Cobrar a lo chino

Opinión
/ 2 octubre 2015

Según las crónicas del pasado siglo, la primera migración de chinos trascendente en el País arribó a finales del año 1889 a Ensenada y de ahí a Tijuana y Mexicali, en la búsqueda de empleo en el ferrocarril americano.

La comunidad china había sido llamada por familiares que años atrás habían llegado a San Francisco y otras poblaciones del Oeste Norteamericano, sin embargo varias familias decidieron tomar vecindad en ciudades fronterizas de México, principalmente en donde se estaban desarrollando las obras del ferrocarril a saber: Ciudad Juárez, Piedras Negras, Matamoros, Naco, y otras más adentro, como Torreón, San Luis Potosí y el Distrito Federal.

De acuerdo a la estadística de migración, entre 1895 y 1920 un total de 31 mil 361 ciudadanos chinos fueron recibidos en esas ciudades descritas, en donde en forma rápida, aunque en ocasiones a trato desigual, lograron su integración en los entornos citadinos mediante la gastronomía, el esfuerzo continuo, amén del romance que produjo cientos de matrimonios con paisanos mexicanos o viceversa.

La cifra actual de ellos en el País, a la fecha, genera resultados contradictorios y muy abiertos, ya que el número fluctúa entre los 58 y 70 mil habitantes, incrementándose de una manera exponencial en los últimos dos sexenios. Sólo como muestra, en San Luis Potosí se expidieron durante 2012, 3 mil 650 formas migratorias a ciudadanos chinos.

La centenaria Nao de China llega de nuevo a México pero con otras derivaciones, ya no con jades preciosos, sedas, especias y géneros, sino en el empuje empresarial a fin de competir con nacionales en la producción de diversos bienes de consumo, modificando el concepto del comercio, por el de la fabricación directa.

La leyenda de los años noventa en el sentido de que existían diversas naves-talleres repletas de chinos que fabricaban, desde alta mar, cientos de productos piratas que luego entraban a Manzanillo, Acapulco, Guaymas y Ensenada, cobró fama no solamente por lo barato y vasto de los mercados sobre ruedas que aparecieron en el País y sus múltiples ganancias.

Hoy el enfrentamiento es directo y sin defensa legal alguna, ya que diversas disposiciones que establecían aranceles altísimos a los productos Chinos han sido disgregados de tal manera que existen materiales en el mercado mexicano con costos inferiores al de fabricación de los mismos por parte de nuestra mente y mano de obra. Ejemplos de ello son el acero y el calzado, no se diga en el mercado informal e ilegal, de lo que estamos llenos en pulgas, mercaditos y puestos que forman parte ya del panorama de pueblos y ciudades.

Desde hace años, para algunas empresas mexicanas es más conveniente comprar productos chinos a los que se les incluye sólo su marca, que producirlos. De hecho, una empresa de lavadoras muy famosa utiliza motores comprados a china, por resultarle más económico.

Chen Tzu Hang escribió hacia el año 650 un poema que se convierte en indicativo actual: "Los hombres de empresas están orgullosos de su habilidad y destreza, pero en el Tao aún tienen mucho que aprender. Están orgullosos de sus hazañas, pero no saben lo que le sucede al cuerpo. ¿Por qué no aprenden del Maestro de la Verdad Misteriosa, que veía al mundo entero en una pequeña botella de jade? Cuya alma brillante estaba libre del Cielo y la Tierra, pues cabalgando en el Cambio entraba a la Libertad".

La Nao hoy se cobra a lo chino y viene repleta de gente y, sobre todo, de dinero, dispuesta a comprar, no a vender y a controlar lo inimaginable.



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