Los infartos silentes: Cuando el corazón no avisa

Nacional
/ 1 noviembre 2020

En el radar de muchos diabéticos no figuran los riesgos cardiacos... Sí los hay, pero pueden ser muy silenciosos

CDMX.- El primer infarto que sufrió ni siquiera lo sintió, revela Isabel Michelena, una mujer de 60 años que fue diagnosticada con prediabetes después de sus dos embarazos. Por fortuna, tal vez, no experimentó ese intenso dolor en el pecho que muchos comparan con una pisada de elefante. Sin embargo, para el segundo evento cardiaco que tuvo no corrió con la misma suerte.

“El primer infarto nunca lo sentí. No sabía que había sido un infarto a causa de la diabetes. En el segundo, tuve un ardor muy fuerte en el pecho y la espalda. Sentía que tenía algo atorado: era un ardor espantoso que se me pasó hasta las cinco de la mañana”, comparte.

Esta complicación se conoce como neuropatía autonómica cardiovascular y provoca que una persona que está sufriendo un infarto no tenga síntomas por la alteración que hay en los nervios del corazón”.

Al día siguiente, le realizaron un electrocardiograma y fue entonces que los doctores le informaron que había tenido dos infartos: uno de ellos, silencioso; ya que no presentó ningún síntoma y fue solo gracias a este estudio que lograron identificarlo. Al respecto, la doctora Elsa Margarita Arrieta Maturino, gerente médico de GLP1 en diabetes y cardiología en la farmacéutica Novo Nordisk, asegura que las personas que viven con diabetes suelen sufrir este tipo de infartos denominados silenciosos o silentes, debido a la falta de síntomas habituales como es el dolor de pecho que puede correrse hasta la espalda, hombros, cuello, mandíbula, manos y boca del estómago; así como sudoración profusa; mareo; náusea; y, en ocasiones, vómito.

Por eso, es común que después de un electrocardiograma se pueda observar las zonas donde el corazón tuvo muerte a causa del paro cardiaco.

Nunca imaginé que la diabetes causara tantas cosas y que son prevenibles yendo al médico, al menos, una vez al año”.

LA GLUCOSA ESTROPEA LA SENSIBILIDAD

La razón por la cual las personas con este padecimiento no llegan a manifestar los síntomas clásicos que las alertan de un infarto, explica la cardióloga, se debe a que la glucosa daña la capa interna de las arterias y, “con ello, el sistema circulatorio. Además, se acelera la formación de la placa de grasa y de calcio; también se presenta daño en la sensibilidad de los nervios que llegan al corazón. Por eso, estas personas no sienten la magnitud del dolor. Tal vez solo lleguen a tener una molestia: una falta de aire ligera y tolerable que pasa en una noche”.

El doctor Valentín Sánchez Pedraza, jefe del servicio de Endocrinología del Hospital General de México, agrega que, cuando un paciente no alcanza un buen control de sus niveles de glucosa, existe un proceso inflamatorio que repercute en diversos sistemas del cuerpo. Entre ellos están los nervios que envían información al corazón, los cuales pierden su capacidad sensitiva. “Esta complicación se conoce como neuropatía autonómica cardiovascular y provoca que una persona que está sufriendo un infarto no tenga síntomas por la alteración que hay en los nervios del corazón”, recalca. En este sentido, precisa que el infarto no doloroso o silencioso puede ser hasta un 50% más recurrente en los hombres.

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SIN DOLOR NO ES QUE SEA MENOS SEVERO

El hecho de que el paciente con diabetes no haya experimentado dolor al sufrir el infarto no significa que éste haya sido menos severo: todo lo contrario, dice el también vocero de la Federación Mexicana de Diabetes. Y es que, al no sospecharlo, tampoco se toman las medidas y estrategias necesarias para prevenir un segundo paro cardiaco que puede, incluso, ser la causa de una muerte súbita.

“La consecuencia más trágica es la mortalidad. De hecho, el que una persona presente neuropatía autonómica cardiovascular quiere decir que ya no va a referir sensibilidad a nivel de corazón. No va a tener dolor en caso de un infarto”, subraya el especialista.

Eso sí, existen ciertos indicadores que alertan que ya se tuvo un infarto. Por ejemplo, la taquicardia en estado de reposo: si hay más de 100 pulsaciones por minuto en reposo, es importante acudir al médico.

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La doctora Arrieta Maturino añade que, cuando ya se han detectado huellas de muerte en el músculo cardiaco, es trascendental que el paciente sea estudiado pues es muy posible que quede una insuficiencia cardiaca como secuela. Eso significa que el corazón no tendrá la capacidad necesaria para bombear la cantidad suficiente en cada latido.

El infarto es capaz de afectar cualquier parte del corazón. Sin embargo, el ventrículo izquierdo es el que se atrofia generalmente y éste constituye la arteria más grande e importante, ya que se encarga de que el corazón se pueda contraer y expulsar la sangre para todo el cuerpo.

DESCONOCEN RIESGOS CARDIACOS

La diabetes tiene un alto impacto en el desarrollo de padecimientos cardiovasculares, pero más del 50% de estos pacientes desconoce los riesgos como el infarto agudo de miocardio, enfermedad de arterias periféricas o embolia cerebral que pueden enfrentar producto de su enfermedad, expone el doctor Daniel Elías-López, endocrinólogo e investigador clínico en el departamento de Endocrinología y Metabolismo del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición ‘Salvador Zubirán’.

Para evitar estas afectaciones, lo ideal es que el paciente esté lo más controlado posible con niveles de presión arterial normales, niveles de colesterol y triglicéridos adecuados, glucosa estable y, además, que lleve un tratamiento auxiliar para combatir los riesgos.

El principal problema, considera la cardióloga Elsa Arrieta, es que “en México, según la Federación Internacional de Diabetes, se estima que hasta el 18% de los adultos mayores de 20 años padece diabetes tipo 2. Lo más grave es que la mitad de ellos desconoce que tiene la enfermedad. De los que sí saben, solo el 50% tiene tratamiento; y, de ese porcentaje, apenas la mitad logra metas de control”.

“Nunca imaginé que la diabetes causara tantas cosas y que son prevenibles yendo al médico, al menos, una vez al año. Cuando me dio el infarto no estaba en control, no tenía mis niveles de glucosa óptimos. Fue hasta después de eso que realmente comencé un tratamiento”, confiesa Isabel Michelena.

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