Así muere un patriota

Opinión
/ 20 agosto 2025

Por el crimen de fusilar a Salazar y Arteaga sin formarles causa fue ascendido Ramón Méndez al generalato. Su nombre es recordado ahora tan sólo por su saña y crueldad

La calle de Arteaga es una de las más antiguas y tradicionales de Saltillo. Durante muchos años, con el nombre de calle de San Fermín, fue el límite de la ciudad en su parte noreste. A otras cosas sirvió de límite también la actual calle de Arteaga: en ella terminaba la vieja zona de la vida airada que tuvo su sede y centro en la calle de Terán, de modo que los honrados vecinos de aquélla vivían en constante zozobra y gran desasosiego por la forzada proximidad que tenían con daifas, chulos y otras gentes de malvivir.

La calle de Arteaga –lo mismo que la cercana villa de su nombre– se llama así en honor de don José María Arteaga, gran liberal y gran patriota. Nacido en la Ciudad de México el año de 1827, se inició muy temprano en la vida de las armas. En San Luis Potosí se hizo soldado, y por méritos en campaña llegó hasta General en curso de las mil y una guerras que entonces había en México. Luchador de la Reforma llegó a ser gobernador de Querétaro y luego de Jalisco. Combatiendo contra los franceses fue hecho prisionero por el cruel coronel Ramón Méndez, quien sin más lo hizo fusilar junto con otro ilustre liberal, don Carlos Salazar, en la ciudad de Uruapan. Eso fue el año de 1865.

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Unas horas antes de morir, José María Arteaga escribió una hermosa carta que dirigió a su madre. Hecha con la natural emoción que pone en sus palabras aquél que va a morir, la carta de Arteaga está escrita, sin embargo, con un hermoso estilo. Pero ni estilo ni emoción valen lo que el patriotismo acendrado que muestra en esa carta el héroe liberal. Pertenecía él a la gloriosa estirpe de aquellos hombres que al combatir al invasor francés lucharon por la preservación de la República y por el mantenimiento de la soberanía nacional.

He aquí un párrafo de la carta que don José María Arteaga escribió para que fuera entregada a su madre después de su muerte:

“...Madre mía: Hoy he caído prisionero, y mañana seré fusilado. Muero a los 38 años de edad. En hora tan suprema es mi consuelo legar a mi familia un nombre sin tacha. Mi único crimen consiste en haber peleado por la independencia de mi país. Por eso me fusilan. Pero el patíbulo, madre mía, no infama, no, al militar que cumple con su deber y con su Patria”.

Por el crimen de fusilar a Salazar y Arteaga sin formarles causa fue ascendido Ramón Méndez al generalato. Su nombre es recordado ahora tan sólo por su saña y crueldad. En cambio, los nombres de los llamados “Mártires de Uruapan”, Arteaga y Salazar, permanecen en la memoria y en la veneración de los mexicanos. Nuestra ciudad los honró imponiendo esos nombres a dos de sus calles en señal de imperecedera gratitud.

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Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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