Primera infancia, una deuda política
Candidatos presidenciales firmarán el Pacto por la Primera Infancia para reafirmar su compromiso
En México existen 12.5 millones de niñas y niños de cero a seis años, y uno de cada 10 vive en situación de pobreza extrema, mientras que 1.3 millones enfrenta desnutrición crónica.
De acuerdo con el Pacto por la Primera Infancia (PPI), integrada por 500 ONG, existe una gran deuda con la primera infancia porque las cifras son preocupantes: 60% no cuenta con un esquema completo de vacunación.
El 18% no tiene acta de nacimiento; de 2010 a 2022 322 mil menores de un año fallecieron por enfermedades, lesiones u homicidios, mientras que de 2020 a 2023, 3 mil 332 menores de seis años fueron reportados como desaparecidos, de los cuales, mil 83 siguen ausentes.
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También de cada mil bebés nacidos vivos, 13 mueren antes de cumplir el año de edad, en tanto que 14 niñas y niños por cada mil mueren antes de cumplir los cinco años.
Desde 2016, el PPI —que de inicio integró a 40 ONG— empuja en cada elección federal a que las y los candidatos firmen el Pacto por la Primera Infancia para garantizar la atención y los derechos de niñas y niños de cero a seis años.
Este lunes, las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República, Xóchitl Gálvez, por la alianza Fuerza y Corazón por México; Claudia Sheinbaum, de Sigamos Haciendo Historia, y el emecista Jorge Álvarez firmarán el Pacto por la Primera Infancia para comprometerse a trabajar por ese sector poblacional en caso de ganar en los próximos comicios del 2 de junio.
Además, firmarán el documento los aspirantes a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, Santiago Taboada, de la alianza PAN-PRI-PRD; Clara Brugada, de la coalición Morena, PT y Verde Ecologista, y el candidato del partido naranja, Salomón Chertorivski.
La ONG busca también que las más de 20 mil candidatas y candidatos inscritos en el Instituto Nacional Electoral (INE) para ser electos a un cargo de elección popular, ya sea gubernaturas, diputaciones y senadurías, y presidencias municipales, firmen también el pacto a través de su página electrónica.
El compromiso está integrado por 12 metas que son: incrementar a 75% la lactancia en la primera hora de vida y a 50% la lactancia materna exclusiva en niñas y niños menores de seis meses; lograr que 90% de niñas y niños de uno y dos años reciban todas las vacunas que les corresponden; aplicar el tamiz neonatal al menos al 90% de recién nacidos; brindar atención especializada a partir del diagnóstico, e incrementar a 80% la cobertura en educación y servicios de salud para niñas y niños con discapacidad.
Además, incrementar a 90% las niñas y niños menores de cinco años con un adecuado desarrollo infantil temprano y a 50% la cobertura de evaluaciones de desarrollo anuales; lograr que 20% de niñas y niños menores de tres años reciban educación inicial en cualquiera de sus modalidades; alcanzar al 30% de las familias con niñas y niños menores de seis años con programas de habilidades parentales para una crianza cariñosa y sensible.
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Y lograr que 90% de las niñas y los niños estén inscritos en el Registro Civil antes de cumplir un año y que a los cinco años todos se encuentren registrados; avanzar en la erradicación de todas las formas de violencia contra la infancia, al disminuir en 20% el uso de métodos violentos de disciplina y en 50% la violencia sexual y los casos de desapariciones de niñas y niños menores de seis años; incrementar en 10% la participación de madres y padres en actividades de juego con sus hijas e hijos menores de cinco años, así como aumentar la disponibilidad, acceso y calidad de espacios públicos para el juego de la primera infancia.
Aranzazú Alonso, directora ejecutiva y coordinadora general del Pacto por la Primera Infancia, comenta a EL UNIVERSAL que, por primera ocasión en el debate de los presidenciables, el 8 de abril pasado, Claudia, Xóchitl y Jorge hablaron sobre primera infancia, lo que representó un hito, debido a que en ninguno de los debates anteriores “se habían pronunciado las palabras primera infancia con todas sus letras”.
“Esto nos indica que paulatinamente el trabajo de la sociedad civil ha ido logrando que dentro del lenguaje y del imaginario de quienes quieren gobernar el país ya se está configurando la primera infancia como un tema”, destaca.
Sin embargo, expone que la primera infancia no ocupa en las propuestas de los presidenciables la prioridad que debería tener para el desarrollo y la construcción de una sociedad más pacífica, más productiva y más saludable.
“Durante los primeros años de vida se forma la arquitectura cerebral de las personas. Es decir, cuando nacemos nuestro cerebro no está completamente desarrollado. Son las oportunidades, las condiciones y las interacciones que tenemos cuando somos bebés las que determinarán la arquitectura de nuestro cerebro”, explica.
La coordinadora general del PPI expone que los seres humanos “estamos programados, cableados, digámoslo así, para la interacción humana. Cuando estas interacciones ocurren, se conectan las neuronas y se forman circuitos neurológicos que son responsables de cosas tan esenciales, como la vista, el oído o el gusto y de cosas tan complejas, como el habla, la resolución de problemas, la resiliencia o la empatía”.
Precisa que del tipo de condiciones que vivan las y los niños menores a seis años dependerán sus capacidades y habilidades para el resto de la vida.
“Son como los cimientos de una casa. Si esos cimientos son sólidos, la casa será más segura”, refiere.
Menciona que de acuerdo con James Heckman, Premio Nobel de Economía en el año 2000, la mejor inversión que pueden hacer todos los países es en desarrollar las capacidades en las niñas y niños en sus primeros años de vida.
“En América Latina hay naciones que le han dado mucha importancia a las políticas de primera infancia. Por ejemplo, Chile y Colombia, que desde hace décadas priorizaron a la primera infancia e incrementaron el monto de inversión pública”.
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Explica que en México aún se está muy lejos de que la primera infancia sea una inversión significativa: “El programa a través del que se destinan las transferencias para las personas adultas mayores en el país, tiene más recursos que el total de las inversiones que el gobierno federal tiene para la primera infancia.
”Es decir, existe un desbalance generacional importantísimo en la política actual, porque estamos destinando una buena parte de nuestros recursos de desarrollo social a adultos mayores, sin que haya una correspondencia o una proporción con lo que estamos invirtiendo en niñas y niños en primera infancia”.
Aranzazú Alonso enfatiza que uno de los llamados que hace el PPI es que se destinen más recursos para la atención integral de los niños y las niñas de cero a seis años, porque explica que esos recursos van a tener efectos a corto, mediano y largo plazos.
“Si se invierte en la primera infancia, tendremos menos enfermedades, menos mortalidad, mejores índices de desarrollo infantil, etcétera.
”Pero si lo vemos a largo plazo, lo que muestra la evidencia es que estas niñas y niños que reciben una atención integral en la primera infancia tendrán una mayor escolaridad, mejor coeficiente intelectual, mejor rendimiento en pruebas de matemáticas y de lectura, más probabilidades de asistir a la universidad, mejor posibilidad de que participen en actividades delictivas, salarios más altos y una mayor probabilidad de que enfrentan pobreza”, resalta.