¿Existen cárteles de la droga en los Estados Unidos?

Internacional
/ 1 julio 2025

La Unión Americana no tiene cárteles locales poderosos, pero sí alberga redes distribuidoras de drogas vinculadas a organizaciones mexicanas y otras bandas medianas que dominan territorios

Cuando pensamos en narcotráfico, regularmente se nos vienen a la mente los cárteles de la droga de México o Colombia, porque estos países concentran a las organizaciones de mayor tamaño, pero en realidad el trasiego de estupefacientes es un fenómeno global, en el que participan centenares de organizaciones y bandas de muchos países y orígenes étnicos.

Al ser Estados Unidos el principal consumidor de drogas en el mundo, y a sabiendas de que el precio de la droga se incrementa conforme nos acercamos al consumidor final, resulta lógico pensar que hay redes de distribución de drogas en dicho país, lo cual ha dado pie a muchas preguntas, las cuales buscaremos responder en este texto: ¿Existen cárteles de la droga en los Estados Unidos? ¿Por qué sabemos tan poco de estas organizaciones? ¿Son más poderosos que los cárteles mexicanos? ¿Hay actores que los protegen y ocultan?

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La respuesta a la primera interrogante es sencilla, pero después se vuelve compleja. En principio se puede afirmar con toda certeza que existen organizaciones criminales que operan en los Estados Unidos que se dedican al tráfico, distribución y venta de drogas; resultaría imposible que llegaran al consumidor final sin la participación de personas y organizaciones dedicadas a estas actividades.

Sin embargo, al ampliar esta respuesta al detalle, el asunto se complejiza. Primero porque cuando hablamos de un cártel de la droga, nos referimos a un conjunto de bandas y células criminales que cooperan entre sí para controlar un mercado relevante, en este caso los relacionados con las drogas, por ejemplo, el consumo de cocaína, fentanilo o metanfetaminas.

En México resulta clara la existencia de cárteles de droga, en donde los ejemplos más relevantes son el Cártel de Sinaloa, el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Noreste, la Familia Michoacana o la Organización de los Beltrán Leyva.

Estados Unidos en cambio no tiene un Cártel de Arizona o un Cártel del Sur de la Florida, es decir, organizaciones autóctonas formadas por un conjunto de bandas criminales. Sin embargo, ello no significa que no operen en la actualidad cárteles en territorio estadounidense, ya que las grandes organizaciones de México citadas en el párrafo precedente tienen células operativas en diferentes estados de la Unión Americana.

$!Los cárteles mexicanos son las organizaciones más grandes que operan en Estados Unidos de la mano con bandas locales.

A pesar de ello, eso tampoco constituye la respuesta completa a la pregunta, porque los cárteles de la droga de México no se encargan de todo el proceso, es decir, tienen una participación mayoritaria en el tráfico -esto es, introducir las drogas a los Estados Unidos por vía terrestre, marítima o aérea, y llevarla a grandes centros de distribución, en los cuales también su peso es relevante- pero en donde ya no tienen una participación fundamental es en la venta al consumidor final. Ahí comparten los beneficios con centeneras de organizaciones de todos los tamaños y orígenes.

Pongamos el ejemplo de la distribución de cocaína en el área urbana de Chicago entre 2005 y 2008. El Cártel de Sinaloa ingresaba por Arizona o Texas embarques de dicha droga, que transportaba por tierra hasta Chicago, donde los hermanos Pedro y Margarito Flores la recibían y segmentaban la carga entre decenas de bandas más pequeñas, por ejemplo, mafias de origen italiano, irlandés, polaco, albanes, checo, serbio, así como pandillas latinas, de afroamericanos, de árabes o de supremacistas blancos, clubes de motociclistas, sindicatos y hasta estudiantes universitarios o amas de casa con necesidades económicas.

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Bajo dicho tenor, había centenas de vendedores en Chicago; ninguno tenía dominio sobre la ciudad, ni siquiera los hermanos Flores, porque competían con otros distribuidores de otras organizaciones rivales del Cártel de Sinaloa. Y este esquema se repite en todas las grandes ciudades de los Estados Unidos: muchos actores, con poca concentración del mercado.

Esto tiene una razón de ser. Estados Unidos aprendió la lección de la lucha contra la mafia en los años 30 y 40, derivados de la prohibición del alcohol, cuando algunas organizaciones crecieron tanto y corrompieron a las corporaciones policiales, que se generaron crisis de seguridad en ciudades como Nueva York, Chicago, Filadelfia o Detroit.

De manera que con los años las autoridades en los Estados Unidos desarrollaron un esquema en donde cualquier organización que territorialmente crezca mucho es desmantelada, de forma que puede haber mafia italiana en muchas ciudades, pero ninguna de las familias de la Cosa Nostra tiene injerencia en más de una ciudad. Lo mismo pasa con pandillas afroamericanas como Crips y Bloods, que están presentes en más de 100 ciudades, pero cada una de las células tiene una jerarquía independiente.

Por esta razón es que no solemos escuchar con tanta frecuencia noticias sobre las organizaciones que distribuyen drogas en los Estados Unidos. Primero, porque son cientos, y segundo, porque son pequeñas en comparación de las organizaciones mexicanas, lo cual ayuda a responder la segunda de las interrogantes con las que comenzó el presente texto.

$!El poder de fuego de los grupos locales en la Unión Americana es menor que con el que cuentan los cárteles mexicanos.

Las organizaciones de mayor tamaño en los Estados Unidos son paradójicamente las mexicanas, los mismos Cárteles de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación, pero incluso ellos tienen espacio acotado ya que operan a través de muchas células con territorios muy reducidos, y cuando alguna de estas células crece mucho, llama la atención de las autoridades y la desarticulan.

Eso precisamente les pasó a los hermanos Flores de Chicago, que de hecho son un caso atípico porque lograron crecer mucho antes de ser arrestados, pero su espacio de acción inmediata nunca fue más allá de la zona de Chicago, aunque enviaran producto a varias ciudades del país. Por tanto, en los Estados Unidos no hay grandes capos o actores que concentren mucho poder, a diferencia de México, y en los operadores que los cárteles mexicanos tienen allá existe una rotación muy grande que impide que se afiancen liderazgos duraderos.

Respecto a la última pregunta de si hay actores que protejan y oculten a las organizaciones criminales que se dedican a la comercialización de drogas, la respuesta es, sin duda, un sí. Siempre habrá, incluso en los países con menos corrupción, funcionarios dispuestos a cooperar con el crimen organizado a cambio de sobornos. Sin embargo, la cantidad de funcionarios y agentes que participa en estos esquemas es significativamente menor que en México.

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Esto se debe a tres razones. La primera es que los niveles de corrupción en los Estados Unidos son menores, debido a una mejor aplicación del estado de derecho que implica mejores capacidades institucionales del sistema de justicia, por tanto, mayor probabilidad de recibir un castigo. La segunda es que al tratarse de organizaciones más pequeñas, con menos ingresos y capacidad de fuego, cuentan con una menor capacidad para corromper a los funcionarios o para amenazarlos. La tercera es que los cuerpos de policías tienen mejor entrenamiento y salarios, lo cual hace complicado el corromperlos.

De forma que al tener Estados Unidos una política que acota la influencia de las organizaciones criminales, a pesar de ser el país de mayor consumo de drogas, evita que el problema de la violencia crezca (limitándose a algunos barrios en las ciudades) o también que se incremente la cantidad de funcionarios corruptos, por lo que el consumo y la venta de estupefacientes no desaparece, pero se acotan otros efectos nocivos del tráfico de drogas.

Columna: Reinventando a Maquiavelo. Actualmente colabora como asesor en la Comisión Nacional de Seguridad. Cuenta con un Diplomado en Políticas Publicas impartido por el Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública. Amplia experiencia en el campo del periodismo editorial, con publicaciones en más de 10 medios impresos.

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