8M: Día de conmemoración y reflexión. Falta mucho
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El Día Internacional de la Mujer es un espacio para la conmemoración y reflexión. Cada 8 de marzo miles de mujeres en todo el mundo, sin importar procedencia, raza, profesión, edad, nos unimos para alzar fuerte la voz por y para la igualdad de género.
El 8M representa para nosotras las mujeres una de las plataformas globales más importantes de denuncia en la actualidad. Este día, desde diversos espacios, el color morado como bandera de la lucha feminista, inunda las calles, las noticias, los espacios digitales, las instituciones. Son diversas las demandas que se escuchan al unísono en las calles y que observamos en cada uno de los carteles que sostienen en lo alto mujeres y niñas, pero todas ellas encaminadas al mismo objetivo: una sociedad igualitaria que garantice a las mujeres una vida libre, segura y digna.
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Una de las demandas principales es la que exige un alto a la violencia contra las mujeres por razón del género. Las variadas formas en las que se manifiesta, desde las más sutiles hasta las más evidentes, conforman el arma más letal de una sociedad patriarcal y androcéntrica para mantener la opresión y desigualdad que viven las mujeres en todos los ámbitos de su vida.
A pesar del reconocimiento formal de este problema como un tema estructural y de gran magnitud, todavía podemos encontrar personas que cuestionan su relevancia y su existencia: “¿Violencia contra las mujeres?... pero ¿de qué hablan? Yo creo que sí son un poco exageradas, ¡en todo caso también existe violencia contra los hombres!”... escuché en días pasados opinar a un hombre profesionista de unos 35 años, al final de un curso dedicado a conocer sobre violencia contra las mujeres.
Su intervención, en primera instancia provocó en mí un sentimiento de desesperanza, principalmente porque la formuló después de escuchar que en México 70 por ciento de mujeres han reportado al menos un incidente de violencia en su contra en alguna de sus diversos tipos. Lo hizo, después de escuchar que en nuestro país cada día son asesinadas de entre 2 a 3 mujeres diariamente. Lo que quiere decir que mientras usted lee estas líneas al menos tres mexicanas están siendo víctimas de feminicidio.
Lo sostuvo, después de escuchar que, en el pasado año 2023, 832 mujeres en el país fueron brutalmente asesinadas. ¿No escuchó las cifras? ¿Le parece poco? La desesperanza me duró sólo unos momentos, pues de inmediato me sentí orgullosa de mi lucha, reafirmé la pertinencia de mi causa, no sólo mía, la de todas, por mi mente pasó: falta mucho. Escuchar a este hombre inyectó en mis aún más ganas de seguir gritando al mundo que la violencia contra las mujeres existe y que su raíz es la desigualdad.
La violencia contra las mujeres no es un tema de casos aislados, y no es una guerra de buenos contra malos, no es un tema de algunos hombres contra algunas mujeres. Es el resultado de una sociedad que a través de la forma como está estructurada, pensada y organizada, normaliza y justifica la desigualdad y, por lo tanto, las diversas formas de violencia en contra de las mujeres.
La clave está en entender, interiorizar, reconocer y asimilar que el problema tiene raíz cultural y se sostiene a través de un duro sistema de roles y estereotipos que colocan a las mujeres en una situación de subordinación frente a los demás. Nace del privilegio de los hombres sobre las mujeres, en esta necesidad de afirmar el control o poder masculino sobre lo femenino. Esta necesidad de perpetuar la estructura jerarquizada tal cual se ha construido.
Desde la trinchera académica en la que desarrollo mi vida profesional y activismo por los derechos de las mujeres, constantemente reflexiono sobre estrategias para ponerle un fin a la violencia contra las mujeres: ¿leyes más duras?, ¿instituciones más efectivas?, ¿más capacitación?
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Con esta anécdota que les cuento, reafirmo que el trabajo más grande está en la reflexión individual de cada una de las personas que conforman la sociedad. En conducir e incidir en las personas para que cuestionen sus propios privilegios y sus acciones. Este tema es tarea de todos y de todas.
Antes no había datos de violencia contra las mujeres, antes no era delito, hoy sí, pero aún y con eso, parte de la sociedad sigue negando su existencia. Trabajar en la transformación cultural e incidir en el componente social es pieza clave para avanzar. Falta mucho, pero no nos cansamos.
La autora es Investigadora y Coordinadora de Posgrado del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH