entre 1974 y 1998, el hijo de un comerciante de armas belga manejó un "ménage à trois" entre el fútbol, las empresas de marketing deportivo y la televisión que convirtió a la FIFA en una fuente inagotable de riqueza y un núcleo insaciable de poder.
Paralelamente, con sus dotes de visionario, su proverbial vanidad, sus cuestionado métodos y su peculiar mezcla de autoridad con autoritarismo, Havelange se forjó a sí mismo como "el hombre más poderoso del fútbol del siglo XX", como lo definió el director del libro "Jogo Duro" (Juego Duro), Ernesto Rodrigues, que cuenta su historia.
Su estirpe de caudillo, sin embargo, venía de antes de llegar a la sede de la FIFA en Suiza, donde se convirtió en el primer sudamericano en presidir la entidad.
Fue al frente de la Confederación Brasileña de Deportes (CBD), hoy Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), que presidió entre 1958 y 1974, que Havelange dio el gran salto que lo llevó a la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
Durante esos 16 años, la selección brasileña, iluminada por la estrella del "rey" Pelé, se convirtió en mito. De los cinco mundiales disputados en ese período, Brasil conquistó tres: Suecia 1958, Chile 1962 y México 1970.
Impedido por su padre de practicar fútbol profesional e incitado a hacer natación para poder participar en Juegos Olímpicos, Havelange se introdujo en ese deporte a los 10 años y llegó a representar a Brasil en los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936.
También participó en los Juegos de Helsinki 1952 como jugador de wataerpolo, deporte con el que obtuvo su mayor conquista: una medalla de bronce en los Panamericanos de Ciudad de México, en 1955.
Con el mote de vencedor que le concedió la época de oro de la "canarinha", Havelange desbancó al entonces presidente del ente rector, el inglés Stanley Rous, con la promesa de ampliar el número de cupos en los Mundiales de fútbol.
Durante su gestión, no solo cumplió esas promesas, sino que además introdujo cambios que revolucionaron tanto al deporte como a la entidad. Los buenos resultados, sin embargo, se vieron empañados por la forma de alcanzarlos.
"Él no necesitaba negociar, él informaba la decisión", reveló en un documental sobre Havelange su sucesor en la FIFA, el suizo Joseph Blatter.
El ex presidente de FIFA está hoy salpicado por denuncias de corrupción al igual que buena parte de los dirigentes de la entidad, cuya presidencia honoraria Havelange abandonó, por esa misma razón, en 2013.
Lejos de los reflectores desde entonces, sin participar y sin siquiera ser nombrado en el marco de los preparativos de unos Juegos de Río 2016 que él hizo posible, el controvertido dirigente que exhalaba autoridad conmemora un siglo de vida con un sueño semi cumplido y un legado en tela de juicio.