Pacho Herrera: el capo elegante y abiertamente homosexual del Cártel de Cali
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Fue un poderoso criminal que rompió estereotipos en un ambiente machista y homofóbico
Helmer Francisco Herrera Buitrago, más conocido como Pacho Herrera, fue uno de los líderes más influyentes del temido Cártel de Cali, organización que dominó gran parte del tráfico de cocaína hacia Estados Unidos y Europa en los años 80 y 90. Nacido en Palmira, Valle del Cauca, el 24 de agosto de 1951, Pacho no solo fue recordado por su papel estratégico y letal en el mundo del narcotráfico, sino también por haber sido uno de los pocos capos abiertamente homosexuales en un entorno dominado por el machismo y la violencia.
Antes de convertirse en narcotraficante, Herrera emigró a Nueva York, donde trabajó como mecánico industrial. Allí inició sus primeras actividades delictivas relacionadas con el tráfico de drogas, lo que le llevó a pasar un año en prisión. Tras su liberación, regresó a Colombia y se vinculó con los hermanos Rodríguez Orejuela, fundadores del Cártel de Cali. En poco tiempo, Pacho se convirtió en pieza clave de la organización: fue el cerebro logístico de sus operaciones internacionales y un experto en el lavado de dinero.
Era conocido por su apariencia refinada, su afición por la estética y el lujo. Se sometió a varias cirugías plásticas, lo que le ganó el apodo de “el hombre de los mil rostros”. Pero no todo en su figura era fachada: Herrera también mostró una capacidad letal, participando activamente en la guerra contra el Cártel de Medellín. Fue uno de los artífices del atentado al Edificio Mónaco en 1988, un ataque con explosivos dirigido a Pablo Escobar.
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Sin embargo, lo que más ha llamado la atención de su historia, incluso décadas después de su muerte, es que Pacho no ocultó su homosexualidad. En una sociedad criminal que valoraba la virilidad y el poder tradicionalmente masculino, Herrera rompió los esquemas mostrando abiertamente su orientación sexual. Aunque esto le trajo el repudio de su propia familia, dentro del cartel fue respetado, tanto por su inteligencia como por su capacidad de mando. En fiestas privadas y eventos sociales, asistía con sus parejas sin ocultarse, algo impensable para muchos en esa época y contexto.
En 1996, ante la amenaza de ser extraditado a Estados Unidos, Pacho decidió entregarse voluntariamente a las autoridades colombianas. Fue condenado por narcotráfico y lavado de activos, y recluido en la cárcel de Palmira. Allí, dos años después, fue asesinado durante un partido de fútbol por un sicario que ingresó al penal haciéndose pasar por abogado. Se presume que su muerte fue ordenada por el Cártel del Norte del Valle.
Tras su muerte, el Estado colombiano incautó una enorme cantidad de bienes: cientos de inmuebles, fincas y propiedades de lujo, algunas de las cuales hoy han sido destinadas a proyectos sociales y educativos. Su vida ha sido retratada en diversas series de televisión, como Narcos y El cartel de los sapos, donde su figura aparece como la de un capo elegante, calculador y singularmente valiente en cuanto a su identidad.
La historia de Pacho Herrera no solo refleja el auge y caída del narcotráfico en Colombia, sino que también rompe con los estereotipos del crimen organizado. Fue un hombre que, en medio de la violencia, el poder y el miedo, eligió no ocultarse, desafiando los códigos de su mundo con una mezcla de astucia, estilo y orgullo.