AMLO: Guerra cultural y libertad de expresión

Opinión
/ 20 junio 2025

¿Qué pasos siguió Andrés Manuel para reemplazar ese principio de hegemonía cultural e ideológica neoliberal por uno que redefiniera la realidad con un sello de la 4T?

En 2018, Andrés Manuel López Obrador inició una guerra cultural para modificar “el chip” mental de la mayoría de los mexicanos. Su objetivo consistía en romper el control ideológico y cultural de las clases dominantes (neoliberales), cuyo poder estaba consolidado en valores, normas y creencias, y presentado en la vida cotidiana como “natural” y evidente para el resto de los mexicanos.

Este proceso de dominación ideológica y cultural implicaba que las grandes mayorías aceptaran y reprodujeran de manera inconsciente la cosmovisión de las clases dominantes a través de su sentido común.

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¿Qué pasos siguió Andrés Manuel para reemplazar ese principio de hegemonía cultural e ideológica neoliberal por uno que redefiniera la realidad con un sello de la 4T?

Primero: Atribuyó un contenido discursivo distinto al concepto de democracia para nutrirlo de una visión populista que, de entrada, tritura la columna vertebral que la define a partir de la separación de los tres poderes. Por eso hoy la democracia es popular, no elitista o neoliberal.

Para lograr esta meta, López Obrador −desde su púlpito de las mañaneras− aseguró que la democracia cobijaba a las élites de los partidos políticos, así como a la élite económica para depredar y repartirse el poder bajo el manto de corrupción e impunidad. Pero eso no era suficiente: debía ir más allá de la crítica para desmantelar el enramado que daba vida a esa incipiente y frágil democracia.

Segundo: “Desinstitucionalizó” hasta desaparecer a los organismos públicos autónomos que acotaban los excesos del Poder Ejecutivo. El Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) pasó a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes; la Comisión Federal de Competencia Económica llegaría a la Secretaría de Economía; el Coneval pasó al Inegi; la Comisión Nacional de Hidrocarburos llegó a la Secretaría de Energía; el INAI, ahora “Transparencia para el Pueblo”, pasó a la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno.

El INE y el Tribunal Electoral federal fueron cooptados por la 4T.

Tercero: Acuchilló a las organizaciones de la sociedad civil que apuntalaban el trabajo de esos organismos desde una perspectiva ciudadana. Y las nulificó a golpes de desprestigio: calumnias y mentiras. E impuso, también, un límite a la deducibilidad de donativos empresariales a organizaciones de la sociedad civil.

Para ese momento, el lenguaje y las instituciones de “la democracia neoliberal” habían cambiado: esta había sido sustituida por democracia popular; la ciudadanía por pueblo; el modelo neoliberal por la 4T, y la narrativa neoliberal (de pobreza y desigualdad) por un relato de carácter popular (de raíces históricas y transformación), que apelaba al sentido común del pueblo y resaltaba sus valores históricos y culturales como mexicanos.

¿Qué seguía una vez que AMLO había renovado el discurso político y cultural, declarado el fin del modelo neoliberal y las instituciones que lo sustentaban, y reclamado una identidad nacional y cultural propia?

Cuarto: Deslegitimó los discursos opositores en medios de comunicación y plataformas de redes sociales, a través de cuatro estrategias: 1) Utilizó de manera propagandística las mañaneras para ser replicadas y defendidas en medios de comunicación oficiales, por analistas cercanos a la 4T en medios no oficiales y los ejércitos de bots en redes sociales.

2) Atacó de manera sistemática a analistas opositores que, con el tiempo, fueron desplazados de sus espacios mediáticos, como Adela Micha, Ana Paula Ordorica, Azucena Uresti, Ángel Verdugo, Carlos Alazraki, Carlos Bravo Regidor, Carlos Loret de Mola, Federico Berrueto, León Krauze, Ricardo Rocha, Sergio Sarmiento y Víctor Trujillo, entre otros. Sus espacios, en la mayoría de los casos, fueron ocupados por analistas cercanos a la 4T.

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3) Sometió −mediante chantaje económico− a ciertos dueños de medios de comunicación nacionales que, al despedir a esos periodistas y permitir el arribo de afines a la 4T, causaron un serio daño a la libertad de expresión.

4) Finalmente, desplegó indiferencia e impunidad para atender el asesinato de 46 periodistas y la desaparición de cuatro de ellos durante su sexenio.

AMLO fue victorioso en esta guerra cultural que sentó las bases para acotar de manera restrictiva la libertad de expresión y “normalizar” su pérdida de forma inmediata. Claudia Sheinbaum será la ejecutora. Al tiempo.

Columna: Panóptico

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