Mirador
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2 octubre 2015

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El higo es inquietante fruto.
Bíblico y lúbrico, evoca al mismo tiempo visiones de Tierra Santa y de cosas que algunos dirían no muy santas.
Hay en mi mesa un canastillo de higos. Su piel es negra, su carne purpurina. Tienen forma de grupa de mujer.
¡Ah, estos higos evangélicos y eróticos!
Se necesita el don de la inocencia para que al comerlos no te traicione el mal pensado pensamiento.
Yo, triste de mí, carezco de ese don.
Por eso, alegre, estoy comiendo ahora estos higos. Y pensando, feliz, en mis felicidades.
¡Hasta mañana!...
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