‘No estoy aprendiendo nada en la pandemia’; el golpe por el COVID-19 a la educación en América

Mientras las economías se tambalean y millones de niños y jóvenes están fuera de las aulas, los expertos advierten que los estudiantes latinoamericanos están abandonando las escuelas en cifras alarmantes

Internacional
/ 29 junio 2021
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JULIE TURKEWITZ Y FEDERICO RIOS

SOACHA, COL.- Dos de los hijos de Gloria Vásquez ya habían abandonado la escuela durante la pandemia, incluida su hija de 8 años, Ximena, que se había quedado tan rezagada que tenía problemas con la aritmética más básica.

“¿Uno más uno?”, preguntó Vásquez a su hija una tarde.

“¿Cuatro?”, aventuró la niña.

Ahora, Vásquez, una madre soltera de 33 años y ama de llaves de un motel que no pasó de quinto grado, se decía a sí misma que no podía dejar que su tercer hijo dejara la escuela.

“¿Dónde está Maicol?”, preguntó a sus hijos, al llamar a casa una noche durante otro largo turno fregando pisos. “¿Está estudiando?”.

Maicol, de 13 años, ciertamente no estaba estudiando. Frustrado por las hojas de tareas que sus profesores le enviaban por mensaje de texto —lo más parecido a la enseñanza que su escuela había podido darle en más de un año—, Maicol había acompañado a su tío al trabajo. Juntos arrastraban una carretilla gigantesca por las calles, rebuscando entre la basura, recogiendo botellas y latas para venderlas por unos centavos el kilo.

“No estoy aprendiendo nada”, dijo, mientras su madre lo volvía a regañar por ir a trabajar en vez de estudiar.

Ya avanzado el segundo año de la pandemia, América Latina enfrenta a una crisis educativa. Ha sufrido el cierre de escuelas más largo de cualquier región del mundo, según Unicef, casi 16 meses en algunas zonas. Mientras que muchos estudiantes de los países más prósperos han regresado a las aulas, 100 millones de niños de América Latina siguen estudiando total o parcialmente a distancia, o, como en el caso de Maicol, en una aproximación lejana a eso.

Los funcionarios y expertos en educación dicen que las consecuencias son alarmantes: con las economías de la región afectadas por la pandemia y las conexiones con las aulas tan desgastadas, los niños de primaria y secundaria están abandonando la escuela en gran número, a veces para trabajar donde puedan.

Según estimaciones del Banco Mundial, es posible que millones de niños en América Latina ya hayan abandonado el sistema escolar. En México, 1.8 millones de niños y jóvenes no retomaron sus estudios este año, lo que equivale a cerca del cinco por ciento de la población en edad escolar, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía del país.

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Se calcula que Ecuador perdió 90 mil alumnos de primaria y secundaria. Perú dice que ahora hay 170 mil menos. Y a las autoridades les preocupa que las pérdidas reales sean mucho mayores porque innumerables niños, como Maicol, siguen técnicamente matriculados, pero tienen dificultades para continuar sus estudios. Más de cinco millones de niños en Brasil no han tenido acceso a la educación durante la pandemia, un nivel no visto en más de 20 años, dice Unicef.

El aumento del acceso a la educación ha sido uno de los grandes logros del último medio siglo en América Latina, con un incremento de la matriculación de niñas, estudiantes pobres y miembros de las minorías étnicas y raciales, que llevó a muchos a la clase media. Ahora, una avalancha de abandonos escolares amenaza con hacer retroceder años de progreso duramente conseguido, agudizando la desigualdad y posiblemente configurando a la región para las próximas décadas.

“Esto es una crisis generacional”, dijo Emanuela Di Gropello, del Banco Mundial, e instó a los gobiernos a reincorporar a los niños a las aulas lo antes posible. “No hay tiempo que perder”.

EL GOLPE A AMÉRICA LATINA

La pandemia ha cobrado un precio insoportable en todo el mundo. Pero, según algunas mediciones, América Latina se ha visto más afectada —y durante más tiempo— que cualquier otra parte del mundo.

La región, con menos del diez por ciento de la población mundial, representa casi un tercio del total de muertes registradas por COVID, según un análisis de The New York Times. Y con las tasas de vacunación todavía bajas en muchos países —en parte porque las naciones ricas reservaron primero las vacunas para sus propios ciudadanos— el virus sigue devastando la región.

Desde el comienzo de la pandemia, América Latina ha soportado algunos de los peores brotes del mundo, pero varias naciones sudamericanas experimentan ahora el mayor número de muertes diarias de la crisis, incluso después de más de un año de incesantes pérdidas. Para algunos gobiernos, hay pocas probabilidades de que esa situación finalice pronto.

Pero a menos que los confinamientos terminen y los estudiantes vuelvan pronto a las aulas, “muchos niños nunca regresarán”, advierte el Banco Mundial. “Incluso aquellos que regresen habrán perdido meses o incluso años de educación”. Algunos analistas temen que la región pueda registrar a una generación de niños perdidos, no muy diferente a los lugares que sufren años de guerra.

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LAS DIFICULTADES

Incluso antes de la pandemia, graduarse de la secundaria en el barrio de Vásquez no era poca cosa.

Ella y sus hijos viven al final de un largo camino de tierra, un poco después de Bogotá, la extensa capital colombiana flanqueada por montañas, una ciudad profundamente desigual ubicada en una de las regiones más desiguales del mundo. La violencia y la delincuencia son tan comunes aquí como el carrito de helados que da la vuelta a la manzana cada tarde. Y, para algunos niños, la pandemia ha sido un trauma más en una sucesión aparentemente interminable.

Vásquez dejó la escuela a los 14 años para ayudar a criar a sus hermanos, y ese ha sido su mayor arrepentimiento. El motel que limpia está lejos de su casa, lo que a veces la obliga a dejar a sus hijos durante más de un día: su turno dura 24 horas, con al menos cuatro horas para ir y regresar. A pesar de esto, rara vez gana el salario mínimo mensual del país.

Tenía la esperanza de que sus hijos —Ximena, de 8 años, Emanuel, de 12, Maicol, de 13, y Karen, de 15—, a los que define como “el motor de mi vida”, salieran de este barrio, si tan solo pudieran superar la interminable pandemia con sus estudios intactos.

Antes de la llegada del virus, sus hijos asistían a escuelas públicas cercanas, con los coloridos uniformes típicos de los alumnos colombianos. Karen quería ser médica. Maicol, artista. Emanuel, policía. Y Ximena aún se estaba decidiendo.

A fines de mayo, los dos chicos seguían oficialmente matriculados en la escuela, pero apenas se mantenían al día, intentando rellenar las hojas de trabajo que sus profesores les enviaban por WhatsApp cada semana. No tienen computadora, y a Vásquez le cuesta 15 centavos por página imprimir las tareas, algunas de las cuales tienen decenas de hojas. A veces, tiene el dinero, pero otras veces no.

Las dos chicas habían abandonado los estudios por completo. Ximena perdió su cupo en la escuela hace un año, justo antes de la pandemia, porque había faltado a clases, algo no tan raro en las sobrecargadas escuelas de Colombia. Entonces, con los administradores trabajando desde casa, Vásquez dijo que no podía averiguar lo que debía hacer para que su hija volviera a matricularse.

Vásquez estaba especialmente preocupada por Maicol, quien se esforzaba por entender las hojas de trabajo sobre tablas periódicas y recursos literarios pero cada día era más frustrante que el anterior.

SIN SABERSE EL COSTO

Los expertos advierten que no se conocerá el costo educativo total de la pandemia hasta que los gobiernos hagan que los niños regresen a las escuelas. Di Gropello, del Banco Mundial, dijo que temía que muchos niños, especialmente los más pobres que no tienen computadoras ni conexión a internet, abandonaran sus estudios cuando se dieran cuenta de lo atrasados que estaban.

A mediados de junio, el Ministerio de Educación de Colombia anunció que todas las escuelas volverían a impartir cursos presenciales tras las vacaciones de julio. A pesar de que el país experimenta un número récord de muertes diarias por el virus, los funcionarios determinaron que el costo de que siguieran cerradas es demasiado grande.

Pero mientras los directores de las escuelas se apresuraban para preparar el regreso a clases, algunos se preguntan cuántos alumnos y los profesores de verdad se presentarán.

El futuro de Karen era más incierto. Se había armado de valor para entregar la tableta rota. Los administradores no le impusieron ninguna multa, y había solicitado la inscripción en una nueva escuela.

Ahora estaba esperando a que le dijeran si había cupo para ella, tratando de alejar la preocupación de que su educación había terminado.

“Me han dicho que el estudio es todo, y sin estudio no hay nada”, dijo. “Y pues, es la verdad, con mis propios ojos lo he vivido”. c. 2021 The New York Times Company

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