`Me di cuenta que lo nuestro no es posible, cada quien está tomando rumbos diferentes.'

Opinión
/ 8 septiembre 2012

ESTIMADA ANA:
Hace 10 meses mi novio y yo terminamos después de una relación de noviazgo de más de 4 años. Él decidió que todo terminara pues me dijo que ya no sentía lo mismo por mí, que ya no era lo mismo que al principio y que los dos teníamos a ser felices pero separados.

Al principio fue muy doloroso para mí, me sentí muy triste y desesperada. Había días en los que sentía mucho coraje pero a la vez sentimientos de culpa, pues pensaba que había fracasado al intentar hacer feliz a alguien.

Era algo que me mantenía mal, dejé de salir, casi no convivía con mi familia, perdí contacto con mis amigas. En el trabajo tuve que pedir una incapacidad y falté dos semanas. Se me complicaron algunas cosas en mi salud, pues dormía muy pocas horas y dejé de comer. Tanto, que en poco tiempo perdí 10 kilos.

Mis papás hacían lo imposible por verme bien, pero yo no podía más, no podía creer que ya no estaba con mi novio, a veces hasta creía que todo era un sueño.

Pasaron más o menos cinco meses y me sentía mejor, regresé a mis actividades normales, cumplí perfecto en mi trabajo y comencé a recuperar mi salud. En esos días le llamé a mi ex novio para vernos, pues finalmente habíamos quedado como "amigos".

Él, aunque es de carácter un poco fuerte, accedió y nos vimos en un restaurante, estuvimos platicando durante un rato y nos despedimos. La verdad yo me ilusioné y tuve la esperanza de un día regresar.

Esa no fue la única ocasión que nos vimos, pues días después volví a llamarlo. Fue igual, sólo platicar de nuestros trabajos, pero nada más. Créame que yo seguía esperando que me propusiera volver, pero no fue así.

La verdad me costaba entenderlo, era difícil para mí aceptar esa realidad, me sentía deprimida. Creo que esas dos ocasiones en que nos vimos, lejos de ayudarme a superarlo, fue peor, cada vez alimentaba falsas esperanzas.

Continué llamándolo, cada vez con más frecuencia y por cualquier motivo. Comencé a frecuentar los lugares en los que sabía que él estaría, antros, fiestas o reuniones solo para verlo y estar cerca de él.

En una ocasión recurrí a una vidente aún que yo nunca he creído en eso. Pero lo único que quería era recuperarlo a como diera lugar pero, obviamente eso no pudo ser. Me sentía cada vez peor, seguí aislándome de mi familia. Recurrí a ayuda profesional y comencé a tomar ansiolíticos para lograr tranquilizarme y dormir.

Ahora he estado tomando algunas terapias para superar esa pérdida, aún no me han dado de alta pero ya me siento mejor, tranquila y le he encontrado un nuevo sentido a mi vida. Me di cuenta que lo nuestro no es posible, cada quien está tomando rumbos diferentes. Él ya tiene una nueva relación y se ve feliz. Yo estoy en tratamiento tratando de salir adelante y recuperar mi salud física y mental. Tenía ganas de compartirlo y me atreví a escribirle, gracias por leerme.
SANDRA

ESTIMADA SANDRA:
Después de la muerte de un ser querido, la ruptura en una relación de pareja puede ser una de las experiencias más dolorosas para una persona. Pasar por una separación es una experiencia emocionalmente traumática y es necesario que cada una de ellos, pase por un proceso de duelo.

Claro que cada ruptura es diferente y las circunstancias y motivos que los llevaron a tomar la decisión también.

Influye en gran parte muchos factores, pues no es lo mismo si ambos deciden separarse tras años de convivencia y si la relación ya está deteriorada, que cuando uno de los dos toma la decisión repentinamente o en un momento dado, si hay una tercera persona. Eso no significa que quien toma la decisión sufre menos, pero el impacto no es el mismo.

Es normal que cada persona necesite un tiempo para vivir ese duelo y por lo general no debería durar más de seis meses.

Se consideran algunas etapas básicas en ese proceso mientras se supera una ruptura. Primero es ese impacto cuando una de las personas no se espera que su pareja esté terminando la relación.

Luego viene la negación, como ocurrió en tu caso, no aceptar lo que está ocurriendo y además, crearse falsas esperanzas para amortiguar un poco el dolor que causó la ruptura. Aquí es donde aparece el distanciamiento de la familia, ocurre un aislamiento social.

En la fase de la tristeza y dolor intenso es cuando más deprimida se encuentra la persona y comienza con pensamientos obsesivos, todo el día pensando en el otro y tratando de saber en dónde y con quién está. Aquí es necesario dejar que las emociones fluyan, aunque la persona es incapaz de verlo, poco a poco sentirá menos dolor. La pena y la tristeza, suelen dar paso a un sentimiento de rabia y rencor.

Cuando la persona empieza a aceptar su situación, que no significa que se sienta feliz, es cuando comienza a encontrar cierta paz, ya no siente la necesidad de hablar y de pensar en la persona ni en los motivos que lo llevaron a terminar.

En ese momento su integración de nuevo al ámbito familiar y social vuelve a estar presente, ya está a un paso de la resolución. Cuando la persona ha aceptado su nueva situación, es cuando es necesario reorganizar su vida, retomar sus actividades y salir adelante.

Te agradezco la confianza a este espacio para compartir tu experiencia y te felicito por lograr salir delante de un proceso que fue tan doloroso para ti.
ANA

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