Arroz Huérfano: La historia detrás de la cocina de La Canasta y Graciela Garza
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¡Este arroz ya se cocinó! ¡Y además, no tiene madre! ¡Está “huérfano”! Así es como nace el platillo emblemático de La Canasta, magistralmente ejecutado por Doña Graciela Garza Arocha.
Una mujer adelantada a su época en aquel mundo alejado del internet y los medios, donde el marketing no fabricaba falsos cocineros y pseudo chefs, y donde la gente no tenía marca, sino identidad. En una ciudad de tradiciones conservadoras, empieza así la leyenda de Graciela, o como cariñosamente le decían: Gachis, y su establecimiento, La Canasta.
Con estilo conservador y toques muy mexicanos, la decoración y el gusto de La Canasta tienen una gran personalidad saltillense.
En una época en la que se desarrollan estrategias de imagen y cualquiera puede venderse, Graciela tomó su canasta de manera literal. Comenzó trabajando con un sueño que arrancó con una rosticería en la calle Allende, junto con su prima.
En un entorno machista, esta flor bellísima con talento y carácter forjó toda una tradición y un lugar apreciado por escritores, políticos, historiadores y público foráneo. No quiero ni pensar en lo inteligente que fue. Hoy en día, existen sistemas, cámaras, coaches, certificaciones y muchas herramientas a las cuales ella no tuvo acceso, y aun así logró hacer lo que muy pocas logran: todo a pulmón, con talento y garra.
¿Cómo una mujer y una sociedad completa no van a admirar a una mujer sin etiquetas y cuyo arduo trabajo creaba platillos donde el sabor era su mejor carta de presentación? El filete tapado, las Enchiladas ATM y su glorioso arroz huérfano.
En una época en la que no existían los medios como ahora, Graciela trabajaba, creaba, decoraba y a través del murmullo parroquial pasaba la voz y la voz. ¡Vaya manera de ganarse un prestigio y construir una carrera! En un medio dominado por hombres, en una sociedad marcada por el machismo, donde para las mujeres aún es complicado abrirse camino, hace más de 50 años debió ser aún más complejo.
Mujeres en la cocina, mujeres que inspiran al “sí se puede”, mujeres que hacen propio cada rincón de su espacio para compartir lo que con amor crean.
Esos muebles que representan al Saltillo de antaño y que ahora, con una nueva administración, siguen infundiendo vida y cariño a un lugar donde no solo se come delicioso, sino que evocan a una de las mujeres más virtuosas gastronómicamente hablando. Graciela sigue vigente y seguirá viva por siempre en todos aquellos que tuvimos la fortuna de comer en La Canasta y de compartir momentos con ella.
Con nostalgia, nos mostraba sus salones, su barra, las cortinas que resguardaban sus recuerdos, el aroma de esta ciudad en otra época, en otro espacio. Con su fino gusto, sus ojos azules y su cabello recogido, sus largos mantones de Pineda Covalín y su joyería, como una María Félix que creó su propia historia, su personaje, su mito y su leyenda.
Visiten La Canasta para rendir homenaje a una mujer con aroma a piñones, al vapor humeante del filete, y acaricien suavemente un mueble que seguramente los conectará con ella.
Descansa en paz, mujer bonita, mujer de la cocina, mujer de La Canasta, porque a una canasta de comida nunca le falta el mandado.