"No los encontrarán, los quemé en ácido", así amenaza el Cártel de Jalisco

Nacional
/ 3 marzo 2017

Sicarios del CJNG amagan a ciudadanos de Lagos de Moreno que se niegan a colaborar con el cártel

México.- Los sicarios encargados de desaparecer a los lagunenses no viven con perfil bajo. No caminan con sigilo. Transitan sonrientes porque se saben impunes. Se acercan a las familias de las víctimas para advertirles que no interpongan ningún reporte ante la autoridad. Algunas veces les permiten despedirse, pero cruzarse por las calles con ellos los días siguientes es un purgatorio en vida.

“No vas a encontrar ni una ceniza. Lo quemamos en ácido”, es la sentencia del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) a las familias consultadas. Por eso, aquí en Lagos de Moreno sobrellevan este problema en silencio, pues saben que detrás de esta cadena de desapariciones y fosas clandestinas está la or ganización en presunto contubernio con las autoridades. Son los responsables del día de luto de julio de 2013 que cada año el pueblo recuerda con una procesión y una misa en memoria de las numerosas víctimas.

Por donde se pose la mirada hay papeletas o pancartas con personas ausentes de todas las edades. Están pegadas en los pilares de la central camionera, en los parques o en cualquier lado. Este pueblo mágico es como las aguas mansas: en la superficie todo fluye tranquilo, pero en sus profundidades se padece un caos, particularmente cuando se “calienta” la plaza.

Después de aquel hecho donde desaparecieron a seis jóvenes y un adulto, cuyos restos fueron hallados en un predio, los habitantes hicieron su primera manifestación pública hace tres años; pero luego vinieron meses de voces acalladas que dibujan el miedo en sus ojos. Apenas en noviembre del año pasado salieron en una protesta que no había sucedido antes. Fue inédita. “Tenía muchos años que no salíamos así”, dice Catalina Mireles, de 55 años, quien busca a su hija desde hace casi dos años.

Ese día las familias pegaron las fotos de sus hijos en el quiosco y colgaron cientos de listones con los nombres de sus consanguíneos escritos, simbolizando esperanza. Turistas y pobladores se acercaban a leer como si se tratara de un altar enorme. Lo señalaban con el dedo y Cuchicheaban entre ellos.

El gobierno explica en su portal electrónico que este municipio tiene una “posición privilegiada por la ubicación estratégica”. Pero esa cualidad se volvió un martirio: desató las disputas territoriales entre Los Zetas y el CJNG, según el informe México: actualización de evaluación del tráfico de drogas mayor, áreas de las organizaciones de control dominante, elaborado por la DEA. León, Guanajuato, aparece en el estudio, el cual colinda con este lugar.

Mientras tanto, en esta zona las autoridades gubernamentales sólo han realizado dos operativos de búsqueda de fosas clandestinas en los últimos cuatro años, de acuerdo con oficios obtenidos, al tiempo que este lugar pertenece a la región de los Altos Norte, donde se han concentrado 184 desapariciones de 2013 a 2016, la tercera más alta atendiendo a las 11 que componen territorialmente Jalisco.

Mireles es una de las madres que encabeza la voz en la comunidad y enfatizó que están dispuestos a hacer lo que en Guerrero con los normalistas: remover la tierra de su estado para buscar a sus hijos. Sobre todo en esta entidad que ocupa el tercer lugar nacional, con casi 3 mil casos en los últimos nueve años, según el Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), en contraste con los reportes de desaparición que han aglomerado más de 19 mil en ese lapso, según información obtenida vía transparencia, como documentó EL UNIVERSAL el domingo 26 de febrero.

Las campanas de la catedral repican más de 30 veces en la plaza pública mientras las risas de los niños corren como una melodía. La escena contrasta con las personas impresas en decenas de fotografías colgadas en la estructura circular del quiosco. Todas ellas están ausentes. Es doloroso que las autoridades almacenen así de fácil en un clip, una grapa o una carpeta.

Enfrente hay una mesa con una lista abierta para que los lagunenses se acerquen para anotar a sus familiares desaparecidos en caso de no querer hacer la denuncia formal. Uno por uno lo hace en el papel y luego en los listones verdes que danzan, se deshilachan, los toman con las manos para leer quiénes son. Son muchos jóvenes. También hay una pancarta negra que dice: “En Jalisco queremos respuestas, no oficinas donde no tenemos resultados”.

Es inédita la presencia de los denunciantes porque hace años no se manifestaban. Eso sí, el narco está atento a sus movimientos. Pasa una troca negra con jóvenes con chamarra de cuero trepados en la cajuela. “Ahí van los patrones. De hecho ya mandaron uno”, relata Mireles, cuya hija desapareció el 28 de abril de 2015.

Se llama Ana Elvira Castillo, de 23 años, madre de una niña y que trabajaba en una tortillería desde hace casi ocho. Su progenitora, Catalina, la recuerda como una chica responsable que siempre se comunicaba con ella. Después empezó a trabajar haciendo la limpieza en la casa de “unos ingenieros”. A partir de allí se comportó de forma inusual. Seis meses antes ella se había salido de su casa, de acuerdo con la carpeta 1238/2015.

Ese abril llegaron por ella unos sujetos en un taxi y se alcanzó a despedir de Catalina: “A mí no me duele que me maten ma’, me duele que nunca en la vida me vas a encontrar”. En los últimos mensajes de texto que tuvo con su hermano, ella le contó que una noche la sacaron de “una disco a punta de pistola” y la obligaron a trabajar para ellos. “Nunca quiso decir quién. Sólo decía: ‘Ellos, ellos, ellos, ellos…’”.

En Lagos de Moreno ese es el código labrado de miedo para referirse al cártel.

Así le pasó a Arnol Uriel López Olmos el 12 de septiembre de 2015. Lo quisieron reclutar después de consumir marihuana que le daba un grupo delictivo. Cuando se negó, se lo llevaron, dice su amigo, quien no le quita la vista a la imagen. “Nos conocemos desde chavitos. Su abuelito vendía fresas; le preguntaba: ‘¿Y su nieto?’; y me decía: “‘¡Pues sabe!’… y de ahí no lo sacaba. Quiero saber qué se hizo de él. Desde eso ya no me junto en bolita; me dice mi mamá: ‘Te va a pasar algo, pendejo, por andar en bolita’”.

Magdalena R., de quien omitimos nombre real por protección de identidad y temor a represalias, es madre de Daniel R., de 29 años, quien está desaparecido desde mediados de 2015. Como la historia de otros tantos familiares, se lo llevaron sin deberla, según la carpeta 1704/2015. Ella vive de la venta de dulces de leche para seguir la búsqueda de su hijo.

Así también le hace la señora Catalina: “Desde ese día yo no he parado de buscar. Salirme a la calle a ver quién miro. Andar preguntando. Desde ese día no descanso. No tengo recursos para moverme, pero con lo que encuentro, con eso (…) No nada más es mi caso, sino que somos muchos. Somos muchos los que lloramos una pérdida. Es muy cruel todo esto”.

¿Quién protege al Cártel de Jalisco? Todo se salió otra vez de control. 2016 fue el año más violento para Tijuana en una década. Si en 2012 la seguridad parecía estar de vuelta en la entidad —ese año se registraron únicamente 270 homicidios—, el año pasado la cifra se disparó. Solo entre enero y octubre se contabilizaron 678 asesinatos.

Tijuana es un territorio que se disputan desde hace años el Cártel de Sinaloa y lo que queda de la organización de los hermanos Arellano Félix.

Un nuevo elemento se agregó, sin embargo, al coctel de violencia.

A partir de abril de 2015, en las calles de la ciudad, comenzaron a aparecer narcomantas vinculadas con un tercer grupo criminal: el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG.

Lo que hasta entonces había parecido como la pugna “histórica” entre vendedores de droga de dos cárteles —“ordenan un asesinato porque otro narcomenudista se cruzó una cuadra”, declaró un funcionario de seguridad en ese tiempo— se reveló entonces como la llegada a la frontera del cártel más poderoso de este sexenio: el que dirige Nemesio Oseguera, El Mencho, con los hermanos González Valencia (conocidos como Los Cuinis).

En mayo del año pasado, el Ejército logró la detención de un hombre llamado Pedro Stanley Herrera Jelinek, alias El Peter. La información que puso en manos de las autoridades confirmó que el CJNG se hallaba detrás del repunte registrado en las ejecuciones. En esos días se habló por primera vez del Cártel Tijuana Nueva Generación.

La DEA ha advertido que el CJNG ha logrado apropiarse de muchos de los mercados y las rutas de trasiego que antes pertenecieron a La Familia Michoacana, Los Zetas, Los Caballeros Templarios y los hermanos Beltrán Leyva.

Reportes de inteligencia del gobierno federal confirman que ahora ha tomado posesión de una parte de Tijuana, y se extiende hacia Ensenada, Tecate y Playas de Rosarito.

Declaraciones de sicarios y operadores aprehendidos en la entidad señalan que el CJNG pactó con los Arellano Félix, “quienes se encuentran debilitados”, para lanzarse en grupo en contra del viejo cártel de El Chapo. Autoridades estatales consideran que el 80 por ciento de los homicidios cometidos en Tijuana el año pasado podrían ser producto de esta alianza: la que tiene como fin arrancar Baja California al Cártel del Pacífico.

El proveedor más activo de drogas a los Estados Unidos, de acuerdo con fuentes del gobierno federal, sigue siendo el Cártel de Sinaloa.

El grupo de Jalisco, sin embargo, está empeñado en cambiar las cosas. Desde hace dos años inició una estrategia de expansión que, según la DEA, está relacionada con la detención de líderes de otras organizaciones: cada que un jefe criminal es detenido o abatido, el CJNG mete la mano en su territorio. La estrategia consiste en explotar las debilidades de los rivales y establecer alianzas de “conveniencia” que faciliten su propósito.

De acuerdo con información de la PGR, durante 2016 el CJNG registró presencia en 15 estados: Colima, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Estado de México, Nuevo León, Puebla, San Luis Potosí, Quintana Roo, Tamaulipas, Veracruz y las dos Baja California.

Se apoderó primero de la mayor parte del litoral del Pacífico, debido a la importancia que sus puertos representan para el arribo de precursores químicos procedentes de Asia y de cargamentos de cocaína que provienen de países sudamericanos.

Desbarató luego a Los Zetas de Veracruz, para tener una línea de salida que le permitiera exportar drogas a Europa. En alianza con el Cártel del Golfo fue ganando posiciones en la costa este de México, y ahora tiene en la mira el control total de la frontera.

Su alianza con el Cártel del Golfo le garantizó el paso por Tamaulipas y Nuevo León. Su alianza con los Arellano Félix le ha dejado franca la ruta por el occidente de México.

En su edición de la semana pasada, en un reportaje de J. Jesús Esquivel, Proceso reprodujo declaraciones del agente especial de la DEA, William R. Glaspy, para quien el CJNG ha comenzado a disputarle al Cártel de Sinaloa el corredor de drogas Juárez-El Paso.

De acuerdo con Glaspy, la llegada del cártel tomó a la DEA por sorpresa. Sin embargo, se han verificado arrestos y confiscaciones relacionados con ese grupo.

El Pacífico, el Golfo y la frontera: todo en unos meses.

La única explicación posible es que alguien protege al Cártel Jalisco.

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