Darse a los demás, ¡qué difícil!

Opinión
/ 9 marzo 2015

Darse a los demás. Qué fácil frase, que fácil, pero qué duro llevarla a la práctica. Lo digo por mí.

Porque dar lo material es cosa sencilla, desprenderse de algunas monedas u otros géneros es simple, no tiene chiste.

Darse a los demás. La primera vez que escuché esas cuatro palabritas, con real fuerza fue una tarde en que fui a entrevistar a Víctor Manuel Gallegos, el director de una casa para enfermos terminales con VIH, en Monterrey.

Atroces historias me contaban aquellos seres al filo de la muerte, que transitaron por esta vida prostituyéndose en La Coyotera o la orilla de las carreteras de Nuevo León.

Un día entero con su noche pasé conviviendo con estos hombres que habían venido para entregar su alma en esta casa, casi su última morada, lejos de sus familiares indiferentes a su dolor.

Un día antes de mi llegada habían enterrado a uno de los huéspedes del albergue, que había muerto de Sida.

Ningún pariente lo acompañó en su partida, sólo Víctor Manuel, el director, y algunos de sus amigos del refugio.

Aquel día que platiqué con Víctor me dio, no sé si queriendo, una gran lección de vida en esa frase breve, pero difícil: date a los demás.

Porque dar un kilo de frijol o de arroz, y así fuera una tonelada, me dijo, no tiene dificultad.

Date a sí mismo, repitió con el seño fruncido, ven a cambiar un pañal a un enfermo de la Casa del Cristo Roto, a un persona con Sida a la que en tu vida has visto, y entonces habrás hecho algo por un semejante.

Yo, que ni siquiera tengo hijos ni padres enfermos a quien cambiar un pañal, me quedé callado.

Un año después obtuve un premio de periodismo con aquella crónica de Un día en la Casa del Cristo Roto.

Entonces pensé que lo mejor era donar a esta casa el premio económico en su totalidad y quedarme solamente con la estatuilla y así obré, creyendo que con eso aliviaba las dolencias de aquellos prójimos.

Cuando puse el dinero en las manos de Víctor me acordé de lo que me había dicho aquella tarde y sentí una horrible vergüenza.

Le estaba yo tapando el ojo al macho. No había sido capaz de dar ni un tantito de mi mísera existencia.

jpena@vanguardia.com.mx

Reportero del Semanario Vanguardia. Ha incursionado en el género del reportaje, la crónica y el perfil, en el abordaje de distintos temas, sobre todo con un enfoque social. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Coahuila

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