Un grupo de empresarios poderosos desembolsó un cheque de siete cifras para ser iluminados en la ruta que deben seguir para que a quien el presidente Andrés Manuel López Obrador elija como su sucesora o en el todavía remotísimo caso de que no sea ella, sino él, no gane la elección en 2024. Personas que conocieron su reacción tras la presentación de la fórmula mágica, dicen que quedaron contentos, entusiasmados y convencidos del camino a seguir. No recibieron una estrategia de guerra sucia, ni financiamientos clandestinos a la oposición, o el perfil y nombre de la persona que podría tener la candidatura. Lo que los hace pensar en la derrota de López Obrador el próximo año es que participen los jóvenes en la votación. La clave es “la credencialización”.
Un PowerPoint de 37 páginas titulado “Nos vemos participando” es el motivo de sus alegrías, tras haber tenido una revelación −aunque los datos que vieron fueran públicos, del INE y del INEGI− que ahora alumbran su túnel. De entrada, una estadística: los jóvenes entre 18 y 39 años alcanzan el 50 por ciento del listado nominal, pero son quienes menos participan electoralmente. Quienes más participan, como lo saben desde hace años quienes se toman la molestia de ver las encuestas, se encuentran en el grupo de edad entre 65 y 69 años, tienen menores niveles de educación y son susceptibles de programas sociales.
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El grupo que despertó la esperanza política de varios de los “McPatos” mexicanos es porque en el subgrupo de 20 a 30 años están enojados, frustrados e inconformes, lo que genera una mayor polarización que los adultos, que es el nombre del juego actual, discursos binarios, visión bipolar y razones subordinadas, emociones que López Obrador ha escalado a niveles superiores de confrontación. También incorporan en su target electoral al grupo de 30 a 40 años, que el estudio define con una visión “más plural y equilibrada entre lo bueno y lo malo”, donde los hombres son más ideológicos y receptivos a temas de la sociedad y la macroeconomía, mientras que las mujeres están más enfocadas a temas relacionados con el poder adquisitivo, calidad de vida, salud, transporte y educación.
Ahí se encuentran, sugiere el reporte, los votos para acabar con el lopezobradorismo. Pero para ello, evocando la hoy muy famosa frase convertida en mantra “It’s the economy, stupid!”, de Jamer Carville, el estratega de Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992 cuando derrotó al presidente George H.W. Bush, el llamado a la acción, debe ser “¡Es la credencialización!”.
El registro incide en la participación, señala el estudio, lo cual se vio en las pasadas elecciones presidenciales. Pero tomando aparentemente como contexto subjetivo los resultados de 2018 y la forma como el presidente ha ido dividiendo a la sociedad, consolidando su núcleo duro de alrededor de 15 millones de votantes −aunque ya perdió el otro tanto similar que le dio la gran victoria en las elecciones federales de 2021−, el planteamiento es que en un entorno de mayor polarización, la credencialización es la ruta para redefinir lo que hoy parece destino manifiesto, la victoria de Morena, sin importar candidato.
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La propuesta de credencialización incluye, de manera importante, la actualización de la credencial del INE, cuya razón principal de ello, señala el estudio, es la falta de tiempo por el trabajo. Pero hay que hacerlo, es el llamado apremiante, e identifica las entidades donde la desactualización es mayor, aparentemente para empezar por ahí: Quintana Roo (44.9 por ciento), Colima (35.8 por ciento), Nuevo León (30.7 por ciento), Jalisco (30.3 por ciento) y Chihuahua (29.7 por ciento). Los tres últimos ocupan los lugares 6, 3 y 10, respectivamente, en cuanto a tamaño en el padrón electoral; los 12 restantes que identifica el estudio de mayor desactualización de credencial no están en el bloque de las entidades que definen una elección presidencial.
Del grupo objetivo que plantea el estudio para su credencialización, sólo 11.4 por ciento de ese más del 50 por ciento de jóvenes que podrían ir a las urnas, unos 6.8 millones que “casi siempre vota”, lo que significaría que aun si todos sufragaran por un candidato único de oposición, el impacto que tendría en el cómputo sería de aproximadamente 3.5 puntos porcentuales, lo que si se ve la tendencia en los márgenes que ha obtenido Morena en las elecciones donde ha ganado −casi todas−, la diferencia no haría diferencia.
El estudio fue música para sus oídos −el 74 por ciento de los pequeños y medianos empresarios tiene una buena percepción social−, y recibieron de buena gana las recomendaciones para animar la participación: que no les descuenten el día para que puedan ir a tramitar la credencial de elector −la fecha límite para hacerlo es el 31 de enero del próximo año−, que los departamentos de recursos humanos les ayuden a sacar las citas, y que den incentivos para quienes tengan el INE vigente con la dirección actualizada.
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¡Voilà! Con esto, López Obrador y sus corcholatas se irán juntos al retiro. La fórmula parece sencilla, pero no deja de ser una interesante y provocadora hipótesis de trabajo que, sin embargo, es insuficiente. Ignora, por ejemplo, la incapacidad de los partidos de oposición por animar a sus militantes a votar, como se vio en las recientes elecciones en el estado de México. Tampoco aborda, ni teóricamente, qué perfil podría capitalizar el antilopezobradorismo. No plantea escenarios ni explora las variables de manera prospectiva. El hecho de que no se incluyan no significa que esté mal hecho el estudio; simplemente que para abrigar esperanzas necesitan algo integral, profundo, disruptivo e innovador.
¿Hay respuestas hoy a esas ansiedades político-existenciales? No en el horizonte. Pero los “McPatos” podrían pensar otras formas de encontrar solución a sus angustias, como por ejemplo, que le digan a su empleado que regentea a la alianza Va Por México que deje de pensar en sus plurinominales y abra el juego para identificar quién y cómo puede llevar a los antilopezobradoristas a las urnas, porque lo que tienen actualmente sobre la mesa los llevará con seguridad a la derrota.
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