Encuestas, percepción y votos
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Manuel Camacho Solís
Coordinador del Diálogo para la Reconciliación de México
Las encuestas dicen que Enrique Peña está en un aventajado primer lugar con 20 o 25 puntos de separación y que la diferencia entre el segundo y el tercer lugar se ha cerrado al punto de un empate estadístico. La percepción es que irremediablemente Peña va a ganar. Los votos están por verse: a pesar de las encuestas y la percepción, existen razones suficientes para concluir que la elección no está decidida. Lo más probable es que ésta se cierre al final.
Hay que revisar las encuestas con rigor. Hay que medir los votos probables, el comportamiento del balance de opinión y revisar las respectivas metodologías. ¿Por qué en las encuestas más serias que se hicieron para medir a Ebrard y a AMLO, los votos probables de AMLO llegaban a 26% (con muchos negativos) y después lo bajaron 10 puntos? ¿Por qué una reducción significativa de sus negativos no tiene repercusión? ¿Por qué en los trackings diarios, un día lo colocan a dos puntos de Josefina y en la misma semana la distancia se amplía a nueve puntos, sin causa aparente que lo explique? ¿Por qué en encuestas rigurosas y con muestras muy grandes (no publicadas), Peña estaba hace apenas unas semanas a siete puntos de Josefina y hoy la colocan a 25?
Aun si se parte de la buena fe y honorabilidad de todos los encuestadores, no hay duda de que los resultados deben ser sometidos a revisión. Tenemos la experiencia reciente de las encuestas que se levantaron y publicaron en vistas de las elecciones para gobernadores de 2010. El nivel de error fue altísimo. Invariablemente les dieron a los candidatos del PRI ventajas amplísimas, cuando los electores votaron contra ese partido. Hubo casos de ventajas de 10 o hasta de 25 puntos que desaparecieron o incluso se ampliaron. El PRI sacó invariablemente menos votos de los que se preveían.
Una revisión cuidadosa de las encuestas mediría qué tan duros son los votos de cada uno de los candidatos. Tanto Josefina como Peña tienen un porcentaje de independientes que es muy volátil y que fácilmente podría migrar a la abstención o a votar por AMLO. En cambio, tienen un voto duro y semiduro que se quedará con ellos casi pase lo que pase. Pero esos copetes pueden significar entre tres y cuatro millones de votos que podrían migrar a AMLO y harían altamente competitiva la elección. Una mayor competencia y participación cambiarían por completo los desenlaces.
La percepción, en cambio, es relativamente más sólida para Peña. El trabajo de medios ha sido acertado y consistente. Por ejemplo, justo cuando se cerró la brecha entre EPN y JVM, lo que dominó fueron los errores de la campaña de la candidata que, al ser magnificados, provocó la percepción de que caía. No hay que subestimar la capacidad del equipo de Peña para sostener el posicionamiento y controlar los daños.
En estas primeras semanas AMLO ha tenido éxito. Redujo mucho sus negativos, lo que muestra que suestrategia de acercamiento a empresarios, de no confrontarse y sus spots ha sido acertada. Desde el bajo tercer lugar que se le atribuía, todo estaba puesto para que la opinión pública lo diera por terminado. Él ha logrado lo principal: menos negativos y muy pocos errores, lo que le abrirá la puerta de la competencia final.
Está claro que si Peña logra no exponerse, la percepción se impondrá. Si se expone y se tropieza -como lo piensan sus asesores y los principales líderes de opinión- la percepción cambiará; también las encuestas.
Por la manera en la que está construida la candidatura del puntero, los debates -y más aun su temor de no asistir- pueden afectar sustancialmente el cierre de esta elección. Si a mediados de junio Peña está bajando y en vez de estar a 25 puntos está a 10 o menos, su triunfo estará en riesgo. La barrera de la diferencia de 10 cambiaría todo. Habría el triple efecto de cambiar percepción, las encuestas y la competencia. EPN difícilmente resistiría la competencia y la alta participación de los ciudadanos. El cambio es aún posible.
El Universal