Se cumplen 50 años de la muerte de Juan XXIII, el gran reformador
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En 1958, cuando Angelo Giuseppe Roncalli fue elegido papa, nadie esperaba las profundas transformaciones que desataría en la Iglesia
Roma, Italia.- Solamente estuvo cinco años al frente de la Iglesia católica, pero el papa Juan XXIII la cambió por completo. Cuando se cumplen 50 años de su muerte, el 3 de junio, su figura entra en la historia como la de un valiente reformador.
En 1958, cuando Angelo Giuseppe Roncalli fue elegido papa, nadie esperaba las profundas transformaciones que desataría en la Iglesia. El religioso, de 77 años, era visto por muchos solamente como un pontífice "de transición", como una solución de compromiso.
Pero en sus cinco años de papado, Juan XXIII mostró que tenía valor y decisión para acometer reformas históricas. La convocatoria del Concilio Vaticano II en 1962 inició una amplia transformación, y se ganó a la gente con su calidez humana.
Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en un pequeño pueblo de las montañas, Sotto il Monte, cerca de Bérgamo. Fue uno de los 12 hijos de una familia campesina. Se apuntó al seminario en principio contra la voluntad de su padre y en 1904 fue ordenado cura. Durante la Primera Guerra Mundial fue enfermero y sacerdote castrense.
Con el tiempo fue nombrado obispo y patriarca de Venecia, y en 1958 llegó a la Silla de Pedro tras un cónclave de tres días. Los italianos lo adoraban por su carácter afable, su sencillez y su cercanía al pueblo, características por las que fue bautizado popularmente como "Il buono papa" (el papa bueno).
También sumó muchas simpatías con su compromiso por la paz mundial. Hizo numerosos llamamientos a acabar con los conflictos y medió en la crisis de los misiles de Cuba.
Incluso el secretario general del nada religioso Partido Comunista soviético, Nikita Jrushchov, calificó de "santo" a Juan XXIII. En su encíclica "Pacem in Terris" (Paz en la tierra, 1963), el papa se dirige a todos los seres humanos y declara que la guerra nunca puede ser un medio de alcanzar la justicia.
La mayor revolución fue sin embargo el Concilio Vaticano Segundo, inaugurado el 11 de octubre de 1962. El encuentro fue uno de los que más interés han deparado en la historia de la Iglesia en el siglo XX, y dejó profunda huella.
Los religiosos se reunieron hasta 1965 y en opinión de muchos el Concilio marcó un cambio de época en la Iglesia católica. Juan quería modernizar la institución, abrirla al mundo y adecuarla a su tiempo. Además de la reforma de la misa -que pasó a celebrarse en el idioma local en vez de en latín- se modificaron las relaciones con las otras religiones.
Sin embargo, Juan XXIII no pudo llegar a ver muchos de los cambios propuestos por él, porque murió de cáncer en 1963, dos años antes de la finalización del Concilio. Pese a ello, dejó una marca imborrable en la Iglesia, por la que fue reconocido tras su muerte. En septiembre de 2000, Juan Pablo II lo declaró beato, y en 2001 su cadáver embalsamado fue trasladado bajo el altar de San Jerónimo en la catedral de San Pedro.
"Juan XXIII es el papa que supo rejuvenecer a la Iglesia, que retomó el diálogo con el mundo moderno con una confianza afectuosa", dijo de él Juan Pablo II.
Su herencia, y el éxito del Concilio Vaticano II son sin embargo objeto de polémica hasta hoy. Muchos vieron los cambios como una simple adaptación para la supervivencia o criticaron que la apertura no fuera mayor, mientras que otros se han resistido a los cambios.
Pero sea cual sea la opinión de cada uno, el pontificado de Juan XXIII no pasó desapercibido. Como él mismo dijo, abrió las puertas y ventanas para que entrara el aire fresco.
Por Miriam Schmidt/DPA