Poltergeist: Juegos Diabólicos
COMPARTIR
Corría el verano de 1982 cuando aunado al éxito taquillero de E.T. : El Extraterrestre el cineasta Steven Spielberg celebró por partida doble con otra cinta donde tuvo que ver en su producción y guión.
Este filme fue Poltergeist, en México se pospuso para estrenarse en vísperas de Halloween de ese mismo año y quizás por ello se le concedió el más que morboso título en castellano de Juegos Diabólicos por centrarse en la abducción de una niña (Heather ORourke), a través de una pantalla de televisión, de unos demonios rabiosos por haber sido los terrenos de un cementerio donde reposaban sus restos invadidos por la construcción en serie de unos suburbios muy de moda.
Así, desde su primera imagen, y bajo el ojo incisivo de un maestro del género como el texano Tobe Hooper, el espectador fue testigo de cómo tras el fin de transmisiones televisivas de un canal de televisión con el himno de los Estados Unidos, la pequeña Carol Anne iniciaba los mencionados juegos con los espíritus chocarreros que se adueñaban del televisor aún encendido en lo que sus hermanos mayores y progenitores dormían.
Llega el verano del 2015, y pareciera que Hollywood no tiene llenadera en medio de una cadena de éxitos entre Rápidos y Furiosos, héroes de comic y más variantes de productos fílmicos con el sello de Spielberg (Mundo Jurásico) , ya que a este le sigue el innecesario refrito o remake de Poltergeist que para colmo a pesar de ser financiado en parte por Ghost House, propiedad de otro maestro del género del terror como Sam Raimi, no es mejor ni da más miedo que la superior cinta animada de su nuevo director, Gil Kenan, sobre una casa embrujada como lo fue Monster House, en 2006.
Poltergeist: Juegos Diábolicos, por tanto, desde su primera imagen empieza mal, y es que la televisión a punto de quedar en nieve en su pantalla en la medianoche es sustituida por la tableta que ve en plena luz de día el hermano mayor de la niña que va a ser abducida, Griffin (Kyle Catlett) y la metáfora de la pesadilla del sueño americano que se representó magistralmente en la original por Hopper y según algunos por el mismo Spielberg, filmando él mismo algunas secuencias, es sustituida por el desencanto de una recesión que obliga prácticamente a una familia a habitar en una casa que ya no es in sino casi de interés social en medio de una crisis aparentemente creativa de la progenitora (Rosemarie DeWitt) y la también aparente frustración profesional del progenitor desempleado (Sam Rockwell).
Lo peor del caso es que por lo antes mencionado los juegos llegan a cargarse más en el personaje de Griffin, tanto que en una secuencia trascendental de la trama original toma el papel activo de la misma, por lo que aunque Rockwell y DeWitt pudieran haber sido bajo otra dirección y guión un equivalente más que perfecto de la pareja de padres que en la original hicieron Craig T. Nelson y JoBeth Williams, de manera respectiva, y Jane Adams hace lo más dignamente posible el papel de la experta académica en eventos paranormales que interpretó la ganadora del Oscar Beatrice Straight, el mayor insulto es haber suplido una presencia gloriosa como la médium Tangina que hizo Zelda Rubinstein por una estrella de reality show en busca de inesperada redención que representa el británico Jared Harris.
Comentarios a: alfredogalindo@hotmail.com; Blog: alfredogalindo.com; Twitter: @AlfredoGalindo