F.G. Haghenbeck
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Por: Élmer Mendoza
La literatura mexicana es ahora más variada que nunca. No pienso otra cosa después de leer Aliento a muerte, la novela de F.G. Haghenbeck, publicada por Martínez Roca (Planeta), en enero de 2010. En su portada nos participa, además, que se trata de "un thriller en medio de la guerra contra el imperio de Maximiliano". Lo que significa que también posee una carga histórica de ese período.
Aliento a muerte, que está organizada sobre una cadena de sorpresas cuidadosamente articuladas, fue además finalista del premio Planeta-Casa América en 2008. Andrés Blanquet, un poblano de clase alta que combatió del lado de los franceses en la guerra de Intervención, regresa a Tehuacán, su tierra. En prisión, esperando su fusilamiento, hace un trato de caballeros con su carcelero que le permitirá llevar a cabo su venganza. "La venganza es un bocado de rey", le dice a uno de sus enemigos, y vivirá un interesante proceso de investigación sobre la muerte de su padre y su esposa.
F.G. Haghenbeck, nacido en la ciudad de México en 1965, introduce un plano adicional a la trama sangrienta en que mueve sus personajes: La descripción y las fichas de los artistas, de la exposición itinerante, El imperio efímero: arte y objetos en tiempos del imperio de Maximiliano. Así, tenemos contacto con cuadros de Velasco o Clément, tarjetas de visita, instrumentos musicales, monedas, sables, fotografías y objetos de la época. Desde luego, la mayoría de las piezas tiene relación con el desarrollo de la ficción; la primera se llama La venganza, por ejemplo, además de que maneja también criterios de crítica de arte: "Con esos elementos compuso Velasco un seductor paisaje, realista y poético." Este plano opera, además, como un dique emocional, dado que la novela provoca de inmediato una profunda curiosidad.
El autor utiliza varios elementos característicos de la narrativa latinoamericana bastante probados: el burdel, como espacio de reunión y de entrenamiento amoroso, según Peter Stallybrass y Allon White: "la prostituta ejerce una función transgresora en la formación del imaginario social de la burguesía"; la fiesta folklórica, hay una matanza tradicional de chivos a la que Blanquet adiciona unos cuantos cadáveres de humanos; la descripción puntual de la mujer: "su cabello lo llevaba en un moño alto, con dos caireles a los lados cual gotas de miel escurriendo.". La presencia de personajes diferentes, Goliat, un enano cocinero y un par de prostitutas siamesas que dan la bienvenida a Andrés a quien "el odio había consumido la necesidad sexual".
Esteban Loustaunau plantea que "La revaloración de los márgenes sirve para re-aprender a vivir en mundos cada vez más complejos y saturados". Esta parece ser la conclusión del coronel Cristóbal Palacios, a quien corresponde sopesar, investigar y enfrentar el caso Blanquet, en medio de una burocracia que nace. Haghenbeck lleva sus personajes al límite, donde el aspecto policiaco de su historia se convierte en tragedia, por su alto contenido transgresivo. La religión y la familia caen en sus debilidades más abyectas y sufren las consecuencias. Adrián, con su voz de serrucho viejo, tendrá la última palabra.
Encontramos un grupo de frases que son guía segura sobre cómo se desarrolla la venganza y sus justificaciones: "Si ríes, todos reirán contigo. Si lloras, llorarás solo". "Usted sabe que la mayoría de los hechos que figuran en la Biblia están relacionados con la guerra, el odio, la venganza o el crimen". "Se odia cuando no se quiere sufrir y no se puede olvidar". El narrador no abandona su línea; de inmediato crea la perturbación emocional que será la otra fuerza que sostendrá la novela en su contexto. Blanquet encuentra a Baltasar, ex soldado que perdió las piernas, y le encarga cuidar del convento, amenazado por demonios. Porque será en el templo donde encontrará la punta de la madeja que lo llevará hasta el final.
Haghenbeck es un autor cuidadoso, limpio y calculador; tiene sentido del espacio, del tiempo y del alcance de sus personajes; es equilibrado en el uso del patrimonio intangible: las fiestas, la cocina, el mole, el baile, las canciones: Adiós, mamá Carlota; adiós, mi tierno amor; resiste la tentación de la Historia, puesto que es una novela que ocurre durante la presencia de Maximiliano y su personaje principal es un cangrejo. El lenguaje es preciso y la obra plástica contribuye a la recuperación de la época; consigue, para nuestra delicia, un universo agradable.
En Aliento a muerte, el autor no abre todas las cartas de la baraja; en varias sólo muestra unas insignificantes marcas como una invitación a develar lo más sorprendente, y que por supuesto, astutamente lo ha ubicado en el lugar preciso. Leer es apostar y aquí les presento un buen reto. ¿Cuánto le van a meter?