¿Autoridad y obediencia en el siglo 21?
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Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Deseamos que tengan éxito y sean felices en sus vidas. Sin embargo, ¿cuáles son los estilos parentales que ayudarán mejor a nuestros hijos para lograr ese propósito? En los últimos años, las familias han decidido implementar estrategias permisivas y de sobreprotección que no solamente impedirán que sus hijos desarrollen su máximo potencial, sino, además, pueden convertir a sus hijos en personas egoístas y malcriadas.
Hace algunas semanas, al caminar en un pasillo del supermercado observé a un niño, de alrededor de nueve años, abriendo las cajas de cereales y tirándolas al piso. Cuando me acerco a él para decirle que ya no lo haga, su mamá se acerca rápidamente y me dice que no tengo derecho de corregirlo, ya que no es mi hijo. Y, además, agregó: “Mi hijo tiene el derecho de hacer lo que quiera y yo pagaré por sus destrozos”. Entendí inmediatamente el mensaje de la mamá: “No te metas en la vida de los demás y menos corregirlos”. Esto puede tener implicaciones muy serias. A la próxima vez que lo vea tratando de saltar de un quinto piso, lo dejaré ya que tiene el derecho de hacer lo que quiera.
La socialización de los hijos del siglo 21 ya no es orientar y corregir sus conductas inadecuadas, ya que, tienen el derecho de tomar sus propias decisiones sin importa lo equívocas o riesgosas que puedan ser. Todos los niños desde el momento de nacer, tienen impulsos que desean satisfacer inmediatamente y muchas veces sin importar sus consecuencias negativas. Por ello, una de las misiones más importantes de los padres, maestros y adultos es ayudarles a desarrollar su capacidad de tomar buenas decisiones y controlar e inhibir todo impulso destructivo. No es tarea fácil y menos en estos tiempos donde la figura de la autoridad está deteriorada y pasada de moda. El concepto “autoridad” es un concepto erróneamente relacionado a tiranía, abuso y maltrato. La palabra autoridad proviene del latín auctoritas que significa aumentar y hacer crecer. La autoridad, efectivamente, se relaciona con el poder, pero no se relaciona con la coerción o sumisión ciega. La autoridad tiene la facultad de acrecentar y ayudar a la otra persona a ser mejor. Definitivamente los padres y maestros deben tener una autoridad merecida para poder influir y una obediencia básica de niños y adolescentes para que acaten instrucciones para su crecimiento.
Autoridad y obediencia son dos conceptos que han desaparecido en el vocabulario de padres y maestros en este siglo. Muchos adultos piensan que la obediencia castra la identidad y el desarrollo de los menores de edad. Sin embargo, la obediencia es el principio de su independencia y libertad. Los niños y adolescentes necesitan libertad para elegir, pero no tanta libertad que, al final, no puedan elegir. Un niño al que se le permite decidir y actuar sin límites está predispuesto a ser esclavo de sus deseos e impulsos para toda su vida. La obediencia es la antesala de su autonomía. A través de las reglas nuestros hijos aprenderán a saber elegir bien sus metas y conductas ante cada situación de la vida.