¿Alito o el PRI?
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Murió Luis Echeverría Álvarez (1922-2022) con una sonrisa en los labios sin importarle las llamas del averno acariciar su enjuto cuerpo: su herencia populista y megalomaníaca -al imaginarse líder del Tercer Mundo, florece con AMLO, su alumno más aventajado.
¿Qué sigue en la agenda política de tan dilecto estudiante echeverrista? Desaparecer al PRI en las elecciones de 2023. ¿Qué estrategias seguirá para alcanzar tal objetivo?
(1) Hostigará penalmente a Enrique Peña Nieto -sin encarcelarlo- hasta negociar y/o reducir a su mínima expresión la fuerza política del Grupo Atlacomulco para incidir en las elecciones de 2023. Recordemos el triunfo morenista en Estado de México, con 12 millones de electores, es crucial para ganar las elecciones presidenciales de 2024.
(2) Perseguirá a Alejandro Moreno, como hasta hoy, con toda la fuerza del Estado. No prestará atención a ninguna legalidad para desprestigiar a un personaje de por si indefendible. De manera paralela, utilizaría la Fiscalía General de la República para imputar a Rubén Moreira por peculado de 475 millones de pesos en la “Operación Safiro”.
El objetivo es triple: debilitar el poder de la tríada Moreno, Moreira y Viggiano al interior del PRI; dividir la alianza Va por México que incluye al PRI, PAN y PRD y doblegar a la cúpula priista para votar a favor de las reformas política y militar.
AMLO, con destreza política, explota las debilidades de ambos políticos, porque sabe su preocupación máxima: salvarse a sí mismos; no al partido, mucho menos al país.
En su ataque sistemático contra ellos, AMLO, tarde o temprano, tendrá éxito en introducir dos preguntas. Una, entre los integrantes del PAN y del PRD coaligados con el PRI en la alianza Va Por México y en los grupos opositores de la Sociedad Civil: “¿Es el PRI nacional un lastre o un baluarte para fortalecer nuestra oposición en 2024?”
La otra, ocurrirá entre los priistas del Estado de México y de Coahuila; los estados en contienda para 2023: “¿Nos perjudica o ayuda, para sacar a nuestros candidatos, el trabajar de la mano con el PRI nacional?”
(3) Mientras esas dudas penetran las mentes y los corazones de opositores y de priistas, AMLO catalizará los embates de ex gobernadores y de actores priistas relevantes para forzar la salida de la tríada Moreno, Moreira y Viggiano.
Las preguntas son tres:
(1) Si no renuncian Alejandro Moreno y sus compañeros de viaje -a pesar de su desgaste político por el cúmulo de acusaciones en su contra- ¿es posible pensar que un PRI -golpeado y zarandeado- podría asegurar las victorias en Estado de México y Coahuila en 2023 y, así mismo, fortalecer el proyecto opositor en 2024?
(2) Si renunciaran Moreno y los integrantes de la cúpula priista nacional. ¿Es posible asegurar -a menos de un año de las elecciones en Estado de México y Coahuila- que el desmantelamiento cupular con el arribo de la vieja guardia priista- no ocasionaría problemas insalvables de operación y logística electoral para las elecciones de 2023 y 2024?
(3) ¿Es posible imaginar una presidencia priista de transición que incluya a Alejandro Moreno y otros actores priistas notables (del grupo opositor) para, de manera colegiada y unificada, transitar de la mejor manera posible en 2023 y 2024? En este caso, los compromisos puntuales serían tres: Moreira y Viggiano se mantienen en sus respectivas posiciones; Moreno deja -con Moreira y Viggiano- la presidencia del partido en agosto de 2023, como lo señalan los estatutos del mismo PRI y promete que no será el candidato del PRI o de la alianza Va por México a la presidencia de la República en 2023.
Para los priistas es crucial resolver estas preguntas de la mejor manera posible, so pena que los priistas opositores a la tríada cupular encabezada por Moreno, decidan fundar un nuevo PRI, aunque con distinto nombre.