Adopción responsable de especies domésticas
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Circula la especie de que al escritor Arturo Pérez-Reverte le piden una recomendación sobre la mejor raza de perro para adoptar. Y contesta el autor de “El Capitán Alatriste”: “Mi consejo es que vaya usted a un refugio de perros. Mírelos despacio, sin prisa, y deje que lo miren. Y le aseguro que uno de ellos lo elegirá a usted”.
Una expresión sin duda singular, un pensamiento especial. Y tiene toda la razón: los nobles animales establecen de inmediato una conexión con las personas que permite llegar a comprender hasta el punto fijo en que colocan su cariño y devoción.
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Perro y gatos, animales domésticos, domesticados por el hombre que los necesitó: ya de ayuda, ya para colocar en ellos una idea mística que les proporcionara seguridad y afecto.
Hoy por hoy, unos y otros son los modelos preferidos en las redes sociales: simpáticos gatos o perros que se tienden en las camas; que trepan por las paredes; que derriban pinos de Navidad; que juegan con los miembros más pequeños de la familia; que son los acompañantes perfectos en las caminatas o los compañeros inigualables en las tardes de lluvia para los ancianos.
Cada vez, y es una fortuna que así ocurra, nacen organizaciones civiles desinteresadas que favorecen la ayuda a los animales en situación de calle: que planean rifas, que organizan loterías, que botean para colectar recursos económicos, que trabajan en conjunto para tener resguardos seguros para los animales con los que la civilización ha decidido vivir, pero que algunos seres humanos abandonan a su suerte.
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Las asociaciones civiles en defensa de los animales se organizan para procurar alimento, para dotarles de techo y para que, en un buen momento y con los candidatos ideales, sean adoptados. Para la adopción se exigen requisitos que han de cumplir los candidatos, que tengan, en efecto, el perfil ideal para un cuidado emocional y físico que requieren los animalitos.
Si como sociedades modernas hemos decidido aceptar que sean nuestros compañeros de vida, los hombres y mujeres que integran estas sociedades debiéramos estar comprometidos con su bienestar. Recién nuestras páginas dieron noticia de un perrito devuelto a la veterinaria de donde lo habían adoptado por considerarlo demasiado travieso.
Para algunos fue el regalo deseado de Navidad o de cumpleaños, pero el deseo cumplido se les convierte en una carga que no están dispuestos generosamente a llevar consigo el resto de sus vidas: y así, de una manera cómoda, mezquina y egoísta, son capaces de abandonarlos a su suerte en cualquier parte de la ciudad. A ellos y a veces a ellas, incluidos sus cachorros.
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De estas informaciones nos enteramos diariamente en las noticias y a través de las redes sociales.
Que sean bienvenidas las organizaciones comprometidas con los animales en situación de calle, y seamos agradecidos con ellas aportando lo que podamos para la manutención. Si nosotros estamos enterados de los grupos organizados que en esto participan, y si no podemos mantener a un perro o a un gato, colaboremos en lo que sea posible para que los refugios puedan continuar con su altruista labor.
¿Quién lo agradecerá? No lo sabrá ni el perro ni el gato de la calle rescatado. Pero la noche en que usted y yo pongamos la cabeza sobre la almohada, sabremos que ese día hicimos algo bueno. Y una sonrisa dulce y silenciosa aparecerá en el rostro. Nadie la verá. Pero se sentirá. Eso es seguro.