Theodore Abbott, el ingeniero civil que le dio forma a Saltillo
Quizá su nombre te suena al de una calle céntrica, pero su obra va mucho más allá
Esta es una de las muchas historias en las que algún foráneo iba de paso por Saltillo, pero algo de este sitio le cautivó y se quedó.
A inicios del siglo XX, la arquitectura e ingeniería de la capital coahuilense estuvo liderada por extranjeros como Henry Guidon, Alfred Giles y Theodore Sperry Abbott. Este último es de quien contaremos su historia.
Muchas de las obras que realizó como ingeniero civil perduran hasta hoy y seguro las conoces. Y no hablo solo de la calle del centro histórico que lleva su nombre, sino también de su participación en la construcción de edificios emblemáticos como el de la Benemérita Escuela Normal de Coahuila y del Ateneo Fuente.
Partiendo de sus orígenes, algunas fuentes refieren que nació en Inglaterra en 1865, mientras otras aseguran que realmente fue un estadounidense que llegó al mundo en 1855. Aunque para efecto de esta nota, su cuna es poco importante cuando es evidente que Theodore Abbott adoptó la ciudadanía saltillense y lo demostró con su labor para el crecimiento del municipio.
En el Archivo Municipal de Saltillo, los primeros registros que se tienen de Abbott ejerciendo como ingeniero civil en la ciudad datan de 1897. Entre otros temas, los documentos disponibles muestran la coordinación que tuvo con el ayuntamiento municipal para trabajos de agua, drenaje, calles, vías de ferrocarril, casas, banquetas, obras de saneamiento y de plomería.
Abbot y los edificios históricos
Respaldado por sus proyectos, el reconocimiento y prestigio que Abbott alcanzó fueron tales que lo llevaron a dirigir los trabajos de construcción del edificio de la Benemérita Escuela Normal de Coahuila, que empezó a construirse en 1906. Sobra decir que incluso hoy se trata de uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
Por si fuera poco, en 1920 Abbott también formó parte de la junta que administró los fondos federales que se destinaron para la construcción del Ateneo Fuente, proyecto que estuvo a cargo del arquitecto saltillense Zeferino Domínguez, y con quien Abbott entabló una entrañable amistad.
Además de levantar un plano de Saltillo y la carta geográfica de Coahuila en 1905, también trazó el ferrocarril entre Saltillo y Torreón y el de Coahuila y Zacatecas. Que solo para poner en contexto, recordemos que se trataba del principal medio de transporte de la época ya fuera de pasajeros o para términos comerciales.
A él también se le adjudica el trazo de la parte sur de la Alameda Zaragoza (en la cual se encuentra el lago), mismo que realizó en conjunto con el ingeniero W. D. Nicholson.
Y aunque no hay suficiente información para entrar en detalle, se sabe que uno de los proyectos desarrollados por Abbott fue la instalación de la red y suministros de agua en Saltillo, que entonces fue un importante paso hacia la modernización.
La ironía del incendio
En su libro “Saltillo insólito, cien años de sucesos extraordinarios”, el autor Jorge Fuentes Aguirre, narra que la madrugada del 3 de mayo de 1980 se incendió una vieja casona en el centro histórico.
Aunque no en el momento del siniestro, Theodore Abbott había vivido en este inmueble, mismo que se consumió totalmente por el fuego, ya que los bomberos no pudieron usar el único hidrante disponible en la intersección de las calles Allende y Ramos Arizpe, porque estaba desconectado de la red de agua.
Ante el contratiempo, los uniformados tuvieron que traer el agua desde el lago de la Alameda, lo que entorpeció los trabajos para rescatar la casa.
Resulta irónico que quien haya dedicado parte de su ejercicio profesional a que Saltillo tuviera un buen suministro de agua se haya visto envuelto en una situación como esta.
Abbott sigue aquí
Ha pasado más de un siglo desde que Abbott trabajó en y para Saltillo. Falleció en 1934, un año después de que se inauguró el edificio del Ateneo Fuente, el 15 de septiembre de 1933, pero de alguna manera sigue aquí.
Aunque algunas fuentes indican que falleció en Texas, todas coinciden en que sus restos están sepultados en el panteón Santiago. Quien sabe si por voluntad propia o por decisión de la familia, pero cómo Abbott no iba a querer quedarse en la ciudad en la que dejó sus esfuerzos y conocimientos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
De Abbott, además de los restos en el panteón, queda una pequeña calle que inicia en Ignacio Allende y topa en Padre Flores, justo donde se encuentra la entrada principal del estacionamiento San Esteban.
En esa vialidad en la que está prohibido estacionarse, pero en la que siempre hay autos parados. Esa en la que cientos de personas caminan todos los días, sin saber, hasta ahora, por qué en las calles del centro de Saltillo hay un nombre que desentona un poco con el resto como: Juan Aldama, Miguel Hidalgo, Guadalupe Victoria o Pérez Treviño.
*Con información del Archivo Municipal de Saltillo; Arturo Berrueto; Jorge Fuentes Aguirre; Esperanza Dávila y Jesús Ramírez Rodríguez.
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