Varios columnistas concluyeron este fin de semana su última colaboración sobre Andrés Manuel López Obrador como presidente con un “gracias a Dios”. Qué bueno que ya terminó su mandato y qué bueno que se va, fue su inferencia. Hoy será el último día de su sexenio corto, que pareció fugaz en meses y años, pero larguísimo en el día con día. La síntesis de la experiencia fue resumida por Alejo Sánchez Cano en El Financiero el viernes: “En este sexenio se instituyeron la mentira, la farsa y la manipulación como ejes centrales de las políticas públicas. Hasta nunca, Andrés Manuel López Obrador”.
Hay quienes disputan esta postura que abunda en la prensa de opinión, que vivió el ataque más vil y abusivo que jamás se haya dado contra los medios, como entes y periodistas, desde la dictadura de Porfirio Díaz. Fue una lucha desigual, asimétrica, donde desde el poder se utilizó toda la fuerza represiva −el SAT, la UIF, la Fiscalía General, el Ejército y el CNI− para hostigar, amedrentar y castigar a quien levantara la voz. Pero era intelectualmente inevitable. El cinismo y la negligencia en momentos críticos lo obligaban.
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Su “imperio de los otros datos”, como tituló su libro Luis Estrada, director de SPIN Taller de Comunicación Política, fue una afrenta al sentido común que reclamaba abordajes críticos, por la minimización de la violencia, su canto de victoria en políticas públicas que fueron un descomunal fracaso, su irresponsabilidad al afirmar que con un escapulario frenaba una pandemia, o su política ecológica depredadora y el mundo fantasioso con el que engañó durante el sexenio.
Para enfrentar los hechos con falsedades, durante mil 436 días −incluido el de hoy−, sacó durante dos horas su lengua de fuego para atacar medios y periodistas, difamarlos, animar su linchamiento, dañarlos reputacionalmente y restarles credibilidad. López Obrador logró así desviar sus yerros y deficiencias, y terminar con 74 por ciento de popularidad en el promedio general de las encuestas. El Presidente ganó la guerra cultural y colonizó la mente incluso de sus críticos más duros, que asumieron su lenguaje peyorativo, como la popularización del término “PRIAN”, o que interiorizaron su grandilocuencia, asumiendo como un momento histórico “la cuarta transformación”.
López Obrador logró injertar en la mente mexicana que fue el presidente más criticado desde Francisco I. Madero, que se convirtió en una más de las 100 mentiras que dijo diariamente en promedio, porque no hay datos que demuestre la veracidad de su dicho, conforme al registro de SPIN. Sin embargo, lo anidó en el imaginario mexicano.
A lo largo de su sexenio realizó su mañanera, una combinación del ejercicio de información y divulgación, pero cuya parte toral fue una supuesta conferencia de prensa −violatoria de la Constitución porque está fuera de sus atribuciones legales−, diseñada para que los youtuberos inventados por su maquinaria de propaganda literalmente, aunque pueda oírse mal, le lamieran los pies y lo ayudaran a evadir los temas delicados, y para empujar durante una buena parte de las dos mil 870 horas −344 mil 400 minutos, hasta el viernes− un monólogo de diatribas contra la prensa crítica y la moderada. Pero también invirtió cientos de miles de pesos para tener una nómina de periodistas reconocidos que fueron colocados en diversos medios para que, mediante la normalización de las cosas, sus errores y fracasos siempre fueran matizados con referencias al pasado.
En su relación con los medios, López Obrador siempre se comparó con Madero, no sólo porque también se cree un apóstol de la democracia, como se llamó al infortunado presidente, sino por la forma como lo criticó la prensa. Fue otro simplismo del Presidente, que englobó a toda la prensa mexicana y a periodistas, inclusive a algunos que mostraron honestidad intelectual y lo criticaron en donde lo consideraban pertinente, para equipararlos con los periódicos porfiristas. La analogía reduccionista replicó pronunciamientos de hace más de un siglo en sus expresiones.
Un estupendo estudio sobre el periódico El Mañana, publicado por el historiador Jesús Méndez Reyes en 2001, es de alta relevancia para nuestro presente porque ahí se encuentran algunas de las claves de la narrativa de López Obrador. Méndez Reyes recordó que El Mañana, dirigido por Jesús M. Rábago, que había sido parte de la aristocracia durante la dictadura de Porfirio Díaz, lideró por más de dos años una lucha con ataques sistemáticos al gobierno de Madero en busca de la restauración de los privilegios idos a través de quien había sido su secretario particular, Victoriano Huerta.
El tema de los privilegios perdidos y la crítica como herramienta para recuperarlos, ha sido constante en el discurso de López Obrador. Méndez Reyes registró cómo Madero dejó fuera del presupuesto y de las prebendas del porfiriato a muchos intelectuales y periodistas afines a Díaz, que alimentó la crítica −otro elemento de la narrativa del Presidente−, y que el crecimiento de la prensa durante el maderismo fue signo indiscutible del apoyo financiero de la oposición al primer gobierno democrático del país −¿les suena?−. A la par, orilló al régimen a crear sus propios medios de comunicación, como lo intentó López Obrador.
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En seis años, López Obrador logró lo que Dilma Rousseff, la expresidenta brasileña, reconoció en el documental “Al Filo de la Democracia”, al decir lo que le faltó a ella y a Luiz Inácio Lula da Silva para mantener el poder: controlar al Poder Judicial, pero el macuspano no pudo con la otra pinza de la estrategia, controlar los medios.
Lo intentó con todo, hasta lo impensable, como cabildear en Estados Unidos para que varios periodistas críticos fueran vinculados al narcotráfico durante el juicio de Genaro García Luna, pero como me dijo a principio de año Ciro Gómez Leyva, sobreviviente de un atentado político y uno de los periodistas más reprimidos por este régimen, “ya ganamos”. Su frase fue en el contexto del colectivo de medios y periodistas con el que no pudo liquidar.
El adiós que le desearon varios columnistas a López Obrador sólo será por lo que toca a su mandato constitucional. Hoy termina su Presidencia y mañana comienza su séptimo año de gobierno.
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