Mirador

Opinión
/ 2 octubre 2015

En el Potrero se habla de un espejo que no reflejaba las cosas como parecían ser, sino como realmente eran. Si en él se miraba la anciana abuela Luz, el espejo la mostraba como la hermosa joven que fue en su juventud. Si se veía en él la tía Lodia, mujer amarga y áspera, aparecía como un animal del monte. Si se asomaba al espejo el avaro de la hacienda, en el cristal se veía un cadáver descompuesto.

Yo nunca vi ese espejo. Cuando me hablaron de él ya no existía. Pero se observa todavía el hueco que dejó en el ropero grande.

Según parece fue el abuelo Nacho quien lo quitó de ahí. Lo hizo pedazos, dicen, y echó los vidrios al Pozo de la Noche, que -se cuenta- no tiene fondo. Alguien recuerda que dijo don Ignacio: "Es peligroso un espejo que dice la verdad".

¡Hasta mañana!...

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