¿Acaso fue el “chocorrol” quien diseñó la imagen del “cachito” para la rifa del avión presidencial presentado por AMLO? Las claves que encierra el código QR

Nacional
/ 28 enero 2020

El presunto diseño del “cachito” para el sorteo del avión presidencial, que Andrés Manuel López Obrador presentó en su conferencia de esta mañana, contiene un código QR que conduce a un sitio de la Generalitat Valenciana, es decir, del gobierno autonómico de Valencia, en España

Durante su conferencia de prensa de este martes, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer el diseño del “cachito” con el cual presuntamente se realizaría el sorteo del avión presidencial, tentativamente el próximo 5 de mayo. Como todos los diseños de la Lotería Nacional, el presunto cachito contiene un código QR en la esquina inferior izquierda.

Cuando uno escanea estos códigos en un “cachito” normal, usando cualquier aplicación móvil, lo que aparece es la siguiente leyenda: “¡Ahora sí! La suerte está de tu lado”.

Pero cuando se escanea el código del presunto cachito diseñado para la rifa del avión presidencial, lo que aparece en la pantalla es la dirección web http://www.csirtcv.es y el nombre “Xavi Morant”.

La dirección electrónica corresponde a la página web del Centro de Seguridad en Tecnologías de la Información de la Comunidad Valenciana (CSIRT-CV), cuyo coordinador técnico es justamente Xavi Morant.

¿Cómo llegó al presunto “diseño oficial” del cachito presentado por López Obrador la imagen de este código bidimensional que nada tiene que ver con los utilizados por la Lotería Nacional? La única respuesta que parece plausible hasta ahora es que se trata de un “diseño casero”, elaborado por alguien que simplemente agarró el primer código QR que encontró en la web.

$!¿Acaso fue el “chocorrol” quien diseñó la imagen del “cachito” para la rifa del avión presidencial presentado por AMLO? Las claves que encierra el código QR

Habría sido peor, desde luego, que el código contuviera la dirección web de una página porno.

COMENTARIOS

TEMAS
Selección de los editores