Pisándole los talones al año 2024.
Viviendo las últimas horas de 2023. Después de las celebraciones navideñas, se prepara la despedida al año viejo y la bienvenida al que se estrenará.
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Hay balances económicos, sociales, culturales, políticos y espirituales. Hay también proyectos, planes reguladores de los 12 meses que ahora son páginas en blanco.
Esta incesante circulación alrededor de nuestra estrella nos hace recordar que no estamos anclados en un estacionamiento sideral sino enganchados en una rueda de la fortuna, conectada con las prisas de una galaxia integrada en la carrera de expansión, en creciente aceleración.
El avance blanquinegro de las noches y los días nos han acostumbrado a poner procesos y metas en las horas y las medias horas de cada jornada. Encadenamos metas conseguidas y victorias alcanzadas en las pequeñeces y detalles de la cotidianidad. Decidimos variaciones ante situaciones inesperadas.
Vivimos los momentos que vienen del futuro para que los hagamos momentos felices. Engarzamos sencillas metas que tratamos de alcanzar con el talento del bien hacer. Lo mejor vivido ha sido lo preparado con la voz interior del pensamiento, fogueada por el calor de sentimientos y afectos, gobernando sensaciones y capturando inspiraciones. Esos momentos se han coronado con el gozo del agradecimiento a quien todo lo da.
Eso de agradecer desplaza las quejas. Es una actitud que descubre el trigo en medio de la cizaña. Que no pone en primer plano a ningún fantasma para asustarse. Que no busca lo estridente, lo escandaloso, lo desastroso sino la presencia ahí de lo que soluciona, lo que salva, lo que enseña.
Quien agradece no se queda viendo el bien o el regalo recibido pensando en su satisfacción. Levanta la mirada hacia el donador para identificarlo y lo que más agradece es el amor con que el don es otorgado. Al decir gracias, la mirada penetra hasta la generosidad del corazón que se da en su don.
El año, en su recta final, ha de estar lleno de agradecimientos evocados por los beneficiados, con el gozo de sentirse amados. Casi en cualquier espacio de nuestro entorno encontramos el trabajo bien hecho de un ser humano que regaló su destreza y su tiempo para hacer algo útil, bello, práctico y funcional.
Gracias a los trabajadores de todo el mundo que hacen llegar el amor providente del Creador, a través de sus cualidades y talentos. Su ingenio y su habilidad generan momentos felices en todos los usuarios que admiran la eficiencia y los resultados de tantos objetos de gran calidad y asombrosa virtuosidad.
Todo lo que en la Creación está al servicio de la vida, haciéndola más saludable, más inteligente, más armoniosa y satisfactoria es un bien que debiera ser accesible no solo para unos cuantos sino para todos.
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Cuando vemos la miseria, el desempleo, la falta de vivienda, la alimentación insuficiente, la educación omitida, la Nochebuena pasada en carretera, caminando con pasos cansados, de tantos migrantes despojados, reconocemos que es el resultado de todo lo que cada uno hemos dejado de hacer, de compartir, de ayudar, de acompañar y promover.
LO ACOSTUMBRADO
“Ya terminamos de cenar. Fue un platillo exquisito. Felicitamos a las cocineras”. Es la voz del padre de familia. El hermano mayor ha organizado el brindis. Destapa una botella de sidra. El tapón, rebotando, cae en la cabeza de la hija casadera. Se sirven las copas. “Cada uno que diga por qué brinda y qué le agradece a Dios”, dice la esposa.
Van diciendo cada uno su brindis y su oración de acción de gracias. Reparten los racimos de uvas. Al oírse las campanadas del reloj que da las doce, todos, a su compás, van consumiendo una a una las uvas. El papá da el primer abrazo diciendo “Que seas nuevo, sano y feliz en el año que empieza”. Y siguen los sonrientes abrazos familiares...