El Hospital San Vicente de Paúl: un recuerdo neoclásico de Saltillo que nació y murió en el siglo XX
Si las casa es “nuestro rincón del mundo”, como decía Gastón Bachelard, qué será entonces un hospital. ¿un borde al que somos arrojados?, ¿una frontera hostil?, ¿un umbral liminal?, ¿un motel de carretera para Eros y Tánatos?, ¿un mero edificio destinado a la salud y la enfermedad?
No lo sé. Que vengan otros a iluminarnos y conferirnos respuestas. Yo aquí estoy para conversar con el rastro impreciso de las cosas que alguna vez habitaron en Saltillo.
Hace poco vi en internet fotos y artículos del Hospital San Vicente de Paúl. La fotografía más famosa del lugar fue tomada por el gran Alejandro Carmona.
Incluí una lacónica descripción del hospital en una lista que publicamos a finales de agosto de 2024 sobre lugares de la ciudad que desaparecieron, fueron derrumbados y dejamos morir. Al platicar sobre este recinto con algunas personas, me llamó la atención casi nadie recordaba o sabía de la existencia de este centro de salud. Yo tampoco conocía mucho al respecto. Así que investigue un poco más y aquí estamos para extender esa historia.
La mayor parte de la información en este artículo proviene de las ediciones de verano de 2015 y el primer cuatrimestres de 2020 de la Gazeta del Saltillo. En ambos números el arquitecto José Darío Saucedo García escribe a detalle sobre el lugar. Un pequeño y sensible paréntesis. Este señor se ha desempeñado como secretario de la Asociación de Cronistas e Historiadores de Coahuila, A.C.. Además es padre de mi amigo Omar Saucedo, quien este 2024 cumplió 15 años de trayectoria en Vanguardia y sin duda uno de los mejores fotoperiodistas de Coahuila. Fin de la mención personal.
Volviendo al Hospital, también recopilé algunos datos del Diccionario Biográfico de Coahuila, de Arturo Berrueto González, aspectos diversos de notas publicadas previamente esta casa editora y el blog Saltillo del recuerdo.
El primer dato que podemos confirmar es que el principal benefactor de este proyecto fue el alemán Henry Mass, quien ya hemos contado que se casó con la saltillense Trinidad Narro en 1855 (otras fuentes apuntan a que fue después de 1870).
Al término de la primera década del siglo XX, al sur de la ciudad se comenzaron con los trabajos de desmonte y excavación para colocar los cimientos del hospital.
La ubicación elegida fue la Calzada del Centenario (hoy es la Calzada Antonio Narro) entre las calles “La penquita” (ahora es Federico Berrueto Ramón) y Fortín de Carlota. Para ubicarnos mejor, es cerca de una de las curvas que está más arriba (al sur) de la clínica uno del IMSS. Por el rumbo de la Universidad Carolina y el Centro de Internación, Diagnóstico y Tratamiento de Adolescentes Varonil Saltillo (CIDTAVIS).
La construcción arrancó en 1911. La obra estuvo a cargo del ingeniero Isidro Gelaber, quien era de origen catalán. En el proyecto también se involucraron otros nombres reconocidos en la ciudad. Francisco Narro Acuña, quien era presidente del patronato de dicho inmueble, gestionó en agosto la dotación de agua para que el hospital se abasteciera. Los estudios hídricos corrieron por cuenta de Teodoro S. Abbot, un ingeniero civil con dudoso origen, pero que transformó buena parte de Saltillo y Manuel Vitela.
Para finales de septiembre de ese año, el municipio aprobó la petición de agua bajo la condición de que la tubería que suministrara líquido al hospital, también proveyera a los ciudadanos del sur. El volumen de captación autorizado fue de 18 mil 750 litros cada 24 horas.
La construcción terminó en 1913. El espacio final “contaría con espacio suficiente para alojar 80 camas, las cuales serían atendidas por 125 especialistas. En su inauguración se lucieron sendos medallones que adornaron los frontones laterales al frontispicio del inmueble”, dice el artículo escrito por Saucedo García.
Ni este hombre versado en la historia local ni un servidor encontramos algún vestigio que hablara sobre la inauguración o ceremonia de apertura del centro de salud.
De lo que sí queda registro, es que al año de iniciar con sus funciones, pasó a ser un hospital militar.
El 29 de abril se giró una orden castrense, indicando que el nuevo director de la institución sería el doctor y teniente coronel Gilberto Cisero. En aquel entonces, Saltillo estaba tomada por las fuerzas federales bajo el mando del general Joaquín Maas Águila (sin relación con Henry), y la Guerra de Revolución estaba en su apogeo.
Así, durante 14 días, el San Vicente de Paúl fue cuartel y sanatorio de la milicia.
Durante ese periodo, algunos de los pacientes fueron reubicados en el Instituto Madero, localizado entonces en la esquina de Juan Aldama y General Cepeda.
Sin embargo, las cosas cambiaron drásticamente el miércoles 20 de mayo. Aquel día las tropas de Francisco Villa asediaron la capital de Coahuila y el ejército federal abandonó Saltillo. Mientras que algunos testimonios aseguran que esto ocurrió para no perjudicar a los civiles, en la Gazeta se menciona que Joaquín Maas sabía que los pronósticos de la batalla no estaban a su favor. De todas formas Saltillo, como muchas otras urbes, sufrió:
“En esa huida, el general Maas solapó que los hombres bajo su mando cometieran muchas tropelías, como rapiña e incendio de algunos edificios públicos y comercios”, relata el arquitecto.
Regresando a la historia del Hospital, cuatro años después de aquello, una pandemia golpeó el mundo. La influenza española afectó a 500 millones de personas y mató a 25 millones. En México las bajas fueron de 300 mil habitantes. El virus en la ciudad cobró la vida de mil 92 saltillenses.
Durante esa temporada, el Hospital San Vicente dio atención a los enfermos. Tal vez en un poco forzado, pero no importa. Si el San Vicente estuviera hoy de pie, habría atendido también a quienes se contagiaron de COVID-19, favoreciendo a la salud de los saltillenses en las dos pandemias más recientes de la modernidad. Ya veremos por qué esto no pudo ser.
De vuelta a 1918, en la ciudad de México, iniciaron las publicaciones del suplemento dominical “El Universal Ilustrado”. Un dato precisado amablemente por Saucedo García es que la publicación era dirigida por el escritor Carlos González Peña. El sitio oficial de la Enciclopedia de la Literatura Mexicana en efecto lo coloca como fundador y director y sería sucedido un más tarde por Xavier Sorondo.
El caso es que en la edición de septiembre, dicho medio extendió el siguiente mensaje en pos de la obra que nación de la filantropía de Henry Maas y Trinidad Narro.
“Se levanta este bello edificio en la parte más alta e higiénica de la población. Es de fachada elegante y artística, está construido a la moderna y sus diferentes pabellones tienen comodidad, buena ventilación y en general todas las condiciones que exige la ciencia médica moderna.”
La elegancia se puede ver en las fotografías. La arquitectura, viva desde le primer vistazo, tiene una notoria influencia neoclásica. Hay 12 enormes columnas en la fachada que dan ese aire solemne y de imponencia. Visto más de cerca, y consultado con algunos especialistas e historiadores, se aprecian ornamentos barrocos y rococó.
Destaca en lo alto una cúpula de dos cuerpos, más alta que ancha, y enfrente un ángel con las alas abiertas.
“En este estilo de construcción, las molduras, frisos y columnas tienen una presencia muy abundante. Todas las molduras exteriores e interiores de que constaba este inmueble estaban fabricadas primeramente de una estructura de madera con un refuerzo de malla metálica y la forma del tipo de moldura se le daba con un recubrimiento de estuco”, comenta Saucedo García.
Cuando el exterior del Hospital se compara con otras obras que fueron financias por el matrimonio, como el Asilo Trinidad Narro de Maas y el Santuario de Guadalupe, se puede apreciar cierta resonancia.
Años después. en 1934, en una de las alas del recinto, se alojó la recién inaugurada “Escuela de enfermería, a la que un año después el ahora gobernador Jesús Valdés Sánchez, dotó de material quirúrgico. Mediante un comunicado oficial, llamó al San Vicente como “Casa de Salud del Estado”.
Hay una fotografía cuya datación ronda la década de 1930. En ella se ve dos mujeres en primer plano, con ropas aparentemente oscuras. A su izquierda (nuestra derecha), césped y vegetación. Un poco más atrás otras dos mujeres con vestidos largos y abrigos. En el fondo, en la parte superior derecha, se alcanza a ver el pórtico del hospital justo con la leyenda enunciada por el otrora gobernante.
Sin un dato más preciso, se estima que la cúpula original se derrumbó antes de 1944. Después fue restaurada
Las condiciones del inmueble a partir de entonces fueron en picada. Quién sabe si las cosas hubieran sido diferentes con sus benefactores en vida, pero ni siquiera llegaron a verlo funcionado, pues ambos murieron en 1911.
Por ejemplo, con la llegada de la Cruz Roja Mexicana a Saltillo, se pensó en las instalaciones del San Vicente para alojarla. La primera propuesta se hizo en 1951, durante la administración de Román Cepeda Flores. Pero esto no ocurrió justamente por el deterioro del inmueble.
El estado se comprometió a hacer remodelaciones y fue así que desde 1953 y hasta 1967, dicha institución tuvo su sede al sur de la ciudad, antes de mudarse a sus oficinas en las calles de Rayón y Presidente Cárdenas.
Eso, sin embargo, marcó el inicio de su muerte, pues poco a poco quedó en el abandono. Lo demolieron en 1972.
La pregunta inicial sigue aquí: qué es un hospital. ¿Un personaje?, ¿un abismo?, ¿una contradicción?, ¿una herida tocada por la luz?, ¿un pozo de buena voluntad consumido por la burocracia? No lo sé todavía. Pero estoy seguro de que conocer la historia precisa de alguno, en este caso el San Vicente, salvar a los objetos del olvido con pláticas o artículos como este, ayudará a encontrar el rastro que sirva caminar hasta una respuesta que se revele como cierta.
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