No está el horno para bollos

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Más de la entrega del Oscar:
La cinta ganadora de este año fue "El Discurso del Rey" (The King's Speech, de Tom Hooper).
Se declara la ganadora del año porque se adjudicó las estatuillas en las principales categorías, incluyendo mejor película, aunque fue ésta una de esas ocasiones en que ninguna nominada acaparó un número desproporcionado de preseas.
Si a mí me pidieran un dictamen referente a "El Discurso del Rey", tendría que decir que está construida alrededor de una anécdota demasiado sencilla, que no permite ahondar con profundidad en los personajes.
Ello no obstó sin embargo para que el elenco protagónico de esta pieza (Colin Firth, Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter) consiguieran sendas nominaciones, de las que sólo Firth consiguió solidificarla en metal dorado por su interpretación de un monarca tartamudo.
Otra vez, nada nuevo bajo el sol. Ya sabemos que a la Academia le enamoran mucho las interpretaciones de personajes con algún impedimento físico o mental. Yo para ganarme el Oscar encarnaría a un diputado, con ello de seguro me llevaría también el Globo de Oro, el Screen Actors Guild Award, el Ariel, la Diosa de Plata y hasta el codiciadísimo premio TV y Novelas.
"El Discurso del Rey" una producción muy pulcra y sin embargo no deja de ser una obra menor. Es eficiente aunque se queda corta si la comparamos con cintas de mayor complejidad, dicho sea sin ánimos de demostrar que rebuscamiento es sinónimo de calidad, pero uno esperaría más del discurso cinematográfico de una obra presuntamente profunda en pleno siglo 21.
¿La disfruté? Sin duda, aunque no más que un cuento rosa. Y eso que la exhibición de "El Discurso del Rey" fue para mí una experiencia más bien emparentada con el cine de horror.
¡Ashingá! ¿Y eso?
Pues así como lo oye, así como lo lee: La cinta en cuestión pasa a ocupar en automático un importante lugar en mi personal ranking del cine de horror, justo entre "El Exorcista" y "El Resplandor", películas que han ostentado por mucho tiempo el primer y segundo sitios respectivamente.
A estas alturas se estará usted preguntando si hablamos de la misma película, "El Discurso del Rey". ¡Claro que sí! Aunque debería aclarar que lo terrorífico no fue el filme en sí, sino la experiencia en la sala de exhibición. Ya me explico:
Llegamos puntuales y nos instalamos mis acompañantes y yo en los mejores asientos disponibles. En poco tiempo había una concurrencia que podría calificarse de nutrida.
Y hasta eso, uno no es más quisquilloso que el neurótico promedio y soporta casi lo que sea, desde comadres parlanchinas hasta gente que depende de su celular como si fuera un maldito respirador artificial.
Pero de eso a que el Fiscal General del Estado se venga a sentar justo delante de uno, estará de acuerdo en que existe una diferencia poco más que notoria.
Necesito ser muy claro y enfático a este respecto: Nada tengo en contra de este funcionario que ya de por sí desempeña un papel muy peliagudo dentro de la administración pública.
¡Pero qué le cuesta sentarse un poco más allá, hombre! En aquellos primeros asientos, cerca de la entrada.
Quizás parezca un comentario sarcástico hasta la crueldad, lo cierto es que tengo manera de defender mi punto de vista, sobre todo después de los hechos violentos que todo el mundo comenta. Así que el mínimo derecho que nos asiste es el de dejarnos arrastrar por la psicosis y la paranoia. ¿O ni eso podemos?
El mismo Fiscal debe ser el primer consciente de que, a donde quiera que vaya, arrastra ese ámbito de relevancia capaz de perturbar hasta la serenidad de un monje zen.
Ya en el colmo, la escolta de guaruras que requiere este funcionario ocupó asientos justo detrás de nosotros y en ningún momento apagaron sus radio comunicadores, lo que terminó de arruinar la función (eso y una loca que no dejaba de reír por todo).
En fin. Uno reconoce y hasta aplaude que el funcionario haga su vida como cualquier otro ciudadano, pero dadas las actuales circunstancias y tratándose de personajes que ameritan un especial despliegue de seguridad, mucho harían por nuestra tranquilidad esperando a que los títulos se estrenen a la renta.
petatiux@hotmail.com