Tapachula se ha convertido en una gigantesca cárcel de migrantes
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Aunque una buena parte de los migrantes que conforman la caravana migrante ya tienen documentación, debido a que son dispersados no todos llegan a la frontera
Autor: Oscar López y Alejandro Cerraga, The New York Times
Miles de migrantes partieron del sur de México la semana pasada en una de las caravanas más grandes que han intentado llegar a Estados Unidos en los últimos años. El movimiento masivo coincidió con una reciente reunión en Los Ángeles de líderes del hemisferio occidental, donde la migración fue uno de los temas principales.
Aunque las caravanas de migrantes se han convertido en un fenómeno habitual y las autoridades suelen disolverlas mucho antes de que lleguen a la frontera sur de Estados Unidos, la marcha más reciente de casi 6000 personas que recorren las carreteras mexicanas ha atraído mucha atención internacional.
Muchos de los migrantes procedían de Venezuela y ya habían recorrido cientos de kilómetros a través de la selva y de múltiples fronteras antes de llegar a México. Por lo general, una vez en México, los migrantes deben permanecer en la ciudad sureña de Tapachula hasta que las autoridades mexicanas les conceden un visado humanitario para viajar más lejos, un proceso que puede tardar meses.
“Tapachula se ha convertido en una gigantesca cárcel de migrantes”, aseguró Luis García Villagrán, portavoz de la caravana. “Las autoridades mexicanas tienen un nudo, una valla burocrática, un muro burocrático, obviamente bajo la presión de Estados Unidos”.
En lugar de languidecer en Tapachula, algunos migrantes pagan a los traficantes de personas, muchos de los cuales tienen vínculos con el crimen organizado, o sobornan a los funcionarios de inmigración para acelerar el proceso, según afirmó García en una entrevista telefónica.
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Otros intentan eludir el proceso de visado mexicano y se unen a los grupos que se dirigen al norte, dijo, creyendo que su gran número hará más difícil que las autoridades mexicanas detengan su avance.
Natalia Gómez Quintero, portavoz del Instituto Nacional de Migración de México, señaló que se estaban llevando a cabo esfuerzos para proporcionar documentación legal a los migrantes en Tapachula.
“Una buena parte de los que conforman la caravana ya tienen documentación”, declaró.
Aun así, se suele enviar a la Guardia Nacional de México para frenar el flujo de migrantes hacia el norte.
Las historias de maltrato a los migrantes son generalizadas. Un informe de Human Rights Watch publicado esta semana pasada halló que “los migrantes y solicitantes de asilo que entran en México a través de su frontera sur se enfrentan a abusos y luchan por obtener protección o estatus legal”.
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El año pasado, México detuvo a más de 300.000 migrantes, la cifra más alta registrada, según Human Rights Watch, mientras que más de 130.000 personas han solicitado asilo en el país. Estas cifras han “desbordado” el sistema de asilo de México, según el informe.
La presencia de muchos venezolanos en la caravana sigue un cambio en la política de México hacia los migrantes de la nación sudamericana, que ha sido consumida por las crisis políticas y económicas. Desde enero, los venezolanos necesitan visados para entrar a México, una norma que muchos tratan de eludir cruzando en grupos cuantiosos por las fronteras terrestres en lugar de volar.
Rusbeli Martínez empuja un carrito de supermercado junto a su hijo y otros miembros de la familia. Tras abandonar Venezuela hace años, la familia había estado en Colombia, donde viven aproximadamente 1,7 millones de migrantes venezolanos. Pero en Colombia, dijo, encontraron una acogida desdeñosa y poco trabajo.
“Vivíamos en una zona con mucha delincuencia; nos amenazaron con que debíamos irnos”, relató Martínez. “De lo contrario, nos quemarían la casa”.
Muchos venezolanos que buscan una vida mejor han tomado una ruta difícil por tierra, incluyendo atravesar a pie la brecha del Darién, un tramo de selva traicionero y sin caminos en el este de Panamá y el noroeste de Colombia. En los primeros cinco meses del año,más de 32.000 migrantes, incluyendo a más de 16.000 venezolanos, han realizado la travesía, según el Servicio Nacional de Migración de Panamá.
Eduardo Colmenares Pérez, un migrante venezolano que cruzó la brecha con su hijo y su esposa embarazada, dijo que los bandidos les habían robado todas sus pertenencias. “Nos dejaron sin dinero, sin comida, sin ropa, sin nada”.
Los hombres jóvenes constituyen un gran número de los que van en la caravana, pero también hay muchas familias con niños. Casi 3000 menores viajaban en el grupo, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. En un parque de la ciudad de Álvaro Obregón, un niño jugaba, mientras otros jóvenes cantaban.
La mayoría de los integrantes de la caravana son pobres y esperan tener mejores oportunidades en Estados Unidos. Pero algunos también huyen de la violencia y la persecución, incluyendo a un grupo de migrantes LGBTQ que describieron la discriminación que enfrentaron en Venezuela y en el camino.
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México está plagado de peligros, sobre todo de grupos criminales organizados conocidos por secuestrar a migrantes y pedirles un rescate, que a menudo pagan familiares en Estados Unidos. La caravana ofrece cierta seguridad por el número de personas que la conforman, pero las autoridades mexicanas son conocidas por dispersar las caravanas a la fuerza.
Los migrantes venezolanos se plantaron en el techo de un centro de detención de inmigrantes en Tapachula después de un disturbio que, según los migrantes, se debió a las malas condiciones sanitarias, la falta de alimentos, el hacinamiento y los retrasos en el procesamiento de migración y asilo.
“No somos delincuentes”, comentó Valentina Alfonso, una migrante. Dijo que las autoridades mexicanas habían detenido a su tío varios días. “Somos profesionistas. Tenemos carreras, estudios”, afirmó Alfonso. “Esto es inhumano”.
Con temperaturas que pueden llegar a los 38 grados, la caravana suele salir mucho antes del amanecer. Un migrante venezolano empujaba a otro migrante en silla de ruedas mientras la caravana viajaba durante la noche.
Colmenares, que llevaba cinco días en México tras atravesar la brecha del Darién, ha tenido que depender a menudo de la generosidad de sus compañeros migrantes para conseguir comida.
“Me siento enfurecido, impotente, porque tuve que abandonar mi país”, exclamó.
Un funcionario estadounidense aseguró que el Departamento de Seguridad Nacional estaba observando el progreso de la caravana, pero sugirió que los migrantes que hacen el viaje a pie a menudo no llegan a la frontera.
A pesar de las dificultades, Colmenares dijo que solo pensaba en el camino que debía seguir. “Lo que me motiva a seguir caminando es ir tras el sueño americano”, afirmó. “Para darle a mi hijo un futuro mejor”.