Viene un invierno caótico

Internacional
/ 10 octubre 2021

Con precios de gas, gasolina y carbón por las nubes,
los próximos meses se afrontará un reto para preservar
los esfuerzos ante el cambio climático

Cada cierto tiempo las placas tectónicas geopolíticas que sostienen la economía mundial experimentan sacudidas repentinas que pueden cimbrar y desestabilizar todo lo que hay en la superficie. Eso está sucediendo justo en este momento en la esfera energética.

Comienzan a combinarse varias fuerzas que podrían convertir a Vladimir Putin en el rey de Europa, permitirle a Irán hacerle el desprecio a Estados Unidos y construir una bomba atómica, y causar suficiente agitación en los mercados energéticos europeos para que la próxima conferencia climática de las Naciones Unidas en Glasgow, sufra apagones debido a la falta de energía limpia.

Sí, es uno de los fuertes.

Los precios del gas natural y el carbón en Europa y Asia acaban de alcanzar el nivel más alto registrado en la historia, el precio del petróleo en Estados Unidos llegó a una cifra récord en siete años y el precio de la gasolina en Estados Unidos está un dólar por galón por encima del precio de hace un año. Si este invierno es tan crudo como predicen algunos expertos, es decir, si parte de la clase media y los pobres no pueden calentar su hogar, me temo que veremos un contragolpe populista al movimiento ecologista o del clima. Ya hay señales de esta tendencia en el Reino Unido.

En lo personal, me gusta el boletín financiero Blain’s Morning Porridge, escrito por un estratega del mercado brillante e irreverente de Londres, Bill Blain. El jueves pasado, sintetizó con toda franqueza la situación energética para el Reino Unido y Europa en los siguientes términos:

“Este invierno habrá personas muertas a causa del frío. A medida que se eleve el precio de la energía, la carga de los costos será desproporcionada para los más pobres de la sociedad. Las desigualdades salariales quedarán al descubierto, pues los grupos más vulnerables de la sociedad enfrentarán una terrible elección: calefacción o alimentos. [...] Este invierno es probable que el Reino Unido deba arrodillarse y rogar para conseguir energía dondequiera que esté disponible. Europa tendrá prácticamente los mismos problemas. El Medio Oriente fijará los precios que quiera, con capacidad limitada de entrega. [...] Y Vladimir Putin no puede esperar. [...] Invitará a los líderes europeos, uno por uno, a abogar por su país y, con una actitud amenazadora, le preguntará a cada uno por qué debería consentir en enviarle gas a su país específico. [...] Que nadie se engañe, este invierno será traumático. Prepárense”.

¿Cómo llegamos
a esta situación?

Para ser honestos, esta historia tiene buenas y malas noticias.

La buena noticia es que las economías principales convinieron en que poco a poco dejarían de utilizar los combustibles más contaminantes para calentar los hogares y mantener en funcionamiento las industrias, como el carbón, con el objetivo de reducir su huella de carbono. La mala noticia es que la mayoría de los países intentan lograr este objetivo sin la menor coordinación entre ellos, desde los niveles altos hacia los más bajos, y antes de que el mercado haya logrado producir suficientes energías limpias renovables como la eólica, la solar y la hidroeléctrica.

Si no tienes suficientes energías renovables, pero estás decidido a ser ecológico, la mejor opción que tienes es el gas natural, que emite aproximadamente la mitad del carbono que emite el carbón (si no se desprende metano en el proceso de extracción). Por desgracia, no hay suficiente combustible disponible para esta transición. Por lo mismo, todos se abalanzan a conseguir más, por lo que el mayor proveedor de gas de la Unión Europea a través de gasoductos, Rusia, en este momento está en una posición muy segura y los precios se disparan, al igual que los apagones.

Como informó Bloomberg Businessweek el 27 de septiembre, en lo que respecta al gas natural, “las existencias en las instalaciones europeas de almacenamiento se encuentran a niveles bajos históricos para esta época del año. El flujo a través de los gasoductos de Rusia y Noruega ha sido limitado. Es un hecho preocupante, si se considera que el clima ha sido más apacible, lo que ha reducido la producción de las turbinas de aire, y las viejas plantas nucleares de Europa están en un proceso de eliminación gradual o son más propensas a apagones, lo que implica que el gas es todavía más necesario. Así que es lógico que el precio del gas en Europa haya aumentado casi un 500 por ciento el año pasado y se encuentre casi a niveles récord”.

El problema es que no solo ocurre en Europa. Esta crisis energética podría afectar a proveedores de cerámica, acero, aluminio, vidrio y cemento en China, según el artículo, y provocar que los hogares brasileños reciban cuentas de electricidad escandalosas debido a que el bajo nivel de los ríos ha causado una reducción en la producción hidroeléctrica. Encima, dificultades en la cadena de suministro del carbón relacionados con la pandemia solo agravan el problema.

¿Cómo es posible
tanta rapidez?

El culpable es el COVID-19. En un principio, la pandemia estalló y le dio señales a las economías principales de que nos dirigíamos a una recesión profunda. En consecuencia, los precios de todo tipo de materias primas, incluido el petróleo y el gas, cayeron en espirales marcadas.

A su vez, esa caída hizo que los bancos recortaran las inversiones en nueva capacidad de producción de gas natural y pozos petrolíferos luego de siete años de disminuciones en la inversión en este tipo de hidrocarburos debido a terribles rendimientos.

No obstante, la economía se recuperó (gracias a programas de estímulo del gobierno) mucho más rápido de lo esperado. También la demanda de energía volvió a aumentar. Por desgracia, esta industria no acelera la producción con rapidez. Por lo tanto, no hay suficiente gas natural y mucho menos energías renovables para cubrir el vacío.

Estados Unidos tiene suficiente petróleo y gas natural para cubrir sus necesidades, pero su capacidad de exportar gas natural licuado para ayudar a otros es limitada, en especial ahora que los servicios de Europa y Asia intentan cumplir nuevos estándares ambientales, sociales y de gobierno fijados para la energía limpia y están desesperados por importar gas natural.

Cuando todos los países hacen pedidos al mismo tiempo, los precios enloquecen... o se apagan las luces.

No me malentiendan. No he claudicado en mis convicciones ecológicas. Pero no soy un ecologista amigable, sino uno mezquino. Para alcanzar el nivel de energía limpia que necesitamos no bastan las energías eólica, solar e hidroeléctrica; también es necesario establecer un impuesto al carbono en las economías industriales importantes y tener energía nuclear y gas natural como puente. Si estás en contra de todas estas opciones, no has aceptado lo que los científicos han dicho sobre lo que hay que hacer justo ahora: poner a disposición suficientes combustibles sin emisiones de carbono para lidiar con los aspectos destructivos del cambio climático que se han vuelto inevitables, y así evitar los que serían inmanejables.

Por desgracia, en una reacción exagerada al accidente de la planta nuclear de Fukushima, Alemania decidió en 2011 eliminar poco a poco su capacidad nuclear para 2022 (estaciones de energía nuclear que en el año 2000 constituían el 29.5% de la capacidad de generación de energía de Alemania. Toda esa producción debe ser remplazada por energía eólica, solar e hidroeléctrica, así como gas natura; sencillamente hoy no hay suficiente.

Como señala Bill Gates en su acertado libro “Cómo evitar un desastre climático”, la única opción para alcanzar nuestras metas climáticas es cambiar la producción de las grandes industrias pesadas, como el acero, el cemento y los automóviles, así como nuestra manera de calentar nuestros hogares y cargar nuestros automóviles, a electricidad generada con energía limpia. Opciones seguras y asequibles de energía nuclear deben incluirse en esta combinación porque, según explica Gates, “es la única fuente de energía escalable y libre de carbón que tenemos disponible las 24 horas del día”.

No obstante, entre tanto, esta crisis energética coincide con el estancamiento de las conversaciones entre Estados Unidos e Irán para restaurar el pacto nuclear que Donald Trump desechó imprudentemente en 2018 (sin tener ningún otro plan para contener el programa nuclear de Irán). Para ejercer presión, Irán ha vuelto a enriquecer uranio a niveles que algunos funcionarios estadounidenses están convencidos de que, en solo unos meses podría contar con suficiente material fisionable para una sola bomba.

Irán necesitaría mucho más tiempo para construir una ojiva y un sistema de lanzamiento, pero algunas autoridades estadounidenses creen que Irán solo quiere llegar al umbral de convertirse en una potencia nuclear, al igual que Japón, de tal manera que, con solo apretar unos cuantos tornillos, pueda tener una bomba. Así estaría en posición de lograr la disuasión que necesita. Tanto Israel como Estados Unidos han expresado su compromiso de no permitir que Irán se aproxime tanto a la posibilidad de tener un arma nuclear. Por desgracia, estamos más cerca del momento de la verdad.

¿Y qué pasaría si Estados Unidos o Israel creen que deben aplacar el programa nuclear de Irán a la mitad del que podría ser el peor invierno desde 1973 en cuanto al abasto energético? ¿Qué tal si Irán, en respuesta, elige como blancos algunos buques petroleros estadounidenses u occidentales en el golfo Pérsico, donde se encuentra Catar, el mayor exportador del mundo de gas natural licuado? Entonces, el precio del petróleo y el gas se dispararían hasta la estratósfera. Por lo tanto, resulta que Irán de repente tiene una nueva ventaja: si nos atacas, puedes llevar a la quiebra al mundo entero.

Si yo puedo llegar a esta conclusión, los iraníes también pueden hacerlo. c.2021 The New York Times Company

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