Centro Cultural Vito Alessio Robles: de casa a cárcel, de cárcel a refugio, de refugio a galería de arte

Centro Cultural Vito Alessio Robles: de casa a cárcel, de cárcel a refugio, de refugio a galería de arte

Si las paredes hablaran, ¿cuántas historias nos contarían los muros del Centro Cultural Vito Alessio Robles? En ellos se guardan anécdotas familiares y hasta las reflexiones de un preso; desde un cura escribiendo su sermón, hasta una estudiante subrayando un libro; de encerrar cuerpos a liberar ideas. Así ha sido la transformación de este lugar a lo largo de más de 200 años

Historias de Saltillo
/ 23 mayo 2025
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En un inicio este sería un reportaje sobre un elefante perdido en Saltillo. Vendrá después, ya que hace algunas noches, en una cena casual en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, o “El Vito”, como le dicen con cariño, el edificio me pidió que contara su historia.

Ahí entendí que estaba en una casa donde han dormido soldados, rezado seminaristas, llorado presos y ensayado artistas. Una casa que ha sido cárcel, cuartel, seminario, palacio municipal, biblioteca y galería. La casa que nunca ha sido solo una cosa.

Ubicada en la esquina de Hidalgo y Aldama, en el corazón del centro histórico de Saltillo, esta casona fue descrita por el historiador Charles Harris III como “la casa particular más grande del mundo de la que se tenga noticia” pues en su momento, abarcaba más de 550 metros cuadrados de construcción; así que si alguna vez esperaste el transporte público en esa esquina, como yo, en algún momento mientras estudiaba, déjame contarte que estuviste parado a las afueras de la casa más rica del país.

$!Fragmento de un plano urbano donde aparece el antiguo inmueble hoy conocido como Vito Alessio Robles. Cada trazo encierra siglos de transformación: del latifundio al cuartel, de la celda al aula, del silencio al arte.

Antes de comenzar, quisiera mencionar que muchos de los datos aquí contados me fueron compartidos por Concepción Recio, autora del libro “Centro Cultural Vito Alessio Robles, el indescifrable aroma del tiempo”, que elaboró hace algunos años con el apoyo del municipio de Saltillo.

Dicho esto, les cuento que todo comenzó en 1777, cuando esta casona aparece por primera vez en la historia, registrada durante un censo como parte del patrimonio de doña Leonarda Sánchez Navarro, perteneciente a una familia que llegó a tener uno de los latifundios más grandes del país.

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Su hermano, dueño del recinto, el cura José Miguel, vivió ahí hasta su muerte en 1821, por lo que tal vez alguna vez escribió un sermón en el mismo sitio donde hoy se apoya un músico para afinar su guitarra. A su muerte, esta fue heredada a sus parientes más cercanos.

Décadas después, reaparece en la historia local cuando en 1846, durante la invasión estadounidense, soldados del Batallón de Artillería del Ejército de Estados Unidos ocuparon esta casa como uno de sus tres cuarteles principales, pues como una forma de mantener su riqueza y poder, la familia apoyó a Santa Anna, al igual que al ejército norteamericano.

El teniente John J. Peck hizo un plano de la ciudad y ahí aparece la casa, junto a la plaza principal. Así, en los patios en los que los hijos de Doña Leonarda alguna vez corretearon y jugaron, los soldados norteamericanos, listos para la batalla, esperaron órdenes.

$!Frente a la Catedral de Santiago, la calle Hidalgo fue testigo del ir y venir de carretas, militares, prisioneros y ciudadanos. A la izquierda, el edificio que hoy alberga al Centro Cultural Vito Alessio Robles, cuando aún no sabía que un día sería galería de memorias.

Más tarde, en 1866, parte de la propiedad fue confiscada a la familia por traicionar a la nación. Sus propiedades se fraccionaron en lotes y se pusieron a la venta.

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En 1872, la parte principal del edificio, por la entrada de la calle Hidalgo, se convirtió en el Palacio Municipal de Saltillo donde el alcalde tenía su oficina; y más adelante, hacia 1881, cuando la cárcel municipal estaba ubicada en la esquina de General Cepeda y Castelar pasa a convertirse en penitenciaría a manos del estado, la parte secundaria de “El Vito”, con entrada por la Calle de Bravo, tomó su lugar.

La gente bautizó a esta carcel local como el “Hotel Bravo” y ahí se encerraba a quienes cometían delitos menores, aunque muchas veces quienes amanecían tras las rejas no eran criminales, sino fiesteros sin suerte. El arquitecto Marco Flores, recuerda que hasta los años 80 era común ir a buscar a su compañero de la facultad que detenían por “andar en la jarra” y negociar su salida.

En 1907, un ala del edificio, donde actualmente se encuentra una logia masónica, sobre la calle de Bravo, fue donada por Trinidad Maas y el obispo Jesús María Echavarría para funcionar como seminario. Así durante un tiempo los presos, el alcalde y los seminaristas fueron vecinos.

Durante la Revolución Mexicana, la casa fue tomada por el gobierno. Una reja en la calle Aldama aún tiene la cicatriz de una bala, testimonio de los enfrentamientos entre carrancistas y huertistas.

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En un plano elaborado por Vito Alessio Robles en 1934, se ubica como parte del Palacio Municipal, con oficinas, comandancia y celdas. Ahí mismo, según relata Concepción Recio, estaba la peluquería para los presos, donde un personaje apodado “El Chacuis”, cortaba el cabello hasta a los policías, según el testimonio del periodista Carlos Gaytán, rescatado por la escritora.

Después de casi 100 años de haber comenzado a funcionar como cárcel y haber pasado por una larga temporada de olvido, donde nadie se animaba ni a darle una manita de gato, finalmente sufrió una gran intervención.

$!El patio del Vito, en sus años como cárcel y comandancia, albergó cuerpos uniformados y órdenes rígidas. Este retrato policial guarda la huella de una época en que la vigilancia y el encierro formaban parte de la vida cotidiana del edificio.

Según Marco Flores, se cambiaron todos los aplanados, se renovaron los techos y se instaló un sistema eléctrico completamente nuevo para luego en 1987 ser inaugurada en ese ala la biblioteca municipal Elsa Hernandez de las Fuentes.

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En 1973, llegó el arte a manos de la muralista Elena Huerta que comenzó a pintar un mural que recorre 400 años de historia de la región. Lo terminó en 1975. Es el mismo que actualmente viste las paredes del patio, cubriendo muros y escaleras como una piel colorida.

A finales de los setentas, las oficinas del Ayuntamiento se trasladaron al bulevar Francisco Coss y la parte del edificio de Hidalgo y Aldama se convirtió en las oficinas de la Dirección de Educación, luego Secretaría de Educación Pública.

Conchita Recio, recuerda que su primer encuentro con el lugar fue en 1983, a bordo de una de esas combis verdes antiguas. Al entrar, vio los murales y quedó impactada. “Se me quedaron verdaderamente grabados en la mente”, dice.

Fue hasta 1998 cuando la Secretaría de Educación se mudó y comenzó la restauración del edificio para convertirse en el hoy centro cultural. El 26 de marzo de 1999, con la presencia del presidente Ernesto Zedillo, se inauguró oficialmente el Centro Cultural Vito Alessio Robles. Desde entonces, ha sido sede de presentaciones de libros, conciertos, talleres, exposiciones, y mil historias más.

$!Plano de Saltillo realizado por Eduardo R. Laroche en 1902. En él, el edificio aparece como “Penitenciaría” (letra C), rodeado de símbolos del poder civil, religioso y militar. Una pieza clave para entender cómo el Vito fue moldeado por las tensiones de su tiempo.

Aunque ha sido restaurado varias veces, mucho de su estructura original sigue en pie como puertas de mezquite, muros de adobe y piedra, ventanas con rejas de herrería que han visto siglos pasar.

Para mí, el Vito no es solo un edificio. Ahí vi nacer mi carrera como periodista con la primera nota impresa en un periódico. Conozco gente que ahí vio su primera obra de teatro, su primera exposición, su primer poema leído en voz alta. Gente que llegó por accidente... y se quedó horas.

Como bien dijo Concepción Recio: “Cada momento es único e irrepetible en el Vito Alessio Robles. Así es que aquellas voces, aquellos pasos que usted va a encontrar aquí en esta historia, la viví yo durante 26 años”.

La próxima vez que pases frente al Vito, no lo veas como un edificio viejo. Míralo como una casa con memoria.

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Reportera apasionada, desafiante y polifacética por naturaleza. Egresada de la Universidad Interamericana para el Desarrollo con experiencia en cobertura de política y locales.

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