La carne no es enemiga

Opinión
/ 2 octubre 2015

En la oscuridad de la noche San Virila escuchó ayes que venían de la celda de fray Bruno.
Encendió una pequeña lámpara y fue a ver qué sucedía. A través del ventanillo de la puerta observó que el pobre fraile se estaba azotando la desnuda espalda con ramas espinosas. Tenía rasgada ya la piel; de sus heridas manaba sangre en abundancia.
Abrió la puerta San Virila y le detuvo el brazo a su hermano. Le preguntó:
-¿Qué haces?
Respondió él:
-Estoy castigando a esta enemiga mía, la carne; que es mala y sucia, y me arrastra a la condenación.
-La carne no es enemiga nuestra, hermano -le dijo San Virila-, ni es sucia y mala como dices. Nuestro Padre la creó, igual que al alma. Es, por lo tanto, cosa buena. Debemos tenerla en igual estima que al espíritu, y cuidar de ella como obra que es de Dios. Nuestro cuerpo es sagrado: nada debemos hacer para dañarlo. ¿Acaso has olvidado lo que dice el Credo? En él se habla de la resurrección de la carne. ¿Cómo puede ser mala, si va a resucitar?
San Bruno entendió esas palabras, y con toda el alma le pidió perdón a su cuerpo.
¡Hasta mañana!...

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