¿Dónde quedó la bolita en el juego de la sucesión presidencial?
Ni duda cabe. El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene grandes dotes para engañar con la verdad. El martes hizo otra de las suyas con el espectáculo montado para sus morbosas audiencias sobre los esperados cambios en el gabinete, ahora que se abrió la puerta para contender por la candidatura presidencial de Morena. Llamó a todos a Palacio Nacional, gabinete legal y ampliado. Unos se fueron del gabinete, otros se quedaron, y los más o guardaron silencio o se fueron por la puerta de atrás para que la prensa no los pusiera en aprietos al pedirles definiciones que aún no tienen permiso de ventilar.
Asunto de semántica y semiótica. Pero sobre todo, sometimiento y obediencia.
La semana pasada, a través de Alejandro Esquer, su secretario particular, López Obrador le mandó decir al secretario de Gobernación, Adán Augusto López, que esperaba que él fuera el último en renunciar. El secretario dijo el martes que no renunciaría, pero que le había pedido al Presidente que lo relevara del cargo para ir en búsqueda de “otro encargo”. López parecía más papista que el papa, pero hay que revisar sus palabras. Buscar la candidatura presidencial no parece “otro encargo”, pero no renunciar tiene mucho sentido con la segunda parte de su frase... “siempre junto al Presidente y acompañando y ayudando con todo en el movimiento de transformación”.
¿Cuál es el encargo al sumarse a quienes aspiran la candidatura presidencial? No parece ser la búsqueda en sí misma de ella, sino jugar el papel de legitimador del proceso. Sus palabras tienen puerta giratoria. Si es “relevado” por instrucciones del Presidente, puede regresar al cargo en cualquier momento. Un funcionario federal admitió que no existe en la administración un trámite de relevo, por lo que tras nombrar un interino, el Presidente puede volver a nombrarlo en Gobernación una vez que concluyan los dos meses y medio de contienda por la candidatura. De esta forma, como dijo, estaría siempre junto al Presidente, ayudándole en lo que necesite.
Es una carta que deja abierta el Presidente. Al ser relevado debe cumplir con el acta de entrega-recepción ante el Órgano Interno de la Secretaría de Gobernación y presentar su declaración de término del encargo público a la Secretaría de la Función Pública. Pero en ninguna de las dos instancias, cumpliendo con la normatividad, tiene que presentar una carta de renuncia. El secretario juega, pero con las reglas del Presidente, y mantiene el puente para regresar a Bucareli, por si fuera necesario, luego de que cumpla con las instrucciones en la contienda por la candidatura presidencial.
En una situación equivalente, los senadores Ricardo Monreal y Manuel Velasco, y el diputado Gerardo Fernández Noroña, solicitaron el martes licencia para separarse del cargo y aspirar a la candidatura presidencial, lo que no les impide que una vez terminada la contienda y decidido quién se queda con ella, puedan regresar a sus lugares en las cámaras. Igual con la diputada Yeidckol Polevnsky, que de la nada se sumó y pidió licencia para buscar la nominación, a sabiendas de que la excluirán, porque las reglas del juego fue incluir aspirantes por invitación, y con posibilidad de que su caso termine en el Tribunal Electoral.
Todos estos movimientos son música de acompañamiento, inopinados o deliberados, para desviar la atención a lo que quiere López Obrador. O lo que es lo mismo, simulación continua.
Tras la reunión del gabinete, el Presidente no dijo mucho, pero abrió la puerta para ver todas las consideraciones que se están haciendo, que confirmó el miércoles cuando anticipó la salida de unos ocho miembros del gabinete legal y ampliado.
Una de particular relevancia la esbozó el martes, cuando aseguró que ninguno de los encargados de los programas del bienestar dejarían sus cargos, sin incluir a la secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, cercana al Presidente, que ha sido una de las piezas que la prensa ha señalado con posibilidades de asumir interinamente la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México luego de que el viernes Claudia Sheinbaum deje el cargo.
Otra más tiene que ver con la Ciudad de México. Sheinbaum no quiere que el secretario de Gobierno, Martí Batres, sea el interino, como le corresponde por ley, y le propuso al presidente López Obrador que fuera −en clara subordinación de la autonomía capitalina a Palacio Nacional− su secretaria de Administración y Finanzas, Luz Elena González. El Presidente rechazó su propuesta, y en el juego de las sillas, la carta fuerte para la candidatura a jefa de Gobierno, Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, dijo que ella optaba por quedarse en el Gobierno. Pero no será por mucho, confiaron funcionarios federales que anticiparon que Rodríguez, muy cercana al Presidente desde hace más de dos décadas, renunciará en diciembre para ir por la capital federal.
En el umbral de la salida del gabinete está Rocío Nahle, secretaria de Energía, a la que la prensa le preguntó directamente si dejaría el cargo para buscar la gubernatura de Veracruz que tanto ansía, y como respuesta sólo les sonrió. Uno ya levantó la mano, el procurador del Consumidor, Ricardo Sheffield que va por Guanajuato, y otro con aspiraciones, como el director del Seguro Social, Zoé Robledo, que acaricia la gubernatura de Chiapas, hizo lo que Montiel, se escondió astutamente de la prensa.
Se están acabando las simulaciones, como la del propio Presidente, quien había dicho que la reunión del gabinete sería para que le dijeran quién se iba y quién se quedaba, pero restringió el ultimátum a la lucha por la candidatura presidencial. Lo que arroja la primera semana sucesoria intensa es que la lucha por la candidatura presidencial es entre Sheinbaum y el excanciller Marcelo Ebrard. Los demás son comparsas.
Pero nada está decidido, salvo que hay muchos acompañantes en el concierto presidencial para ayudar a dispersar el ruido y distraer, mientras se concretan los relevos, que ayudarán para aportar información sobre el diseño sucesorio que realizó López Obrador, que tiene a todos, dentro y fuera del gobierno, muy movidos.
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