Elecciones generales en Alemania marcan el adiós a la era de Angela Merkel
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Durante durante 16 años la canciller Angela Merkel condujo Alemania por sucesivas crisis.
Las elecciones generales de septiembre marcan el adiós a la “era Angela Merkel”, la líder invicta que durante 16 años condujo Alemania por sucesivas crisis y que fue capaz de ganarse la empatía incluso de quienes nunca la votaron ni votarían.
No hay fecha para su adiós del poder, ya que seguirá en su puesto hasta que se forme el nuevo gobierno. Algo que, en su última coalición, ocurrió seis meses después de los comicios.
De seguir en el cargo el 17 de diciembre habrá superado el récord de permanencia de Helmut Kohl. Otro hito en una política que rompió varios techos de cristal: como mujer, como ciudadana del este y como protestante en un partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), de dominio católico.
Sus rasgos característicos son el consenso y la sangre fría. Prepara concienzudamente cualquier encuentro, analiza cada partícula de los problemas que se presentan, se deja asesorar y luego actúa, a menudo con exasperante lentitud.
Cuida el perfil aparentemente bajo, minimalista, sin estridencias, con la “Raute”, el rombo que forma con las manos, como marca de la casa, lo mismo que su colección de chaquetas casi idénticas, salvo el color.
Al principio, cada chaqueta era apenas una mancha cromática entre los trajes negros de sus colegas hombres. Luego se convirtieron en la señal de identidad de la jefa a escala alemana, europea o global.
Se convierte en presidenta de una CDU en horas bajas. Dos años después cede la candidatura a la Cancillería al líder bávaro Edmund Stoiber, presionada por los hombres fuertes del partido que la ven incapaz de derrotar al entonces canciller Gerhard Schröder.
Esa renuncia se convirtió en 2005 en su triunfo: para entonces había arrinconado a sus enemigos internos, nadie iba apartarla de la lucha por la Cancillería.
CUATRO “S”, CUATRO DERROTADOS SOCIALDEMÓCRATAS
Schröder fue la primera “S”, por apellido y por socialdemócrata, caído ante Merkel en unas generales. Le siguieron otros tres: en 2007, su ministro de Exteriores Frank Walter Steinmeier; en 2009, su extitular de Finanzas, Peer Steinbrück; en 2017, el expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
Merkel ha sido imbatible en las urnas. Acaparó el centro político alemán y desplazó a su partido hacia terrenos de la socialdemocracia, para horror de quienes reclamaban un perfil más conservador.
REACCIÓN, EN LUGAR DE ACCIÓN
Nunca se ha comportado como una líder visionaria, sino que se ha caracterizado por la reacción ante las crisis.
A la de la zona euro reaccionó con la austeridad que desangró a los socios del sur y minó el tejido social y laboral alemán. En 2011 aceleró el apagón nuclear bajo el impacto de Fukushima.
La “dama de hierro” se metamorfoseó luego en la Merkel solidaria que, en 2015, no cerró sus fronteras a los refugiados.
Alemania recibió ese año un millón de refugiados. La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que en 2013 había quedado a las puertas del Bundestag, se convirtió en tercera fuerza nacional.
LA “DÄMMERUNG” -EL OCASO- QUE NO FUE
A Merkel se le venía pronosticando la “Dämmerung”, ocaso, a cada altibajo en su carrera. En 2018 anunció su retirada por etapas, como líder de la CDU y como canciller, pese a que en rigor nada le impedía optar a su reelección.
La covid la revalorizó ante sus ciudadanos. Resurgió la Merkel científica, capaz de entender la pandemia mientras otros daban bandazos. Alemania no era inmune, pero salió de nuevo mejor parada que otros a una crisis global.
EMANCIPARSE DE LA “MUTTI”
A Merkel se la ha apodado la canciller “teflón”, porque todo le resbala, o la líder del mundo libre, como la llamó Barack Obama.
Para sus compatriotas ha sido la “Mutti”, mamá. Una mujer sin hijos propios, que adoptó como tales a los 83 millones de habitantes del país. Su retirada impone la emancipación.
INCERTIDUMBRE EN LA ERA POS-MERKEL
La Alemania de Angela Merkel, con sus decisiones clave en inmigración, defensa a ultranza de la austeridad, la ampliación hacia el este o finalmente a favor del endeudamiento conjunto, modeló una Unión Europea (UE) que ahora se asoma con incertidumbre al relevo de la canciller.
La apertura masiva de fronteras a los inmigrantes y refugiados en 2015, percibido como una decisión personal de Merkel sin consulta a sus socios europeos, perfiló una Europa en la que surgieron como reacción movimientos populistas, que en Alemania alimentaron a la ultraderecha.
El impulso de la ampliación de la UE hacia el este de Europa, con el empuje claro desde Berlín, para muchos origen de la dilución reciente del proyecto europeo y hasta argumento utilizado por los partidarios del brexit, fue otra aportación indudable de la era de la canciller.
Como lo es ahora, impulsada por la pandemia, la conversión de Berlín al principio de un endeudamiento conjunto de los 27, anatema durante la crisis del euro de hace más de una década, cuando los países del sur de la UE acusaban a Alemania de su estrangulamiento económico.
“Merkel fue muy buena gestora de crisis en el sentido de navegar entre desafíos pero a la hora de preparar al país para desafíos futuros, ahí no estoy segura de si ha tenido tanto éxito”, resume a Efe Sudha David-Wilp, subdirectora en Berlín del German Marshall Fund y especialista en relaciones trasatlánticas.
A falta de conocer no solo quién ganará las elecciones generales alemanas del 26 de septiembre, en la que el debate sobre Europa ha sido prácticamente inexistente, sino sobre todo qué coalición gobernará el país, esta experta reconoce que resulta aventurado precisar cuáles serán las prioridades de Berlín en Europa y en el mundo.
“La UE está integrada en la política exterior alemana y los alemanes agradecen que haya una UE fuerte pero al mismo tiempo a veces no ven cómo sus políticas afectan a sus vecinos”, aprecia David-Wilp.
“Creo que Alemania no puede escapar a su papel de líder dentro de la Unión Europea simplemente porque es la mayor economía y su mayor socio y tras el Brexit, y quizás con una Francia un tanto distraída, estará automáticamente en el asiento del conductor cuando se trate de tirar de la UE”, valora David-Wilp.
Agrega que Berlín debería haber caminado hacia la adopción de una “responsabilidad global” todavía con Merkel y avisa que Alemania tenga quizás ahora que “asumirlo aunque a regañadientes”.
“La gran tarea es poner a Alemania en una situación en la que abogue por esos cambios más que aceptarlos de manera reticente”, estima al respecto Wolfgang Münchau, desde el laboratorio de ideas “Eurointelligence”, al comentar a Efe las transformaciones que demanda la UE.
El trabajo que tiene pendiente por hacer Berlín, estima Münchau, tanto por la propia UE como para que Alemania mantenga su liderazgo, “es la modificación de los tratados europeos. La UE funciona mal actualmente”.
Recuerda que los líderes comunitarios se reunieron a golpe de crisis: “tomaron decisiones y llegaron con soluciones impromptu. Este sistema que tenemos ahora no resuelve los problemas”, valora este periodista y analista económico.
“Parece claro que Alemania no protagonizará un giro de 180 grados en sus compromisos europeos. Creo que la credibilidad y el dinamismo político del o la canciller serán determinantes”, estima por su parte Sam van der Staak, experto en procesos democráticos europeos en el Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), con sede en Estocolmo.
Al principio otros actores con más experiencia, como el presidente francés, Emmanuel Macron, podrán jugar la carta de la experiencia para moverse con más agilidad en los Consejos Europeos, añade Van der Staak, quien afirma que “saber cómo jugar con las reglas de Bruselas es algo que cuenta tanto como las políticas”.
“Lo más probable es que Alemania siga siendo muy proeuropea pero puede que cambien algunos acentos” y cita las políticas contra la emergencia climática y “cómo de dura” será en materia de respeto de los principios del Estado de derecho como ejemplos que servirán para valorar el compromiso alemán.
“El papel de Alemania es extremadamente importante porque siempre ha intentado ponerse entre los duros y los blandos (...) siempre ha visto como una de sus tareas principales, como uno de los socios fundadores de la UE, la de mantener a todos unidos, especialmente en tiempos de crisis”.
Van der Staak avisa del “juego delicado” al que se enfrenta Berlín: o templa y equilibra como ha acostumbrado o interviene cuando estén en juego ciertos valores esenciales. “No va a ser una tarea fácil para el próximo canciller”.