Villa, en su faceta de santo milagroso
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Hay tanta desesperanza, desconfianza, falta de fe, desilusión, crisis, problemas de toda clase, que lo que la gente busca por fuerza es asirse de algo, un asidero, lo que sea, para cuando menos conseguir una felicidad pasajera.
Esto me dijo un experto en Sociología de la UNAM, alguna vez que lo entrevisté sobre el tema de los llamados santos paganos, tema, le explico, que no sé por qué siempre ha llamado poderosamente mi atención, será porque tiene que ver con cuestiones de cultura popular, subcultura y esas ondas.
Y sí, la gente de todos los estratos y facciones, siempre busca a qué asirse, siempre.
Lo que no sabía yo era que el general Francisco Villa, en su faceta de santo milagroso, tuviera tantos y tantos adeptos y, lea bien, en Saltillo.
Lo descubrí el día que mis editores me asignaron un reportaje especial para el Semanario sobre la devoción al nombrado Centauro del Norte, Doroteo Arango.
Muy consternado quedé cuando tuve la suerte de, caminando, caminando, dar con algunos lugares donde se efectúan rituales de adoración al general, rituales profundamente fidencistas, que se realizan en casas de barrios y colonias muy populares de la ciudad y a los que acostumbran asistir turbas de gente de todas las nomenclaturas.
Asiste la anciana que ya no puede con sus dolencias, la madre que tiene a un hijo desaparecido, la chica que quiere conseguir empleo, la que quiere novio, el joven que sufrió una infidelidad, el niño enfermo de espanto y todos los que necesiten recobrar la fe en algo, agarrarse de algo para seguir viviendo.
Es un ritual harto extraño donde el alma, el espíritu del general baja sobre una materia, una cajita, es lo mismo y vocifera, hace curaciones y milagros espirituales.
Durante el ritual la materia está vestida como Villa, habla rasposo y golpeado, dice palabrotas y toma tequila, no importa que los historiadores aseguren que el general era abstemio,
Y la gente se ríe, se solaza, se carcajea, y en el ritual hay música de fondo, los corridos del general que tomó Paredón, que iba montado en su Siete Leguas.
Y sobre este fenómeno social del general Villa en Saltillo se publicó el reportaje en el Semanario.
Muchos me tildaron, como en otras ocasiones, de hijo del diablo, de hereje, de servidor del reino de la oscuridad.
Yo me reí, era un reportaje más, un simple y llano reportaje, de lo que pasa en la vida cotidiana de los barrios y colonias de la ciudad.
Meses más tarde me llamaron unos productores uruguayos que se dedican a realizar documentales para National Geographic. Me pedían colaborar en un trabajo sobre la devoción norteña al general Pancho Villa.
Vinieron a Saltillo, los llevé a algunos barrios donde se efectúan estos rituales y quedaron encantados con lo que vieron, sintieron y olieron.
El documental se estrenó el 22 de abril de 2013 en el canal Nat Geo. Mi nombre apareció con letras chiquitas en los créditos.
Ya ven, pensé, y luego dicen que yo estoy chalao o que me gustan los temas oscuros Caminen güey, caminen
jpena@vanguardia.com.mx