La semana pasada no fue normal en temas económicos. Quizás todo pasó muy rápido y no hubo tiempo de asimilarlo del todo. Todavía a inicios de semana estábamos intentando entender cómo la conjugación de la subida de las tasas de interés por el banco central de Japón y el mal de empleo en Estados Unidos provocaron el nerviosismo bursátil y la especulación en los mercados cambiarios.
De pronto nos llega el jueves y amanecemos con la noticia de que la inflación en el mes de julio se ubicó a 5.57 por ciento a tasa anual, hilando con ello cinco meses consecutivos al alza, con una tasa del 4.05 por ciento en el indicador subyacente y del 10.36 por ciento en la inflación no subyacente.
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Mientras el Inegi reportaba este dato a las 8:00 a.m., el mercado esperaría cinco horas más para que, ese mismo día, a las 1:00 p.m., la Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) comunicara su decisión de política monetaria.
Antes del jueves, con los eventos del lunes, el panorama lucía muy nebuloso. Se rumoraba incluso que la FED podía realizar una reunión extraordinaria para bajar la tasa de fondos federales y calmar con ello un poco a los mercados. Así había tres escenarios viables para Banxico: I) bajar también la tasa de referencia y mantener ese diferencial con los Estados Unidos; II) subir la tasa de interés para contener una mayor depreciación del peso y evitar así un traspaso a los precios; y III) ser prudentes y esperar a como fueran reaccionando los mercados.
Pero el decepcionante dato de inflación correspondiente a julio ponía las cosas muy claras. El crecimiento de los precios se le estaba saliendo de control al Banco de México y se esperaba, o bien una postura más restrictiva para mandar la señal de que no habría complacencia alguna ante la inflación o, en el peor de los casos, un espacio de cautela y dejar sin movimiento las tasas.
Pero la decisión sorprendió a propios y extraños. Por mayoría −tres votos contra dos−, la Junta de Gobierno decretó una reducción en la tasa de referencia, relajando así las condiciones monetarias y enviando una señal decepcionante. En el comunicado se justificó la decisión argumentando que el componente subyacente ha mostrado una reducción consistente. ¿En qué momento Banco de México cambió el foco de la política monetaria hacia la inflación subyacente?
Preocupa −además de la decisión misma− que los miembros que votaron a favor de tal medida son afines al Gobierno y que sus decisiones se hayan basado más en criterios políticos, dejando de lado los argumentos técnicos. Pero inquieta más que este tipo de decisiones se repitan hacia adelante.
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Quizás el Banco de México no vaya incluido en el paquete de iniciativas de reformas a órganos constitucionales, pero al parecer el Ejecutivo ya logró su captura en los hechos.
Esperemos a que salgan las minutas de la reunión para encontrar más detalles que nos permitan entender esta aberración monetaria.