El misterio del Cronovisor... el supuesto aparato del Vaticano para ver el pasado
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Durante décadas, el cronovisor ha sido una de las leyendas tecnológicas más intrigantes del siglo XX. Supuestamente creado por un sacerdote benedictino con apoyo del Vaticano, este misterioso dispositivo habría permitido observar momentos del pasado
La historia del cronovisor comenzó en la década de 1950 con el sacerdote benedictino Pellegrino Ernetti, un músico y exorcista italiano con estudios en física y electrónica. Ernetti aseguró haber desarrollado junto a un grupo de científicos un aparato capaz de captar imágenes y sonidos del pasado mediante ondas residuales que, según él, permanecían grabadas en el entorno.
El sacerdote afirmó que el cronovisor funcionaba como una especie de televisor temporal, capaz de sintonizar momentos históricos. Incluso aseguró haber visto una representación teatral perdida de “Tiestes”, de Séneca, y la crucifixión de Jesús de Nazaret.
SUPUESTA TECNOLOGÍA DEL CRONOVISOR
Según los testimonios de Ernetti, el dispositivo estaba compuesto por antenas metálicas, válvulas de vacío y un sistema de grabación similar al de los televisores de la época. A través de complejos cálculos, el cronovisor habría podido captar las vibraciones electromagnéticas y las ondas sonoras que se mantenían flotando en el espacio-tiempo.
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El concepto se basaba en una idea pseudocientífica: que cada sonido y cada imagen del pasado deja una huella energética que podría recuperarse con la tecnología adecuada. Sin embargo, los físicos contemporáneos consideran esta hipótesis imposible de comprobar y sin fundamento teórico dentro de la relatividad o la mecánica cuántica.
EL PAPEL DEL VATICANO Y LA TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN
Uno de los elementos que volvió célebre al cronovisor fue su presunto vínculo con el Vaticano. Se decía que el Papa Pío XII había ordenado mantener el proyecto en secreto debido a su potencial impacto sobre la fe. También se aseguraba que el aparato fue guardado en los archivos secretos del Vaticano para evitar que cayera en manos equivocadas.
En los años 70, la historia tomó fuerza cuando un periodista italiano publicó el libro “El nuevo misterio del Vaticano”, donde reveló los supuestos testimonios de Ernetti. Desde entonces, el cronovisor ha sido objeto de teorías de conspiración, documentales y foros de misterio que sostienen que el Vaticano oculta tecnologías avanzadas desde hace décadas.
LO QUE DICE LA CIENCIA
La comunidad científica ha sido tajante: no hay evidencia de que el cronovisor existiera o pudiera funcionar. Ningún documento técnico, plano, ni fotografía ha sido verificado. Los conceptos de energía residual temporal y recuperación de imágenes pasadas no tienen respaldo en la física moderna.
Expertos en historia de la ciencia clasifican el cronovisor como una pseudociencia religiosa, un mito que mezcla la fascinación por la tecnología con la esperanza de probar hechos bíblicos. Algunos incluso lo comparan con leyendas como la máquina del tiempo de H. G. Wells, solo que envuelta en un contexto eclesiástico.
DATOS CURIOSOS
• Pellegrino Ernetti nunca mostró pruebas materiales del cronovisor, pero afirmó que el proyecto involucró a doce científicos de renombre internacional.
• En 1972 se publicó una fotografía que supuestamente mostraba la crucifixión de Cristo tomada con el cronovisor; luego se descubrió que era una imagen de una escultura.
• A pesar de los desmentidos, aún existen grupos en internet que aseguran que el Vaticano guarda la máquina en sus archivos más secretos.
• En la cultura popular, el cronovisor ha inspirado series, novelas y videojuegos relacionados con viajes en el tiempo.
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El cronovisor sigue siendo uno de los misterios más comentados entre los aficionados a la ciencia ficción y la religión. Aunque no existe prueba alguna de su existencia, la historia de Pellegrino Ernetti continúa despertando curiosidad por lo que podría representar: la posibilidad humana de mirar hacia el pasado y comprobar con nuestros propios ojos los hechos que marcaron la historia.
Más allá del mito, el cronovisor nos recuerda que la frontera entre la ciencia y la imaginación puede ser tan delgada como fascinante.