Detrás de la tragedia en explosión, se reflejan rostros de pobreza
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Son hombres y mujeres que en el momento más álgido de la emergencia se concentraron afuera de los hospitales, pero también aguantaron largas jornadas bajo el sol en las puertas de la fábrica para identificar los restos de sus familiares
Sus rostros son distintos, pero la mayoría tiene al menos una cosa en común: forman parte de la tragedia que dejó la explosión en el Complejo Petroquímico Pajaritos y de la larga fila de pobres mexicanos.
Son hombres y mujeres que en el momento más álgido de la emergencia se concentraron afuera de los hospitales, pero también aguantaron largas jornadas bajo el sol en las puertas de la fábrica para identificar los restos de sus familiares.
Salieron de distintas regiones de Veracruz y del sureste mexicano para “rescatar” a los suyos de la tragedia. Uno de ellos es Ezequiel de Jesús Cañaveral Hernández, quien con 200 pesos en la bolsa y la camioneta de un pariente, viajó más de cinco horas desde Venustiano Carranza, Chiapas, hasta Coatzacoalcos, para tratar de localizar a su primo Víctor Hugo.
“Aquí esperaré el tiempo que sea necesario”, repetía una y otra vez en el maltrecho complejo Pajaritos, donde había ingresado su tío.
“Me vine con 200 pesos”, reveló mientras miraba de reojo a la madre del obrero desaparecido, Araceli Cordero, de origen indígena y de ropas desgastadas por el uso. Sentada en la banqueta, contaba que su hijo llevaba tan sólo tres meses laborando en la compañía privada.
Algunos provenían de las colonias de la periferia de este puerto, otros de municipios del sur de Veracruz, como Nanchital, Moloacan, Las Choapas y Agua Dulce.
Los rostros de la pobreza se repetían por doquier. Los amigos Abiel y Juan, recién salidos del hospital con collarines, se alistaban para volver al empleo y a la entrañas del propio Complejo Petroquímico, porque de no hacerlo entonces en casa habría poca comida.