#25N: Las leyes y protocolos necesitan aplicarse
COMPARTIR
La ritualización simbólica del 25N puede perpetuar la misma violencia estructural que pretende denunciar, pues son los agresores los que mantienen los puestos
Esta semana, en su efeméride, se recuerda y concientiza sobre el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una propuesta que surge e instala la ONU en 1999 en memoria de las hermanas Mirabal, activistas dominicanas asesinadas en 1960 por la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. Su historia simboliza la resistencia frente a la opresión y marcó un punto de inflexión para visibilizar la violencia estructural que enfrentan las mujeres en todo el mundo. Desde entonces, el 25N se ha convertido en un día de reflexión, denuncia y acción colectiva para que las mujeres recuerden exigir justicia, igualdad y el derecho a vivir libres de violencia.
Actualmente, ante la creciente violencia hacia las mujeres, se suele abarcar con un activismo que va del 25 de noviembre al 10 de diciembre (por el Día Internacional de los Derechos Humanos). De acuerdo con datos recientes publicados por ONU Mujeres (2025), dos de cada tres mujeres han padecido alguna forma de violencia o conocían a alguna mujer que la sufría; además, los estudios revelan que la violencia, en lugar de disminuir, ha aumentado. Por ejemplo, en México el 70.1 por ciento de las mujeres ha sido víctima de violencia (Presidencia de la República, 2025).
TE PUEDE INTERESAR: Humanidades digitales, entre el trend y el futuro
En 2021, la Secretaría de Gobernación (Segob) de México publicó que “esta mayor exposición a padecer situaciones de violencia tiene su origen en cuestiones culturales, surgidas de una sociedad masculina; además, está el hecho de la existencia de la discriminación por razón de la discapacidad y un acentuado prejuicio social hacia este grupo poblacional”. Añadiendo factores como:
– Incapacidad o dificultad para defenderse físicamente o comunicar los malos tratos
– Acceso restringido a la información y asesoramiento debido a la existencia de todo tipo de barreras, tanto tangibles como intangibles.
– El enfrentamiento entre los papeles tradicionales asignados a la condición de mujer y la negación de éstos mismos en la mujer con discapacidad. Esto puede provocar una baja autoestima y el menosprecio de la propia imagen como mujer.
– Mayor dependencia de la asistencia y cuidados de otros, así como el miedo a denunciar el abuso por la posibilidad de la pérdida de los vínculos y la provisión de cuidados.
– Vivir frecuentemente en entornos que favorecen la violencia: familias desestructuradas, instituciones, residencias y hospitales (2021).
¿Cómo es que de 1999 a 2025 ninguno de los planes y estrategias haya funcionado? En principio, podemos argumentar tal como explica Michel Pêcheux (1975) en su teoría, la cual ofrece un marco riguroso para analizar la función ideológica y el mecanismo discursivo por el cual las conmemoraciones y efemérides construyen y refuerzan identidades y narrativas históricas dominantes.
Las efemérides funcionan como dispositivos ideológicos que naturalizan una memoria histórica particular. Desde la perspectiva de Pêcheux, estos actos se inscriben en formaciones discursivas que delimitan qué puede decirse sobre el pasado y cómo debe interpretarse, produciendo una narrativa aparentemente evidente y neutral. En realidad, operan como “Aparatos Ideológicos de Estado” (siguiendo Althusser, 1970) que interpelan al sujeto, reforzando identidades colectivas —como la nacional o patriótica— mediante rituales y conmemoraciones que ocultan su carácter construido. Así, lo que se presenta como verdad histórica indiscutible es un efecto ideológico que selecciona, organiza y legitima ciertos recuerdos mientras silencia otros.
TE PUEDE INTERESAR: La ley del sí en el abuso sexual
Desde el análisis del discurso de Pêcheux, podemos decir que el 25N forma parte de una formación discursiva institucional que define qué puede decirse sobre la violencia y desde qué marco ideológico. Aunque la fecha nace de una lucha histórica legítima, su apropiación por instituciones que reproducen prácticas de desigualdad genera un efecto contradictorio: la ritualización simbólica del 25N puede perpetuar la misma violencia estructural que pretende denunciar, pues son los agresores los que mantienen los puestos. Al funcionar dentro de las instituciones, se habla desde la justicia e igualdad como una verdad evidente, mientras que se ocultan o minimizan prácticas internas de discriminación, omisión o encubrimiento.
Por esta razón, vemos que las instituciones “simulan” su compromiso con la erradicación de la violencia, “celebrando” nuevos protocolos, compromisos, convenios, “festejos”, puntos violeta, dando pulseras naranjas, tomándose fotos, pero no eliminando ni disminuyendo la violencia contra las mujeres. Recordar es muy importante, pero hacer es más significativo. ¿Qué están haciendo las instituciones? ¿Cuántos protocolos, tribunales, secretarías se necesitan para erradicar o disminuir la violencia?