Bolsonaro es un desastre en Brasil ante el coronavirus: Lula da Silva
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Lula, que gobernó de 2003 a 2010 cuando la economía de Brasil estaba fuerte, reconoció que es improbable que Bolsonaro acceda a los crecientes llamados de la oposición para que renuncie
BRASIL.- Desde su confinamiento en casa apenas meses después de salir de prisión, el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva dijo el miércoles que el mandatario Jair Bolsonaro necesita cambiar su desdén hacia el coronavirus o se arriesga a que lo obliguen a dejar el cargo antes de concluir su periodo en diciembre de 2022.
En entrevista con The Associated Press, Lula dijo que el rechazo de Bolsonaro a las exhortaciones para que la gente practique el distanciamiento social obstruyen las acciones de los gobernadores y alcaldes para contener el virus.
Arguyó también que Brasil podría verse en la necesidad de imprimir dinero para proteger a los trabajadores de bajos ingresos y hacer que las personas permanezcan en sus casas, propuesta que seguramente provocará temores en un país con un historial de hiperinflación y devaluaciones.
Lula, que gobernó de 2003 a 2010 cuando la economía de Brasil estaba fuerte, reconoció que es improbable que Bolsonaro acceda a los crecientes llamados de la oposición para que renuncie, y señaló que no hay votos suficientes en el Congreso para abrirle un juicio político.
"Sin embargo, la sociedad de Brasil podría no tener la paciencia para esperar hasta 2022”, declaró Lula en la videollamada. “La misma sociedad que lo eligió tiene el derecho a destituir a este presidente cuando advierta que no está cumpliendo lo que prometió. Un presidente que ha cometido errores y está creando un desastre. En este momento, Bolsonaro es un desastre”.
Algunas personas en diversas regiones que votaron multitudinariamente por Bolsonaro en las elecciones de 2018 están desilusionadas con él, golpeando cacerolas afuera de sus domicilios en protestas que se han repetido una y otra vez en las últimas dos semanas. El hecho de que Bolsonaro esté minimizando la pandemia lo pone en desacuerdo con casi todos los 27 gobernadores del país.
Hasta ahora han fallecido unas 800 personas de COVID-19 en Brasil, que acumula casi 16.000 casos confirmados, la cifra más alta en América Latina. El país tiene previsto alcanzar su máximo de infecciones a finales de abril o principios de mayo.
La semana pasada, Lula elogió al gobernador del estado de Sao Paulo, João Doria, exaliado de Bolsonaro, por imponer restricciones para contener la propagación del virus. Bolsonaro, que frecuentemente llama “expresidiario” a Lula, dijo en una entrevista para la radio sentirse avergonzado cuando los políticos conservadores que le han dado la espalda son elogiados por Lula.
Yo únicamente estoy reconociendo a quienes han hecho un trabajo más efectivo”, declaró el exmandatario, quien señaló que Doria continuará siendo su adversario político.
Lula, de 74 años y sobreviviente al cáncer, permanece en casa con su novia y dos perros en la ciudad de São Bernardo do Campo, en las afueras de Sao Paulo, desde que regresó de un viaje a Europa. Dijo que no tiene síntoma alguno del virus, ni le han efectuado pruebas, y se ha reunido con pocos políticos. La mayoría de sus conversaciones ahora son por internet.
El expresidente afirmó que los 580 días que estuvo en prisión le han servido para enfrentar mejor la recomendación médica de permanecer en casa. Está en libertad mientras apela a sus condenas por corrupción y lavado de dinero, que dice tuvieron móviles políticos.
"Me entrené espiritualmente para vivir bien. No es fácil vivir en 15 metros cuadrados viendo a la familia una vez a la semana”, señaló. “Ahora estoy en casa con mi novia Janja que vive conmigo. Es mucho mejor. Tengo espacio, personas con las que conversar todo el tiempo”.
Bolsonaro ha rechazado las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de su propio ministerio de salud sobre el distanciamiento social y otras medidas para contener al virus. El mandatario dice a menudo que el COVID-19 es “una pequeña gripe”.
Lula cree que Brasil podría verse en la necesidad de imprimir dinero para evitar el cierre de empresas y el caos social. La economía brasileña atraviesa dificultades desde 2015, con unos 12 millones de desempleados y el triple de personas en el sector informal y en empleos de corta duración.